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Casa de los Gramáticos, Brihuega, que fue del periodista y escritor Manuel Leguineche, foto: Antonio Erena, 02.02.25 |
Estamos como quien dice atemorizados ante la idea de quién llamará a la puerta: el catastro, Hacienda, el agente del Ayuntamiento con una multa, un impuesto, la policía…
Josep Pla, a través de su tío Eduardo, advierte en La calle estrecha sobre los peligros de la vida provinciana, la angustia del tedio, el narcisismo al que se llega a través de la soledad, del ambiente de campanario: «No vayas al café — recomienda— no juegues a cartas. No frecuentes tertulias estúpidas alimentadas por chismorreos pornográficos o insignificantes anécdotas políticas. Si lo haces quedarás asfixiado por el ambiente. Todo lo verás a través de esa atmósfera en una escala infinitamente pequeña. El ambiente pueblerino satisface porque es cómodo, fácil, asequible, porque todo se halla el alcance de la mano. Pero la misma insignificancia de las cosas lo convierte en un soporífero. Uno termina confundiendo a Napoleón con la cabeza de los vigilantes nocturnos y a Mr Churchill con el oficial de secretaría». En fin, que intoxicado de tonterías «las ilusiones se desvanecen, la voluntad se agota, se pierde el sentido del humor y el de la paciencia».
Si eso ocurre es que te has equivocado de pueblo. Hoy las conversaciones de tertulias están plagadas de comadreos, de referencias televisivas. En cambio en un pueblo como Cañizar, apenas si se habla de Isabel Preysler. Interesa más lo más próximo. Se valoran la falta de pretenciosidad, las pequeñas y apasionadas cosas, el ardor con el que cada testarudo defiende sus tesis y sus manías. A esta misma hora en un salón literario se ponen a caldo unos a otros. Si te gusta el campo, la taberna será la caja de resonancia de lo que ha ocurrido en el campo. ¿Es que eso no enriquece? No existe ningún ser humano que esté totalmente desprovisto de interés, creía Pla. Esa originalidad, esa diferencia, esa receptividad y humanidad son las que habrás de aprovechar. Para lo demás está la tele:
Somos entre tanto felicesSeven o’clock.
Todo es bar y delicia oscura
¡Televisión!
(Jorge Guillén)
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