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miércoles, 7 de mayo de 2025

Argollas




Argollas de la fachada principal del palacio de los Pérez de Vargas Gormaz, Andújar (comienzos s. XVII, los sombreros de tres picos añadidos a raíz del Motín de Esquilache), fotos: Antonio Erena, 06.05.25

martes, 26 de marzo de 2024

Martes Santo 2024

Juan de Reolid (atrib.), Cristo atado a la columna (segundo tercio s. XVI), y El Greco, La oración en el huerto (1605-10), iglesia de Santa María, Andújar, foto: Antonio Erena, 21.03.24

domingo, 30 de abril de 2023

Último domingo de abril

Dehesa florida (Bellis sylvestris y Echium plantagineum), carretera de Las Viñas de Peñallana al El Centenillo, foto: Antonio Erena, 29.04.22

Dios te salve, Virgen de la Cabeza, reina y madre de misericordia, que desde las solanas del Jándula, atalaya sois de las cumbres incómodas.

Vida, dulzura y esperanza nuestra en la grandeza de vuestro altar serrano, que cierran en columnas de rocas enmontadas los peñones del Tamujar y del Rosalejo, sobre los azules retablos de la Sierra Madrona.

Dios te salve, Patrona de los viejos monteros.

A ti llamamos, Señora de las pedrizas y de las umbrías, los desterrados hijos de Eva, que ven en Vos, la luz inmaterial que ilumina los riscos.

A ti suspiramos, Patrona de los portillos y de las manchas, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, que a tus pies dividimos para tu patronazgo en esos valles del Estena y del Bembézar, del Bullaque y del Sardinilla, del Jándula y del Guadiana, que en el mapa de España mosaico son de nuestra humilde ofrenda.

Ea, pues, Señora, Abogada nuestra; desde tu alto Santuario, laureado y castrense, bendice aquellos suelos que tu mirar sencillo endulzó siempre y cierra donde la áspera negrura de Los Alarcones y El Contadero, hasta la sonrisa soleada de Valdelagrana y El Socor, el garabato femenino de tu bendición generosa.

Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, para que la fuerza de tu amparo se extienda a los lejanos alcornocales de Hornachuelos y de la Sierra de San Pedro; a los bravíos montes de Ciudad Real y de Toledo; a las nieves del Pirineo y de Cantabria, donde unos hombres de buena voluntad, adorando a la Creación entera, en ti adoran a la más alta y tierna de las criaturas.

Y después de este destierro, Virgen Santa de Andújar, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima! ¡Oh piadosa! ¡Oh dulce siempre Virgen María! Protege a cuantos aman las soledades que te sirven de manto y el aire puro que es corona de luz en tu Santuario.

Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar tus mercedes en el servicio de una caballerosa regla de intemperies, que ya condujo a Eustaquio el Romano, a Germán el Galo y a Huberto el de Aquitania, por la senda que lleva a gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Jaime de Foxá, Salve de los monteros

lunes, 7 de noviembre de 2022

Up & Down

 
La Virgen de la Cabeza sube a su santuario desde Andújar por el Camino Viejo
Foto: José Joaquín Quesada, 5.11.22
Yo no sé qué tiene mi Virgencita de la Cabeza
que de todas partes viene la gente sólo por verla.
Yo la contemplo, con aire entusiasmado,
a esa serrana que me tiene locamente enamorado.
¡Venga castañuelas, venga guitarras, venga alegría!
¡Móntate a mi grupa y vente conmigo a la romería!
Vamos cantando
en busca de una ilusión;
que muy cerca de los cielos
te voy a enseñar la ermita
donde se guarda el tesoro,
el que más quiero y adoro,
donde tengo el corazón.
 
Yo no sé qué tiene mi Virgencita de la Cabeza
que de todas partes viene la gente sólo por verla.
Yo la contemplo, con aire entusiasmado,
a esa serrana que me tiene locamente enamorado.
¡Venga castañuelas, venga guitarras, venga alegría!
¡Móntate a mi grupa y vente conmigo a la romería!
Y, entre romeros, a la cima llegarás;
y, entre vivas y saludos, gozarás;
y, con lágrimas en los ojos,
con tu boca cantarás:
 
«Al cerro subimos,
con grande fervor,
a ver a María,
la Madre de Dios.
Ave, ave, ave María;
ave, ave, ave María».
 
Letra de Joaquín Colodrero Ávalos para
Aires de romería, pasacalle de Emilio Díaz.

miércoles, 4 de mayo de 2022

Solitario

Luis Aldehuela, Monumento a Solitario, carretera Andújar-Puertollano, km 27
Foto: Antonio Erena (29.04.22)
No. Poblamos la sierra porque el hombre la teme y no la frecuenta. Porque es hostil a su débil fisiología y sus pobres sentidos adormilados. Porque significa para ellos un medio odioso, asfixiante en verano, gélido en el invierno y amenazador siempre.
Y al temer a la sierra, al rehuirla, nos la cede entera. Como es, con sus defectos y con su hermosura: violenta, peligrosa, despiadada, aunque fabulosamente bella…
El hombre se pierde, se desorienta en sus vericuetos de laberinto; se olvida incluso de que es inteligente cuando se encuentra cara a cara con la sierra. Quizá por eso la haya abandonado sin discutirnos el derecho a habitarla. Por eso también, desgraciadamente, procura vencerla y dominarla descuajando sus lomas, recortando sus manchones, convirtiendo en páramos pelados sus laderas.
Pero, por hoy, es nuestra; aunque temporalmente y rifle en mano, se asomen a sus bordes, para aniquilarnos, unos pocos ejemplares humanos que no serían siquiera capaces de cruzar un horcajo en noche encapotada.
La sierra es nuestra aunque ellos en los libros gordos donde anotan sus cosas se distribuyan artificiosamente la propiedad del suelo. Tan nuestra que, mientras algunos de los que se dicen sus dueños apenas la conocen, nosotros vivimos en ella, comemos de ella, sobre ella dormimos y en ella nacemos. Tan nuestra, que casi somos tierra de su tierra a fuerza de hozar bajo su piel y revolcarnos en sus charcas fangosas.
¡Y a fe que es bonita!... Y a veces, hasta amable. Nuestros enemigos de dos pies ni la sienten ni la aman; pero si una mañana de primavera, con azuladas neblinas en los bajos y la salpicadura multicolor de las peonías en las vegas humildes o de las adelfas arropando el arroyo, bajaran a los barrancos que tanto evitan, se quedarían confusamente extasiados, abrirían bien los ojos atrofiados y dejarían de habitar en sus chozos mugrientos o en su sucias aglomeraciones de manada, malolientes a estiércol de gallina y a podridas verduras.
¡Cómo huele en cambio la sierra!... ¡A qué perfumes, honrados y gozosos de intemperie!... ¡Cómo vive y se agita de noche, cuando ellos duermen y los seres libres vagamos a nuestro antojo bajo las estrellas!

Jaime de Foxá, Solitario, 4.ª ed. septiembre de 1992, p. 50 (fragmento)

viernes, 29 de abril de 2022

La flor de la jara

Flor de la jara blanca (Cistus albidus), río Eliche, Los Villares
Foto: Antonio Erena (28.04.22)

Flor de la jara pringosa (Cistus ladanifer), Sierra Morena, Andújar
Foto: Antonio Erena (29.04.22)

domingo, 24 de abril de 2022

Ayer y hoy 28

La procesión de la Virgen de la Cabeza este año de 2022
Foto: José Joaquín Quesada (24.04.22)

La procesión de la Virgen de la Cabeza en 1922
Exposición «Recuerdos de la Virgen de la Cabeza»
Casa de Cultura de Andújar, abril-mayo 2022

sábado, 23 de abril de 2022

Locus amoenus 15

La ribera del río Jándula en Lugar Nuevo, Andújar
Foto: José Joaquín Quesada (23.04.22)
Fundación Garcilaso de la Vega (página web)

Corrientes aguas puras, cristalinas,
árboles que os estáis mirando en ellas,
verde prado de fresca sombra lleno,
aves que aquí sembráis vuestras querellas,
hiedra que por los árboles caminas,
torciendo el paso por su verde seno:
yo me vi tan ajeno
del grave mal que siento
que de puro contento
con vuestra soledad me recreaba,
donde con dulce sueño reposaba,
o con el pensamiento discurría
por donde no hallaba
sino memorias llenas d’alegría;
 
Garcilaso de la Vega, Égloga 1 (fragmento)

jueves, 2 de julio de 2020

Reloj

Torre del Reloj, Andújar, foto: Antonio Erena, 26.06.20
Habas contadas (anterior entrada del blog)

Cuando en la noche sombría
Con la luna cenicienta,
De un alto reloj se cuenta
La voz que dobla a compás;
Si al cruzar la extensa plaza
Se ve en su tarda carrera
Rodar la mano en la esfera,
Dejando un signo detrás,
Se fijan allí los ojos,
Y el corazón se estremece,
Que según el tiempo crece,
Más pequeño el tiempo es;
Que va rodando la mano,
Y la existencia va en ella,
Y es la existencia más bella
Porque se pierde después.
¡Tremenda cosa es pasando
Oír, entre el ronco viento,
Cuál se despliega violento
Desde un negro capitel
El son triste y compasado
Del reloj, que da una hora
En la campana sonora
Que está colgada sobre él!
Aquel misterioso círculo,
De una eternidad emblema,
Que está como un anatema
Colgado en una pared,
Rostro de un ser invisible
En una torre asomado,
Del gótico cincelado
Envuelto en la densa red,
Parece un ángel que aguarda
La hora de romper el nudo
Que ata el orbe, y cuenta mudo
Las horas que ve pasar;
Y avisa al mundo dormido,
Con la punzante campana,
Las horas que habrá mañana
De menos al despertar.
Parece el ojo del tiempo,
Cuya viviente pupila
Medita y marca tranquila
El paso a la eternidad;
La envió a reír de los hombres
La Omnipotencia divina,
Creó el sol que la ilumina,
Porque el sol es la verdad.
Así a la luz de esa hoguera
Que ha suspendido en la altura,
Crece la humana locura,
Mengua el tiempo en el reló;
El sol alumbra las horas
Y el reloj los soles cuenta,
Porque en su marcha violenta
No vuelva el sol que pasó.
Tremenda cosa es, por cierto,
Ver que un pueblo se levanta
Y se embriaga y ríe y canta
De una plaza en derredor;
Y ver en la negra torre
Inmoble un reloj marcando
Las horas que va pasando
En su báquico furor.
Tal vez detrás de la esfera
Algún espíritu yace
Que rápidamente hace
Ambos punzones rodar
Quizá al declinar el día,
Para hundirse en Occidente
Asoma la calva frente,
El universo a mirar.
Quizá a la luz de la luna
Allá en la noche callada,
Sobre la torre elevada
A meditar se asentó:
Y por la abierta ventana,
Angustiado el moribundo,
Al despedirse del mundo
De horror transido le vio.
Quizá asomando a la esfera
La noche pasa y los días,
Marcando la hora postrera
De los que habrán de morir;
Quizá, la esfera arrancando,
Asome al oscuro hueco
El rostro nervioso y seco
Con sardónico reír.

¡Ay, que es muy duro el destino
De nuestra existencia ver
En un misterioso círculo
Trazado en una pared!
Ver en números escrito
De nuestro orgulloso ser
La miseria..., el polvo..., nada,
Lo que será nuestro fue.
Es triste oír de una péndola
El compasado caer
Como se oyera el rüido
De los descarnados pies
De la muerte, que viniera
Nuestra existencia a romper;
Oír su golpe acerado
Repetido una, dos, tres,
Mil veces, igual, continuo
Como la primera vez.
Y en tanto por el Oriente
Sube el sol, vuelve a caer,
Tiende la noche su sombra,
Y vuelve el sol otra vez,
Y viene la primavera,
Y el crudo invierno también,
Pasa el ardiente verano,
Pasa el otoño, y se ven
Tostadas hojas y flores
Desde las ramas caer.
Y el reloj dando las horas
Que no habrán más de volver;
Y murmurando a compás
Una sentencia cruel,
Susurra el péndulo: «¡Nunca,
Nunca, nunca vuelve a ser
Lo que allá en la eternidad
Una vez contado fue!»

José Zorrilla, El reloj

domingo, 26 de abril de 2020

Morenita

Azulejo con texto de Antonio Machado en la casa de la Cofradía de Bailén, Cerro de la Virgen de la Cabeza, Andújar, foto: Antonio Erena, 3.06.18
CLXXI 
A LA MANERA DE JUAN DE MAIRENA
Apuntes para una geografía emotiva de España
 

¡Torreperogil!
¡Quién fuera una una torre, torre del campo
del Guadalquivir!
 
II 
Sol en los montes de Baza.
Mágina y su nube negra.
En el Aznaitín afila
su cuchillo la tormenta.
 
III 
En Garcíez
hay más sed que agua;
en Jimena, más agua que sed.
 
IV 
¡Qué bien los nombres ponía
quien puso Sierra Morena
a esta serranía!
 
V 
En Alicún se cantaba:
“Si la luna sale,
mejor entre los olivos
que en los espartales.”
 
VI 
Y en la sierra de Quesada:
“Vivo en pecado mortal:
no te debiera querer;
por eso te quiero más.”
 
VII 
Tiene una boca de fuego
y una cintura de azogue.
Nadie la bese.
Nadie la toque.
Cuando el látigo del viento
suena en el campo: ¡amapola!
(como llama que se apaga
o beso que no se logra)
su nombre pasa y se olvida.
Por eso nadie la nombra.
Lejos, por los espartales,
más allá de los olivos,
hacia las adelfas
y los tarayes de río,
con esta luna de la madrugada,
¡amazona gentil del campo frío!...
 
Antonio Machado, Cancionero apócrifo

jueves, 12 de octubre de 2017

Agarre - Perritos 18

Luis Aldehuela, Agarre en el río, colección particular, Madrid
Foto: Antonio Erena
La vida animal culmina en el miedo. Sortea el venado, certero, el obstáculo; con precisión milimétrica se enhebra raudo por el hueco entre dos troncos. Hocico al venteo, corvo hacia atrás el cuello, deja gravitar a su paso la regia astamenta que equilibra su acrobacia, como el balancín la del funámbulo. Gana espacio con prisa de meteoro. Su pezuña apenas toca la tierra; más bien —como dice Nietzsche del bailarín— se limita a reconocerla con la punta del pie; reconocerla para eliminarla, para dejársela atrás. De súbito, sobre el lomo de un jaro aparece al cazador el ciervo; lo ve sesgar el cielo con garbo de constelación, lanzando allá al dispararse los resortes de sus cabos finísimos. El brinco de corzo o venado —y más aún el de ciertos antílopes— es, acaso, el acontecimiento más bonito que se da en la Naturaleza. De nuevo gana el suelo a distancia, y acelera su fuga porque le andan ya en los jarretes resoplando los perros —los perros, fautores de todo este vértigo, que han transmitido al monte su genial frenesí y ahora, en pos de la pieza, con la lengua péndula, tendidos a todo su largo los cuerpos, galopan obsesos: podenco, alano, sabueso, lebrel.

José Ortega y Gasset,
A “Veinte años de caza mayor” del conde de Yebes (prólogo, fragmento)

lunes, 1 de mayo de 2017

Jara

Jara pringosa (Cistus ladanifer f. maculatus)

Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
Flor de la jara, que hoy floreces
blanca, estrellada de carmín,
a la mañana, ¡cuántas veces
te he recordado en mi jardín!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
¡Eras la gracia y la armonía,
eras la paz y la canción,
lo que llenaba de alegría
la soledad del corazón!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.
Hoy que apareces, Blanca, para
llevarme al cielo que perdí,
¡oh, Blanca! ¡oh, luz, flor de la jara!
¡di que eres toda para mí!
Ponte de blanco, Blanca, para
ver en el monte la flor de la jara.

Juan Ramón Jiménez, La jara