lunes, 18 de noviembre de 2024

Entierro

Juan Rodríguez Jaldón, El entierro (1941), Ayuntamiento de Carmona, foto: Jl FilpoC, Wikimedia Commons
En el pueblo había muchas cofradías, especialmente de Semana Santa, y cada una de ellas tenía sus correspondientes insignias de gallardetes y banderas.

Era derecho, adquirido en vida por el cofrade difunto, que las insignias asistieran a su entierro. Estas insignias iban precediendo la procesión funeral hasta la iglesia parroquial.

Se había introducido, con el tiempo, una corruptela, y es que se alquilaban tales insignias aun cuando el difunto no había sido cofrade. La módica cantidad que se cobraba por este alquiler iba a ingresar los fondos de la cofradía para atender sus gastos específicos.

Las insignias cofradieras eran portadas en el entierro generalmente por ancianos necesitados o tarados físicamente, a los que se les gratificaba con cierta cantidad de dinero, mayor o menor, según fuera el entierro a la iglesia parroquial, al límite de la población —llamado «las cuatro esquinas»— o al cementerio. Esto en muy pocos casos.

Este desfile de hombres ancianos o tarados, mal trajeados, portando estandartes o gallardetes, era una cosa deplorable que ha sido saludablemente suprimida en estos últimos años.

 Juan Montijano Chica, Historia de la Ibérica Tosiria. La actual Torredonjimeno, Madrid, 1983, págs. 253-254.

No hay comentarios:

Publicar un comentario