Ciprés (Cupressus sempervirens) de la ermita del Calvario, Torredonjimeno, foto: Antonio Erena, 28.04.19 |
I
Salen los niños
alegres
de la escuela,
poniendo en el aire
tibio
del abril canciones
tiernas.
¡Qué alegría tiene el
hondo
silencio de la
calleja!
Un silencio hecho
pedazos
por risas de plata
nueva.
II
Voy camino de la
tarde,
entre flores de la
huerta,
dejando sobre el
camino
el agua de mi
tristeza.
En el monte
solitario,
un cementerio de
aldea
parece un campo
sembrado
con granos de
calaveras.
Y han florecido
cipreses
como gigantes cabezas
que con órbitas
vacías
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte
contemplan.
¡Abril divino, que
vienes
cargado de sol y
esencias,
llena con nidos de
oro
las floridas
calaveras!
Federico García Lorca, «Canción primaveral», de
Libro de poemas (1921)
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