Caspar David Friedrich, Arbustos en la nieve (Gebüsch im Schnee), c. 1827-28, Galerie Neue Meister im Albertinum, Dresde |
I
Among twenty snowy mountains,
The only moving thing
Was the eye of the blackbird.
II
I was of three minds,
Like a tree
In which there are three blackbirds.
III
The blackbird whirled in the autumn winds.
It was a small part of the pantomime.
IV
A man and a woman
Are one.
A man and a woman and a blackbird
Are one.
Among twenty snowy mountains,
The only moving thing
Was the eye of the blackbird.
II
I was of three minds,
Like a tree
In which there are three blackbirds.
III
The blackbird whirled in the autumn winds.
It was a small part of the pantomime.
IV
A man and a woman
Are one.
A man and a woman and a blackbird
Are one.
V
I do not know which to prefer,
The beauty of inflections
Or the beauty of innuendoes,
The blackbird whistling
Or just after.
VI
Icicles filled the long window
With barbaric glass.
The shadow of the blackbird
Crossed it, to and fro.
The mood
Traced in the shadow
An indecipherable cause.
VII
O thin men of Haddam,
Why do you imagine golden birds?
Do you not see how the blackbird
Walks around the feet
Of the women about you?
I do not know which to prefer,
The beauty of inflections
Or the beauty of innuendoes,
The blackbird whistling
Or just after.
VI
Icicles filled the long window
With barbaric glass.
The shadow of the blackbird
Crossed it, to and fro.
The mood
Traced in the shadow
An indecipherable cause.
VII
O thin men of Haddam,
Why do you imagine golden birds?
Do you not see how the blackbird
Walks around the feet
Of the women about you?
VIII
I know noble accents
And lucid, inescapable rhythms;
But I know, too,
That the blackbird is involved
In what I know.
IX
When the blackbird flew out of sight,
It marked the edge
Of one of many circles.
X
At the sight of blackbirds
Flying in a green light,
Even the bawds of euphony
Would cry out sharply.
XI
He rode over Connecticut
In a glass coach.
Once, a fear pierced him,
In that he mistook
The shadow of his equipage
For blackbirds.
XII
The river is moving.
The blackbird must be flying.
XIII
It was evening all afternoon.
It was snowing
And it was going to snow.
The blackbird sat
In the cedar-limbs.
I know noble accents
And lucid, inescapable rhythms;
But I know, too,
That the blackbird is involved
In what I know.
IX
When the blackbird flew out of sight,
It marked the edge
Of one of many circles.
X
At the sight of blackbirds
Flying in a green light,
Even the bawds of euphony
Would cry out sharply.
XI
He rode over Connecticut
In a glass coach.
Once, a fear pierced him,
In that he mistook
The shadow of his equipage
For blackbirds.
XII
The river is moving.
The blackbird must be flying.
XIII
It was evening all afternoon.
It was snowing
And it was going to snow.
The blackbird sat
In the cedar-limbs.
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I
Entre veinte montañas nevadas,
la única cosa que se movía
era el ojo del mirlo.
II
Yo tenía tres pensamientos,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
I
Entre veinte montañas nevadas,
la única cosa que se movía
era el ojo del mirlo.
II
Yo tenía tres pensamientos,
como un árbol
en el que hay tres mirlos.
III
El
mirlo giraba en los vientos otoñales.
Era una pequeña parte de la pantomima.
IV
Un hombre y una mujer
son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
V
Yo no sé cuál preferir,
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
el mirlo silbando
o justo lo de después.
Era una pequeña parte de la pantomima.
IV
Un hombre y una mujer
son uno.
Un hombre y una mujer y un mirlo
son uno.
V
Yo no sé cuál preferir,
la belleza de las inflexiones
o la belleza de las insinuaciones,
el mirlo silbando
o justo lo de después.
VI
Los carámbanos cubrieron la alargada ventana
con salvaje cristal.
La sombra del mirlo
la cruzó, de un lado a otro.
El ánimo
trazó en la sombra
un motivo indescifrable.
VII
Oh, delgados hombres de Haddam,
¿por qué os imagináis pájaros dorados?
¿No veis cómo el mirlo
anda alrededor de los pies
de las mujeres que os rodean?
VIII
Yo conozco nobles acentos
y lúcidos, ineludibles ritmos;
pero yo sé, también,
que el mirlo está involucrado
en lo que sé.
IX
Cuando el mirlo se perdió de vista,
marcó el borde
de uno de muchos círculos.
X
A la vista de los mirlos
volando en una luz verde,
incluso los tratantes de la eufonía
gritarían agudamente.
XI
Él viajó sobre Connecticut
en un coche de cristal.
Una vez, un temor lo traspasó,
en eso confundió
la sombra de su equipaje
con mirlos.
XII
El río se está moviendo.
El mirlo debe estar volando.
XIII
Fue de noche toda la tarde.
Estaba nevando
e iba a seguir nevando.
El mirlo se posó
en las ramas del cedro.
Los carámbanos cubrieron la alargada ventana
con salvaje cristal.
La sombra del mirlo
la cruzó, de un lado a otro.
El ánimo
trazó en la sombra
un motivo indescifrable.
VII
Oh, delgados hombres de Haddam,
¿por qué os imagináis pájaros dorados?
¿No veis cómo el mirlo
anda alrededor de los pies
de las mujeres que os rodean?
VIII
Yo conozco nobles acentos
y lúcidos, ineludibles ritmos;
pero yo sé, también,
que el mirlo está involucrado
en lo que sé.
IX
Cuando el mirlo se perdió de vista,
marcó el borde
de uno de muchos círculos.
X
A la vista de los mirlos
volando en una luz verde,
incluso los tratantes de la eufonía
gritarían agudamente.
XI
Él viajó sobre Connecticut
en un coche de cristal.
Una vez, un temor lo traspasó,
en eso confundió
la sombra de su equipaje
con mirlos.
XII
El río se está moviendo.
El mirlo debe estar volando.
XIII
Fue de noche toda la tarde.
Estaba nevando
e iba a seguir nevando.
El mirlo se posó
en las ramas del cedro.
Wallace
Stevens, «Trece maneras de mirar un mirlo» (“Thirteen Ways of Looking at a
Blackbird”), de Poemas reunidos de Wallace Stevens (The Collected Poems of Wallace Stevens), 1954,
trad.: Antonio Erena.
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