Lápida de bronce en la casa en la que murió en Madrid el poeta Bernardo López (11.12.1838 - 15.11.1870), obra del escultor Jacinto Higueras (1925) Foto: Carlos Viñas-Valle |
Oigo, patria, tu
aflicción
y escucho el triste
concierto
que forman, tocando a
muerto,
la campana y el
cañón;
sobre tu invicto
pendón
miro flotantes
crespones
y oigo alzarse a
otras regiones
en estrofas
funerarias
de la iglesia las
plegarias
y del arte las
canciones.
Lloras, porque te
insultaron
los que su amor te
ofrecieron...
¡A ti, a quien
siempre temieron
porque tu gloria
admiraron;
a ti, por quien se
inclinaron
los mundos de zona a
zona;
a ti, soberbia
matrona,
que libre de extraño
yugo
no has tenido más
verdugo
que el peso de tu
corona!
Do quiera la mente
mía
sus alas rápidas
lleva
allí un sepulcro se
eleva
cantando tu valentía:
desde la cumbre
bravía
que el sol indio
tornasola
hasta el África , que
inmola
sus hijos en torpe
guerra,
¡no hay un puñado de
tierra
sin una tumba
española!
Tembló el orbe a tus
legiones
y de la espantada
esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus
leones;
nadie humilló tus
pendones
ni te arrancó la
victoria;
pues de tu gigante
gloria
no cabe el rayo
fecundo
ni en los ámbitos del
mundo
ni en el libro de la
historia.
Siempre en lucha
desigual
cantan tu invicta
arrogancia
Sagunto, Cádiz,
Numancia,
Zaragoza y San Marcial;
en tu suelo virginal
no arraigan extraños
fueros
porque indómitos y
fieros
saben hacer tus
vasallos
frenos para sus
caballos
con los cetros
extranjeros.
Y aun hubo en la
tierra un hombre
que osó profanar tu
manto...
¡Espacio falta a mi
canto
para maldecir su
nombre!
Sin que el recuerdo
me asombre
con ansia abriré la
historia:
presta luz a mi
memoria
y el mundo y la
patria a coro
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de
gloria.
Aquel genio de
ambición
que, en su delirio
profundo
captando guerra, hizo
al mundo
sepulcro de su
nación,
hirió al ibero león
ansiando a España
regir
y no llegó a
percibir,
ebrio de orgullo y
poder,
que no puede esclavo
ser
pueblo que sabe
morir.
¡Guerra!, clamó ante
el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la
lira
con indómito cantar;
¡guerra!, gritó al
despertar
el pueblo que al
mundo aterra;
y cuando en hispana
tierra
pasos extraños se
oyeron
hasta las tumbas se
abrieron
gritando: ¡venganza y
guerra!
La virgen, con patrio
ardor,
ansiosa salta del
lecho,
el niño bebe en su
pecho
odio a muerte al
invasor;
la madre mata su
amor
y cuando calmado está
grita al hijo que se
va:
"¡Pues, que la
patria lo quiere,
lánzate al combate y
muere,
tu madre te
vengará!"
¡Y suenan patrias
canciones
cantando santos
deberes,
y van roncas las
mujeres
empujando los
cañones;
al pie de libres
pendones
el grito de patria
zumba
y el rudo cañón
retumba
y el vil invasor se
aterra
y al suelo le falta
tierra
para cubrir tanta
tumba!
* * *
Mártires de la
lealtad
que, del honor al
arrullo,
fuisteis de la patria
orgullo
y honra de la
humanidad
en la tumba descansad;
que el valiente
pueblo ibero
jura con rostro
altanero
que, hasta que España
sucumba,
no pisará vuestra
tumba
la planta del
extranjero.
Bernardo López, Oda al Dos de Mayo
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