Nina Simone (21.02.1933 - 21.04.2003) Foto: Jack Robinson (30.10.69) |
Hay
demasiados negros en el autobús. De día en día, Conejo se fija más en ellos. No
siempre hubo tantos negros. Conejo recuerda que, cuando era chico, en Brewer
había calles que recorría con la respiración contenida, pese a que aquellas
gentes a nadie hacían daño y se limitaban a mirar. Pero, ahora, arman más ruido.
Y sus cabezas, en lugar de parecer calvas, tienen aspecto frondoso. Pero esto
no es malo, no. Es más acorde con la Naturaleza , esa Naturaleza de la que nos estamos
alejando tanto. En el taller hay dos negros, Farnsworth y Buchanan, y poco
después de que fueran contratados, uno ya ni siquiera se daba cuenta de que lo
fueran. Mal asunto ser negro, siempre mal pagados, con ojos que no son como los
nuestros, unos ojos inyectados en sangre, castaños, con líquido que parece vaya
a rebosar de un momento a otro. No sabía dónde había leído que ciertos antropólogos
afirman que los negros no son más primitivos, sino, contrariamente, los hombres
que se desarrollaron más tardíamente, es decir, los hombres más recientes, más
nuevos. En ciertos aspectos son más duros, y en otros más delicados. Desde
luego, son menos listos, pero ser listo no nos ha llevado muy lejos, nos ha
llevado a la bomba atómica y a la lata de cerveza. Por otra parte, tampoco
podemos decir que Bill Cosby sea imbécil.
John Updike, El regreso de Conejo (Rabbit Redux), Editorial Noguer, 1975, págs. 17-18, traducción Andrés Bosch
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