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Portales de Chapero Fotos: Antonio Erena, Brihuega, 02.02.25 |
El
viajero piensa que a su amigo el viejo le pasa como a Brihuega —que antes,
¡había que verla!—, y como a todo el mundo y a todas las cosas. El viajero, que
hoy prefiere no entristecerse, se levanta, se despide del viejo y tira hacia
adelante, por la cuesta abajo. Pasa unos soportales —vigas de madera, como
columnas, y un adoquín de piedra, de base— y llega hasta un tenducho
abigarrado, vario, tentador, que parece puesto por el Patronato del Turismo.
El dueño es un viejo zorro, bizco, retaco, maleado, que sabe muy bien dónde le aprieta el zapato. Habla de todo y sobre todo y se las da de poeta y hombre cultivado.
—Sea usted bienvenido a la casa Portillo.
—Muchas gracias.
—La casa Portillo es una casa muy seria.
—No lo dudo.
El hombre habla con grandes aspavientos, dando gritos, arrugando la cara, levantando los brazos.
—Yo soy el célebre cicerone que enseña la población.
—Muy bien.
—Aquí son todos muy ignorantes, no saben distinguir.
—Hombre, habrá de todo.
—No, señor; no hay de nada. Aquí son todos muy ignorantes, no saben distinguir.
—Bueno, bueno.
—Mi nombre es Julio Vacas, aunque me llaman Portillo. En este pueblo cada hijo de vecino tiene su apodo, aquí no se libra nadie. Aquí tenemos un Capazorras, un Tamarón y un Quemado. Aquí hay un Chapitel, un Costelero, un Pincha y un Caganidos. Aquí hay un Monafrita y un Cabezón, un Mahoma y un Padre Eterno, un Caldo y Agua y un Caracuesta, un Chil y Huevo y un Cabrito Ahumado, un Fraysevino, un Insurrecto, un Píoloco y un Mancobolo, un Taconeo, un Futiqui y un Pilatos; aquí, señor mío, no nos privamos de nada.
—Ya veo, ya.
—Y a todos juntos nos dicen bufones y borrachos los de los pueblos de al lado.
Camilo José Cela, Viaje a la Alcarria, IV, Brihuega (fragmento).
El dueño es un viejo zorro, bizco, retaco, maleado, que sabe muy bien dónde le aprieta el zapato. Habla de todo y sobre todo y se las da de poeta y hombre cultivado.
—Sea usted bienvenido a la casa Portillo.
—Muchas gracias.
—La casa Portillo es una casa muy seria.
—No lo dudo.
El hombre habla con grandes aspavientos, dando gritos, arrugando la cara, levantando los brazos.
—Yo soy el célebre cicerone que enseña la población.
—Muy bien.
—Aquí son todos muy ignorantes, no saben distinguir.
—Hombre, habrá de todo.
—No, señor; no hay de nada. Aquí son todos muy ignorantes, no saben distinguir.
—Bueno, bueno.
—Mi nombre es Julio Vacas, aunque me llaman Portillo. En este pueblo cada hijo de vecino tiene su apodo, aquí no se libra nadie. Aquí tenemos un Capazorras, un Tamarón y un Quemado. Aquí hay un Chapitel, un Costelero, un Pincha y un Caganidos. Aquí hay un Monafrita y un Cabezón, un Mahoma y un Padre Eterno, un Caldo y Agua y un Caracuesta, un Chil y Huevo y un Cabrito Ahumado, un Fraysevino, un Insurrecto, un Píoloco y un Mancobolo, un Taconeo, un Futiqui y un Pilatos; aquí, señor mío, no nos privamos de nada.
—Ya veo, ya.
—Y a todos juntos nos dicen bufones y borrachos los de los pueblos de al lado.
Camilo José Cela, Viaje a la Alcarria, IV, Brihuega (fragmento).
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