viernes, 3 de mayo de 2019

Invención

José Nogué, Cruz de mayo en Jaén, Museo de Jaén, foto: José Luis Martínez Ocaña
          
   Los muchachos, con las cruces,
van recorriendo las calles
de estos pueblos andaluces.
            ¡Qué detalles
y qué pintorescas cosas
ofrecen, en ocasiones,
las pequeñas procesiones,
            tan graciosas!
 
   Santicos, a los que, fieles,
amaron nuestros mayores,
adornados con papeles
            de colores.
   Andas de tamaño escaso
como juguetes caseros,
que llevan, marcando el paso,
            seis anderos.
   Un nene, que va delante,
blanco y rubio como el oro,
y repica, en un sonoro
            redoblante.
   Tres curicas, con bonete
            de cartón
y otros cinco, o seis, o siete
que lucen, como roquete,
«El Heraldo» y «La Nación»
   Dos monagos muy traviesos,
de la infancia dos delicias,
que parecen pedir besos
            y caricias.
   Otro mayor, que no en balde,
va detrás solemnemente,
y hace marchar a la gente,
y dice que es el alcalde.
   Y otros de rubias guedejas,
y ojillos de viva luz,
que mostrando unas bandejas
nos piden para la Cruz...

   ¡Oh, procesiones hermosas
por lo ingenuas! ¡Dulce rayo
del cielo! ¡Niños y rosas!
            ¡Cruz de Mayo!
   Dios las puso entre la esencia
de flores y las bendijo.
   ¡Qué triste, al verlas, la ausencia
            de mi hijo!
   Infantiles ideales,
son, en los años primeros,
ser obispos, mariscales
            y toreros.
   Por eso las procesiones
infantiles, la partida
marcan de las vocaciones
            de la vida.
  
   ¿De esa comparsa monísima
cuál, con santidad y ciencia,
llegará a ser Su Ilustrísima,
            Su Eminencia?
   ¿Y cuál, en la vida oscura
que la paz del campo orea,
será el ignorado cura
            de la aldea?
 
Alfredo Cazabán Laguna, «Cruz de Mayo (Procesiones infantiles)», en Patria, órgano provincial de la Acción Patriótica, Jaén, 03.05.1927, pg. 3.

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