Álvaro Retana (26.08.1890 - 10.02.1970), autorretrato en su obra Historia del arte frívolo (1964) |
Yo me voy todas las
tardes
a merendar al hotel Ritz,
y tras el té suelo hacer mil locuras
con un galán que está loco por mí.
Juntos a bailar salimos,
nos enlazamos con pasión,
y al final tengo yo que decirle
toda llena de miedo y rubor:
¡Ay, no por Dios, no me baile usted así!
¡Ay, por favor, que me siento morir!
Tenga usted en cuenta que mira mamá
y si se fija nos va a regañar.
¡Ay, suélteme, no me oprima usted más!
Pues le diré, si me quiere asustar,
que soy cardíaca y por esta razón
no debo llevarme ninguna emoción.
Las mamás, cotorreando,
toman el té sin advertir
que en el salón, al bailar, las parejas
se hablan de amor con atroz frenesí.
A las tres o cuatro danzas
suele crecer nuestra ilusión,
y las niñas a coro decimos
rebosantes de satisfacción:
¡Ay, yo no sé lo que pasa por mí,
pero ya ve que me siento feliz!
Siga bailando, aunque mire mamá,
que si se irrita ya se calmará.
¡Ay, qué placer es bailar un fox-trot
con un doncel que nos habla de amor!
Aunque cien años llegase a vivir
yo no olvidaría las tardes del Ritz.
Las tardes del
Ritz (c. 1919), letra de Álvaro Retana, música de Genaro Monreal
a merendar al hotel Ritz,
y tras el té suelo hacer mil locuras
con un galán que está loco por mí.
Juntos a bailar salimos,
nos enlazamos con pasión,
y al final tengo yo que decirle
toda llena de miedo y rubor:
¡Ay, no por Dios, no me baile usted así!
¡Ay, por favor, que me siento morir!
Tenga usted en cuenta que mira mamá
y si se fija nos va a regañar.
¡Ay, suélteme, no me oprima usted más!
Pues le diré, si me quiere asustar,
que soy cardíaca y por esta razón
no debo llevarme ninguna emoción.
Las mamás, cotorreando,
toman el té sin advertir
que en el salón, al bailar, las parejas
se hablan de amor con atroz frenesí.
A las tres o cuatro danzas
suele crecer nuestra ilusión,
y las niñas a coro decimos
rebosantes de satisfacción:
¡Ay, yo no sé lo que pasa por mí,
pero ya ve que me siento feliz!
Siga bailando, aunque mire mamá,
que si se irrita ya se calmará.
¡Ay, qué placer es bailar un fox-trot
con un doncel que nos habla de amor!
Aunque cien años llegase a vivir
yo no olvidaría las tardes del Ritz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario