Jaula procesional de la Virgen de la Cabeza (c. 1580), actualmente, en el museo del Santuario |
-Mi
peregrinación es la que usan algunos peregrinos: quiero decir que siempre es la
que más cerca les viene a cuento para disculpar su ociosidad; y así, me parece
que será bien deciros que por ahora voy a la gran ciudad de Toledo, a visitar a
la devota imagen del Sagrario, y desde allí me iré al Niño de la Guardia , y, dando una
punta, como halcón noruego, me entretendré con la santa Verónica de Jaén, hasta
hacer tiempo de que llegue el último domingo de abril,
en cuyo día se celebra en las entrañas de Sierra Morena, tres leguas de la
ciudad de Andújar, la fiesta de Nuestra Señora de la Cabeza , que es una de las
fiestas que en todo lo descubierto de la tierra se celebra; tal es, según he
oído decir, que ni las pasadas fiestas de la gentilidad, a quien imita la de la Monda de Talavera, no le han
hecho ni le pueden hacer ventaja. Bien quisiera yo, si fuera posible, sacarla
de la imaginación, donde la tengo fija, y pintárosla con palabras, y ponérosla
delante de la vista, para que, comprehendiéndola, viérades la mucha razón que
tengo de alabárosla; pero esta es carga para otro ingenio no tan estrecho como
el mío. En el rico palacio de Madrid, morada de los reyes, en una galería, está
retratada esta fiesta con la puntualidad posible: allí está el monte, o por
mejor decir, peñasco, en cuya cima está el monasterio que deposita en sí una
santa imagen, llamada de la
Cabeza , que tomó el nombre de la peña donde habita, que
antiguamente se llamó el Cabezo, por estar en la mitad de un llano libre y
desembarazado, solo y señero de otros montes ni peñas que le rodeen, cuya
altura será de hasta un cuarto de legua, y cuyo circuito debe de ser de poco
más de media. En este espacioso y ameno sitio tiene su asiento, siempre verde y
apacible, por el humor que le comunican las aguas del río Jándula, que de paso,
como en reverencia, le besa las faldas. El lugar, la peña, la imagen, los
milagros, la infinita gente que acude de cerca y lejos, el solemne día que he
dicho, le hacen famoso en el mundo y célebre en España sobre cuantos lugares
las más estendidas memorias se acuerdan.
Suspensos
quedaron los peregrinos de la relación de la nueva, aunque vieja, peregrina, y
casi les comenzó a bullir en el alma la gana de irse con ella a ver tantas
maravillas; pero, la que llevaban de acabar su camino
no dio lugar a que nuevos deseos lo impidiesen.
Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Libro Tercero, Capítulo Sexto
No hay comentarios:
Publicar un comentario