Carmen Laffón, El Coto desde Sanlúcar I, Punta de Malandar (1979), Museo Reina Sofía |
Carmen Laffón en el Museo Reina Sofía
Madame Tussauds Doñana (anterior entrada del blog)
NINA.- «¡Gentes! ¡Leones!
¡Aguilas y codornices!... ¡Ciervos astados! ¡Gansos! ¡Arañas! ¡Peces
silenciosos que poblabais el agua! ¡Estrellas del mar y demás seres que el ojo
humano no alcanza a ver!... ¡Vidas todas, vidas todas, en suma..., que girasteis
sobre vuestro triste círculo y os apagasteis!... ¡Hace ya mil siglos que la
tierra no contiene ni un solo ser vivo, y que esta pobre luna enciende en vano
su farol!... ¡En el prado, ya no despiertan con un grito las grullas, ni se oye
el chasquido del escarabajo en la arboleda de los tilos!... ¡Frío, frío!...
¡Vacío, vacío, vacío!... ¡Miedo, miedo, miedo!... (Pausa.) ¡Los cuerpos de los
seres vivientes desaparecieron en lo vano, y la materia los transformó en
piedra, en agua, en nubes..., mientras sus almas se unían hasta formar una
sola!... ¡Esta alma total del universo..., soy yo!... ¡Yo!... ¡En mí vive el
alma de Alejandro el Grande, de César, de Shakespeare, de Napoleón y de la
última sanguijuela!... ¡En mí, la conciencia humana se unió al instinto de los
animales y lo recuerda todo, todo, todo..., volviendo a revivir estas
vidas!»... (Aparecen unos
fuegos fatuos, semejantes a los que se ven en los pantanos.)
ARKADINA.- (En voz baja.) ¡Es algo
decadente!
TREPLEV.- (Con acento suplicante y en tono de
reproche.) ¡Mamá!
NINA.- ¡Soy una solitaria!
¡Solo una vez, cada cien años, abro la boca para hablar! ¡Mi voz resuena
tristemente en el vacío y nadie me oye!... ¡Tampoco vosotras, pobres lucecitas,
me oís!... ¡El putrefacto pantano os hace nacer en la madrugada, y vagáis hasta
el amanecer sin pensamiento, sin voluntad y sin percibir el pulso de la
vida!... ¡El padre de la escoria eterna..., el diablo, temiendo que renazca en
vosotras la vida..., os troca a cada instante (como a las piedras y al agua) en
átomos, y os mudáis sin cesar!... ¡Solo en toda la eternidad permanece
inmutable…, inalterable un espíritu! (Pausa.) ¡Como un prisionero arrojado a un profundo y
vacío pozo!... ¡Y yo no sé dónde estoy, ni lo que me espera!... ¡Lo único que
no me ha sido revelado es que, en la lucha cruel y encarnizada con el
diablo..., he de vencer y que, tras esto, materia y espíritu se fundirán en
maravillosa armonía, comenzando el reinado de la libertad para el universo!...
¡Esto, sin embargo, no acaecerá hasta que, poco a poco, al cabo de una hilera
de millares de años, la Luna, el claro Sirius y la Tierra se tornen en
polvo!... ¡Entre tanto, todo será horror, horror!... (Pausa. Sobre el lago surgen dos puntos
rojos.) ¡He aquí que ya se acerca mi poderoso adversario!...
¡Veo sus terribles ojos, color carmesí!»...
ARKADINA.- Huele a azufre.
Tiene que oler así?
TREPLEV.- Sí.
ARKADINA.- (Riendo.) ¡Qué efecto más
notable!
TREPLEV.- ¡Mamá!
NINA.- ¡Se aburre sin el
hombre!...
POLINA ANDREEVNA.- (A DORN.) ¡Ya se ha quitado usted el
sombrero! ¡Póngaselo, si no quiere coger frío!
ARKADINA.- El doctor se ha
descubierto ante el diablo!... ¡El padre de la escoria eterna!
TREPLEV.- (Con súbito acaloramiento y fuerte voz.) ¡Se
acabó el espectáculo! ¡Basta!... ¡Telón!
Chéjov, La gaviota, Acto Primero (fragmento), trad. E. Podgursky.
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