Vista del valle del Guadalquivir y Sierra Mágina desde el paseo del Obispo de Baeza Foto: Antonio Erena, 7.12.18 |
De la ciudad moruna
tras las murallas
viejas,
yo contemplo la tarde
silenciosa,
a solas con mi sombra
y con mi pena.
El río va corriendo,
entre sombrías
huertas
y grises olivares,
por los alegres
campos de Baeza.
Tienen las vides
pámpanos dorados
sobre las rojas
cepas.
Guadalquivir, como un
alfanje roto
y disperso, reluce y
espejea.
Lejos, los montes
duermen
envueltos en la
niebla,
niebla de otoño,
maternal; descansan
las rudas moles de su
ser de piedra
en esta tibia tarde
de noviembre,
tarde piadosa,
cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de
la carretera,
levantando en rosados
torbellinos
el polvo de la
tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y
llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se
alejan,
buscando los
dispersos caseríos
del valle y de la
sierra.
Caminos de los
campos…
¡Ay, ya, no puedo
caminar con ella!
Antonio Machado, CXVIII, «Caminos»,
de Campos de Castilla (versión de 1917)
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