José Garnelo y Alda, El guardián de la casa, Museo Garnelo, Montilla Foto: Antonio Erena, 03.05.19 |
«Llegamos, pues, por nuestras
jornadas contadas a Montilla, villa del famoso y gran cristiano Marqués de
Priego, señor de la casa de Aguilar y de Montilla. Alojaron a mi amo, porque él
lo procuró, en un hospital; echó luego el ordinario bando, y, como ya la fama
se había adelantado a llevar las nuevas de las habilidades y gracias del perro
sabio, en menos de una hora se llenó el patio de gente. Alegróse mi amo viendo
que la cosecha iba de guilla, y mostróse aquel día chacorrero en demasía. Lo
primero en que comenzaba la fiesta era en los saltos que yo daba por un aro de
cedazo, que parecía de cuba: conjurábame por las ordinarias preguntas, y cuando
él bajaba una varilla de membrillo que en la mano tenía, era señal del salto; y
cuando la tenía alta, de que me estuviese quedo. El primer conjuro deste día
(memorable entre todos los de mi vida) fue decirme: ''Ea, Gavilán amigo, salta
por aquel viejo verde que tú conoces que se escabecha las barbas; y si no
quieres, salta por la pompa y el aparato de doña Pimpinela de Plafagonia, que
fue compañera de la moza gallega que servía en Valdeastillas. ¿No te cuadra el
conjuro, hijo Gavilán? Pues salta por el bachiller Pasillas, que se firma
licenciado sin tener grado alguno. ¡Oh, perezoso estás! ¿Por qué no saltas?
Pero ya entiendo y alcanzo tus marrullerías: ahora salta por el licor de
Esquivias, famoso al par del de Ciudad Real, San Martín y Ribadavia''. Bajó la
varilla y salté yo, y noté sus malicias y malas entrañas».
Miguel de Cervantes, «El coloquio
de los perros», Novelas ejemplares
(habla Berganza)
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