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Un grupo de armaos de la Macarena con el antiguo senatus llamado popularmente el Pájaro, foto: Nicolás Müller (1951), fuente: Fotos antiguas de la Semana Santa sevillana (Facebook) |
CAPÍTULO 35. De los bienes espirituales sabrosos que
distintamente pueden caer en la voluntad. Dice de cuántas maneras sean.
1. A cuatro géneros (de bienes) podemos reducir todos los
que distintamente pueden dar gozo a la voluntad, conviene a saber: motivos,
provocativos, directivos y perfectivos; de los cuales iremos diciendo por su
orden, y primero, de los motivos, que son: imágenes y retratos (de Santos,
oratorios y ceremonias.
2. Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede
haber mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes para el
culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a devoción, como la
aprobación y uso que tiene de ellas nuestra Madre la Iglesia (muestra), (por lo
cual siempre conviene que nos aprovechemos de ellas para despertar nuestra
tibieza), hay muchas personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de
ellas que no en lo que representan.
3. El uso de las imágenes para dos principales fines le
ordenó la Iglesia, es a saber: para reverenciar a los Santos en ellas, y para
mover la voluntad y despertar la devoción por ellas a ellos; y cuanto sirven de
esto son provechosas y el uso de ellas necesario. Y, por eso, las que más al
propio y vivo están sacadas y más mueven la voluntad a devoción, se han de
escoger, poniendo los ojos en esto más que en el valor y curiosidad de la
hechura y su ornato. Porque hay, como digo, algunas personas que miran más en
la curiosidad de la imagen y valor de ella que en lo que representa; y la
devoción interior, que espiritualmente han de enderezar al santo invisible,
olvidando luego la imagen, que no sirve más que de motivo, la emplean en el
ornato y curiosidad exterior, de manera que se agrade y deleite el sentido y se
quede el amor y gozo de la voluntad en aquello. Lo cual totalmente impide al
verdadero espíritu, que requiere aniquilación del afecto en todas las cosas
particulares.
4. Esto se verá bien por el uso abominable que en estos
nuestros tiempos usan algunas personas que, no teniendo ellas aborrecido el traje
vano del mundo, adornan a las imágenes con el traje que la gente vana por
tiempo va inventando para el cumplimiento de sus pasatiempos y vanidades, y del
traje que en ellas es reprendido visten las imágenes, cosa que a ellas fue tan
aborrecible, y lo es; procurando en esto el demonio y ellos en el canonizar sus
vanidades, poniéndolas en los santos, no sin agraviarles mucho. Y de esta
manera, la honesta y grave devoción del alma, que de sí echa y arroja toda
vanidad y rastro de ella, ya se les queda en poco más que en ornato de muñecas,
no sirviéndose algunos de las imágenes más que de unos ídolos en que tienen
puesto su gozo. Y así, veréis algunas personas que no se hartan de añadir
imagen a imagen, y que no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no
estén puestas sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al sentido; y la
devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento tienen en esto como Micas
en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su casa dando voces porque se
los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo ido mucho camino y muy enojado
por ellos, trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).
5. La persona devota de veras en lo invisible principalmente
pone su devoción, y pocas imágenes ha menester y de pocas usa, y de aquellas
que más se conforman con lo divino que con lo humano, conformándolas a ellas y
a sí en ellas con el traje del otro siglo y su condición, y no con este, porque
no solamente no le mueve el apetito la figura de este siglo, pero aun no se
acuerda por ella de él, teniendo delante los ojos cosa que a él se parezca. Ni
(en) esas de que usa tiene asido el corazón, porque, si se las quitan, se pena
muy poco; porque la viva imagen busca dentro de sí, que es Cristo crucificado,
en el cual antes gusta de que todo se lo quiten y que todo le falte. Hasta los
motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos, queda quieto. Porque
mayor perfección del alma es estar con tranquilidad y gozo en la privación de
estos motivos que en la posesión con apetito y asimiento de ellos. Que, aunque
es bueno gustar de tener aquellas imágenes que ayuden al alma a más devoción
(por lo cual se ha de escoger la que más mueve), pero no es perfección estar
tan asida a ellas que con propiedad las posea, de manera que, si se las
quitaren, se entristezca.
6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con
propiedad estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su devoción
y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al propio que otras y
excitar más la devoción unas que otras, conviene aficionarse más a unas que a
otras por esta causa sólo y no con la propiedad y asimiento que tengo dicho, de
manera que lo que ha de llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando
luego eso y esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el
gozo de los instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para ayuda de esto, ya
por mi imperfección me sirve para estorbo, y no menos que el asimiento y
propiedad de otra cualquiera cosa.
San Juan de la Cruz, La
subida del Monte Carmelo (1579 - 1583), Libro Tercero, Cap. 35 (fragmento), edición online en Documenta Catholica Omnia.
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