Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados Fuente: Público |
Quo usque tandem abutere,
Catilina, patientia nostra? quam diu etiam furor iste tuus nos eludet? quem ad
finem sese effrenata iactabit audacia? Nihilne te nocturnum praesidium Palati,
nihil urbis vigiliae, nihil timor populi, nihil concursus bonorum omnium, nihil
hic munitissimus habendi senatus locus, nihil horum ora voltusque moverunt?
Patere tua consilia non sentis, constrictam iam horum omnium scientia teneri
coniurationem tuam non vides? Quid proxima, quid superiore nocte egeris, ubi
fueris, quos convocaveris, quid consilii ceperis, quem nostrum ignorare
arbitraris? O tempora, o mores! Senatus haec intellegit. Consul videt; hic
tamen vivit. Vivit? immo vero etiam in senatum venit, fit publici consilii
particeps, notat et designat oculis ad caedem unum quemque nostrum. Nos autem
fortes viri satis facere rei publicae videmur, si istius furorem ac tela
vitemus. Ad mortem te, Catilina, duci iussu consulis iam pridem oportebat, in
te conferri pestem, quam tu in nos [omnes iam diu] machinaris.
¿Hasta cuándo has de abusar de
nuestra paciencia, Catilina? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos
intentos? ¿A qué extremos sé arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No te arredran
ni la nocturna guardia del Palatino, ni la vigilancia en la ciudad, ni la
alarma del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados, ni este
protegidísimo lugar donde el Senado se reúne, ni las miradas y semblantes de
todos los senadores? ¿No comprendes que tus designios están descubiertos? ¿No
ves tu conjuración fracasada por conocerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de
nosotros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche; dónde estuviste; a
quiénes convocaste y qué resolviste? ¡Oh qué tiempos! ¡Qué costumbres! ¡El
Senado sabe esto, lo ve el cónsul, y, sin embargo, Catilina vive! ¿Qué digo
vive? Hasta viene al Senado y toma parte en sus acuerdos, mientras con la
mirada anota los que de nosotros designa a la muerte. ¡Y nosotros, varones
fuertes, creemos satisfacer a la república previniendo las consecuencias de su
furor y de su espada! Ha tiempo, Catilina, que por orden del cónsul debiste ser
llevado al suplicio para sufrir la misma suerte que contra todos nosotros,
también desde hace tiempo, maquinas.
Cicerón, Primera Catilinaria, I (trad. Juan Bautista Calvo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario