Leopoldo y Antonio en la calle de los Caballeros Santiaguistas de Segura de la Sierra, al fondo El Yelmo Foto: Concha Fuentes, 28.08.16 |
Triples (+ 2) 5 - Parecidos razonables 9, anterior entrada del blog
O sea que olvidado,
o incrédulo del caso
sucedido,
o mal escarmentado,
¡oh peñasco
atrevido!,
llevas a las
estrellas frente osada
de ceño y de
carámbanos armada.
Debajo de ti truena,
que respeta tus
cumbres el verano,
y allá en tus faldas
suena
lluvioso invierno cano;
y donde eres al cielo
cama dura
das a Guadalquivir
cuna en Segura.
Por de más alto vuelo
te codiciara el
águila gloriosa,
pues arrimado al
cielo,
lo que no pudo él,
osa;
sobre Olimpo nos
muestras por momentos
las determinaciones
de los vientos.
Escondes a la vista
el yelmo con que
Júpiter Tonante,
armado en la
conquista,
si no te vio
triunfante,
te vio valiente y
animoso, y vemos
que hoy le arriman
escalas tus extremos.
Coronado de pinos,
el cerco blanco de la
luna enramas,
y en los astros
divinos,
que son etéreas
llamas,
te enciendes perturbando antiguas paces,
y al cielo vecindad
medrosa haces.
Son parto de tus
peñas
Mundo y Guadalquivir,
famosos ríos,
y luego los despeñas
por altos montes
fríos,
de tan soberbios y
ásperos lugares,
que parece que
llueves los que pares.
Baja recién nacido
Guadalquivir, y llega
tan cansado,
que le ve encanecido
en su niñez el prado,
con la espuma que
hace y con la nieve,
por duros cerros
resbalando leve.
Ceñido en breve
orilla,
llega a tomar el
cetro de los ríos,
y en cercando a
Sevilla,
le coronan navíos;
por ser tan noble su
primera fuente,
que es de los cielos
alto descendiente.
Con pasos perezosos,
al mar camina, como
va a la muerte,
y en senos procelosos
por tributo se
vierte;
donde yace del golfo
respetado
por lo que en él
Belisa se ha mirado
Francisco de Quevedo, «El Yelmo de Segura de la Sierra , monte muy alto al
Austro», silva de Las tres últimas musas castellanas
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