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Gilesbertus de Autun, Capitel del sueño de los Reyes Magos (1125-1145), catedral de San Lázaro, Autun, Francia, fuente: Wikimedia Commons |
Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea en tiempos del rey
Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde
está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y
venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y toda
Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y
les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: «En Belén
de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no
eres ni mucho menos la última de las poblaciones de Judá, pues de ti saldrá un
jefe que pastoreará a mi pueblo Israel”». Entonces Herodes llamó en secreto a
los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella,
y los mandó a Belén, diciéndoles: «Id y averiguad cuidadosamente qué hay del
niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo». Ellos,
después de oír al rey, se pusieron en camino y, de pronto, la estrella que
habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde
estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en
la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron;
después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y
habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se
retiraron a su tierra por otro camino.
Mateo 2:1-12 (Biblia de la Conferencia Episcopal Española)
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