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Manuel Chaves Nogales, Semana Santa en Sevilla, Almuzara, 2013 |
Democracia,
hasta cierto punto
El cabildo de las Hermandades se reúne dos
veces al año: una, antes de la Semana Santa, para acordar la salida procesional,
y otra, después, para la aprobación de las cuentas. Las Hermandades tienen una
constitución democrática, naturalmente, corrompida. Teóricamente, todos los
cofrades tienen los mismos deberes y derechos; pero, en realidad, cada cofradía
es una organización caciquil perfecta. Lo decimos, no en su daño, sino en su
elogio; ya hubiese querido España que su régimen político se hubiese cimentado sobre
una fórmula de convivencia como la que disfrutan las Hermandades. Una cosa así
hubiese sido lo que, seguramente, soñaron Cánovas, el conde de Romanones o
Lerroux.
Cuando
se reúne el cabildo, todos los hermanos tienen voz y voto. Claro está que sólo osa
hablar y votar a su antojo quien tiene autoridad para ello. Autoridad quiere
decir solvencia económica para pagar 1as deudas que se contraigan, espíritu de
sacrificio para trabajar sin remuneración, o bien tradición dentro de la
Hermandad. Cuando un capigorrón cualquiera, un hermanuco trashumante e insolvente,
toma la palabra en el cabildo y quiere que se haga esto, lo otro o lo de más
allá, sólo para ejercitar su democrático derecho como cualquier orador de
mitin, no se le hace ningún caso, y si protesta se le hace callar. En la
Hermandad se hace siempre lo que quiere el hermano mayor, que muchas veces
suele ser un simple cofrade oculto detrás de un aparatoso hermano mayor
puramente decorativo.
Manuel Chaves
Nogales, Semana Santa en Sevilla,
Almuzara, 2013, p. 70 (publicado originalmente en Ahora, diario gráfico, N.º 1.330, 31.03.1935, s. p.)
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