Remate del pasamanos de la escalera del coro, iglesia de Majones, Huesca Foto: Concha Jiménez (08.08.20) |
De la timidez
natural a los hombres
¡A cuánto susto el
cielo te condena,
oh género mortal,
flaco y cuitado!
Se espantan unos
en el mar salado
y tiemblan otros
cuando Jove truena.
Otros si el eco
del león resuena,
otros cuando el
magnate está irritado,
otros cuando en la
cárcel han pasado
días y noches
tristes con cadena.
Yo solo discurrí
no temblaría
al trueno, ni al
león, ni al poderoso,
ni a la prisión,
ni a todo el orbe entero.
Mas se engañó mi
débil fantasía:
el rostro de mi
Filis desdeñoso
me cubre de
terror, temblando muero.
José Cadalso, «Sonetos de una gravedad
inaguantable, excepto los finales de cada uno»,
en Ocios de mi juventud, Poesías líricas: en continuación de Los eruditos a la violeta,
Madrid, imprenta de Isidoro de Hernández Pacheco, 1781
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