Copa con rosas y margaritas, foto: Antonio Erena, 22.05.23 |
En
tanto que de rosa y azucena
se
muestra la color en vuestro gesto,
y
que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende
al corazón y lo refrena;
y en tanto que el cabello, que en la vena
del
oro se escogió, con vuelo presto,
por
el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el
viento mueve, esparce y desordena;
coged de vuestra alegre primavera
el
dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra
de nieve la hermosa cumbre.
Marchitará la rosa el viento helado,
todo
lo mudará la edad ligera,
por
no hacer mudanza en su costumbre.
Garcilaso
de la Vega, Obras, Soneto XXIII, «En tanto que de
rosa y azucena»,
ed. Tomás Navarro, Madrid, Espasa-Calpe, 1973, 10. ª ed.
* * *
Estás
ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.
Y enciéndete en la noche que ahora empieza,
y entre tantos amigos (y conmigo)
abre los grandes ojos a la vida
con la avidez preciosa de tus años.
La noche, larga, ha de acabar al alba,
y vendrán escuadrones de espías con la luz,
se borrarán los astros, y también el recuerdo,
y la alegría acabará en su nada.
Mas,
aunque así suceda, enciéndete en la noche,
pues detrás del olvido puede que ella renazca,
y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.
Y enciéndete en la noche que ahora empieza,
y entre tantos amigos (y conmigo)
abre los grandes ojos a la vida
con la avidez preciosa de tus años.
La noche, larga, ha de acabar al alba,
y vendrán escuadrones de espías con la luz,
se borrarán los astros, y también el recuerdo,
y la alegría acabará en su nada.
pues detrás del olvido puede que ella renazca,
y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.
Francisco
Brines, «Collige, virgo, rosas», El otoño
de las rosas (1986)
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