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Josep Pla (Palafrugell, 08.03.1897 - Llofriu, 23.04.1981), en la puerta del Mas Pla, fotografía de cubierta de la revista Destino, N.º 1022, 09.03.57, foto: Dimas |
A media tarde se pone a llover —una
lluvia fina, densa, menuda, pausada—. No corre ni pizca de aire. El cielo es
gris y bajo. Oigo caer la lluvia sobre la tierra y los árboles del jardín. Produce
un rumor sordo y lejano —como el del mar en invierno—. Lluvia de marzo, fría,
glacial. A medida que va cayendo la tarde, el cielo, de gris, se vuelve de un
blanco de gasa —lívido, irreal—. Sobre el pueblo, pesando sobre los tejados, hay
un silencio espeso, un silencio que se palpa. El rumor del agua que cae lo alarga en una
música vaga. Sobre este sonsonete, veo flotar mi obsesión del día: ¡Veintiún
años!
Ver caer la lluvia, al final, me
adormece. No sé qué hacer. Tendría, es evidente, que estudiar, repasar los
libros de texto, para sacarme de encima esta pesada carrera de abogado. No hay manera.
Si a menudo no puedo resistir la tentación de leer los papeles que encuentro
por las calles, ante esta clase de libros la curiosidad se me cierra a cal y
canto.
Decido empezar este dietario.
Escribiré —lo justo para pasar el rato, a la buena de Dios— lo que se me vaya
ocurriendo.
Josep Pla, El cuaderno gris, Unidad Editorial, 1999, págs. 9-10, trad. Dionisio Ridruejo y Gloria de Ros.
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