Atlante,
que en la Cruz sustentas cielo,
Hércules
que descansas sumo Atlante,
alivia
con tu fuerza el tierno amante
que,
humilde, mide con la boca el suelo.
Mas
no le des ayuda, que recelo
que
das prisa a su muerte vigilante;
mas
dásela, Simón, que es importante
para
la Redención de todo el suelo.
Pero
si con tus brazos se aligera
la
carga, con tu culpa, del manzano,
también
añades peso a su madera.
Llevar
parte del leño soberano
es
a la Redención, que los espera,
llevarte
tus pecados con tu mano.
Francisco de
Quevedo, Soneto XXV, A Simón Cirineo,
considerando, que en ayudar
a Cristo, se ayudaba a sí
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