José de Ribera, San Andrés (1616), colección particular Fuente: WikiArt |
miércoles, 30 de noviembre de 2022
martes, 29 de noviembre de 2022
Atmósfera
Capilla del Colegio de Corpus Christi (o del Patriarca), Valencia Foto: Antonio Erena (16.11.22) |
lunes, 28 de noviembre de 2022
domingo, 27 de noviembre de 2022
El músico de la semana 53
Mariss Jansons (Riga, 14.01.1943 - San Petersburgo, 1.12.2019) Fuente: The Herald (13.12.19) |
sábado, 26 de noviembre de 2022
Fotogramas 156
El ciudadano ilustre, Gastón Duprat y Mariano Cohn (2016) |
viernes, 25 de noviembre de 2022
Música popular 130
Roy Rogers (Cincinnati, Ohio, 5.11.1911 - Apple Valley, California, 6.08.1998) |
jueves, 24 de noviembre de 2022
Patronimias 1
miércoles, 23 de noviembre de 2022
Extraterrestres 16
Abel Caballero, alcalde de Vigo Foto: Rosa González (El Mundo, 3.08.22) |
Se entretém a largar de uma palhinha
São translucidamente uma filosofia toda.
Claras, inúteis e passageiras como a Natureza,
Amigas dos olhos como as coisas,
São aquilo que são
Com uma precisão redondinha e aérea,
E ninguém, nem mesmo a criança que as deixa,
Pretende que elas são mais do que parecem ser.
Algumas mal se vêem no ar lúcido.
São como a brisa que passa e mal toca nas flores
E que só sabemos que passa
Porque qualquer coisa se aligeira em nós
E aceita tudo mais nitidamente.
Las pompas de jabón que este niño
se entretiene en soltar de una pajita
son traslúcidamente una filosofía toda.
Claras, inútiles y pasajeras como la naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son aquello que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni el mismo niño que las deja,
pretende que sean más de lo que parecen ser.
Algunas mal se ven en el aire lúcido.
Son como la brisa que pasa y apenas toca las flores
y que solo sabemos que pasa
porque alguna cosa se ilumina en nosotros
y acepta todo más nítidamente.
Fernando Pessoa, «Las pompas de jabón que este niño», Alberto Caeiro, El guardador de rebaños, XXV, trad.: Antonio Erena
martes, 22 de noviembre de 2022
lunes, 21 de noviembre de 2022
Esfera
Balón de fútbol Adidas del Mundial de Qatar 2022 Fuente: futbolmania |
Preferiría no saber por qué el Mundial se juega en Qatar. Sin embargo, lo
sé. Bueno, sé lo que sabe todo el mundo, o sea, poco, pero suficiente. Bastante
como para sufrir una grave disonancia cognitiva, según llaman los psicólogos a
pensar una cosa y hacer la contraria. La disonancia, o incoherencia si lo
prefieren, suele provocar un malestar interno que a veces se resuelve con el
autoengaño y otras veces con la honesta constatación de que uno da asco.
El arriba firmante ha intentado muy en serio el autoengaño. Sin éxito.
Joseph Blatter, que era presidente de la Federación
Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) cuando en 2010 Qatar fue elegido como
sede y hoy está inhabilitado por corrupción, acusa a Michel Platini, que por
entonces presidía la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) y hoy está
igualmente inhabilitado por corrupción, de presionar a favor del pequeño
emirato arábigo. Resulta que el entonces presidente de Francia, Nicolas
Sarkozy, hoy condenado por corrupción (disculpen que me repita, la culpa es de
ellos), había exigido a Platini que consiguiera para Qatar los
votos necesarios y evitara que el Mundial de 2022 se disputara en Estados
Unidos, como estaba previsto.
Francia quería vender a Qatar aviones de combate. Y los vendió, a cambio
del Mundial.
Yo me dije: ¿y cuándo no ha sido corrupto el negocio del fútbol? Nada
nuevo.
Otra parte del acuerdo, alcanzado por el presidente francés, el hoy emir de
Qatar y Michel Platini durante un almuerzo en el palacio del Elíseo el 23 de
noviembre de 2010, nueve días antes de la votación mundialista, consistía en
que Qatar comprara el PSG, el club del que Sarkozy es forofo, y lo convirtiera
en el más rico del planeta. Cosa que se cumplió al año siguiente. La justicia
francesa investiga ahora a Sarkozy y a su hijo por engañar a los cataríes:
consiguieron que el emirato pagara por el PSG 64 millones de euros, en lugar de
los 30 que valía. Visto en conjunto, calderilla.
No nací ayer, me dije, y sé cómo funcionan estas cosas. Lo de siempre. No
pasa nada.
Amnistía Internacional dice que miles de trabajadores
murieron durante la construcción de los estadios para el Mundial.
Intenté convencerme de que no era nada extraño y que los difuntos no serían
tantos. Teniendo en cuenta que en Qatar los trabajadores inmigrantes están
sometidos a la kafala, algo no muy distinto a la esclavitud, si esa pobre gente
no hubiera fallecido por calor o una caída en el andamio de un estadio, lo
habría hecho, pensé, en cualquier otra obra faraónica.
Qatar ha hecho saber a los homosexuales que no deben hacer cosas
homosexuales (sea lo que sea eso) si acuden al Mundial. Uno de sus embajadores
deportivos, el exfutbolista Khalid Salman, proclamó hace unos días que la
homosexualidad es “un daño en la mente”.
Quise seguir autoengañándome, pero no doy para tanto. Resolví mi disonancia cognitiva por la vía penosa de la honestidad: participaré como espectador-cómplice en una conspiración repugnante y mortífera (la del negocio, no la del juego). Asumiré, supongo que como otros muchos futboleros, mi propia vergüenza.
Enric González, «La disonancia cognitiva», El País, 12.11.22
lunes, 14 de noviembre de 2022
domingo, 13 de noviembre de 2022
Aniversarios 51
jueves, 10 de noviembre de 2022
Coches 27
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Calles 7
lunes, 7 de noviembre de 2022
Up & Down
La Virgen de la Cabeza sube a su santuario desde Andújar por el Camino Viejo Foto: José Joaquín Quesada, 5.11.22 |
que de todas partes viene la gente sólo por verla.
Yo la contemplo, con aire entusiasmado,
a esa serrana que me tiene locamente enamorado.
¡Venga castañuelas, venga guitarras, venga alegría!
¡Móntate a mi grupa y vente conmigo a la romería!
Vamos cantando
en busca de una ilusión;
que muy cerca de los cielos
te voy a enseñar la ermita
donde se guarda el tesoro,
el que más quiero y adoro,
donde tengo el corazón.
que de todas partes viene la gente sólo por verla.
Yo la contemplo, con aire entusiasmado,
a esa serrana que me tiene locamente enamorado.
¡Venga castañuelas, venga guitarras, venga alegría!
¡Móntate a mi grupa y vente conmigo a la romería!
Y, entre romeros, a la cima llegarás;
y, entre vivas y saludos, gozarás;
y, con lágrimas en los ojos,
con tu boca cantarás:
con grande fervor,
a ver a María,
la Madre de Dios.
Ave, ave, ave María;
ave, ave, ave María».
domingo, 6 de noviembre de 2022
El músico de la semana 52
Luis Antonio García Navarro (Valencia, 30.04.1941 - Madrid, 10.10.2001) Fuente: ebay |
sábado, 5 de noviembre de 2022
Fotogramas 155
Las amargas lágrimas de Petra von Kant (Die Bitteren tränen
der Petra von Kant), Rainer Werner Fassbinder, 1972 |
viernes, 4 de noviembre de 2022
Música popular 129
Jorge Negrete (Guanajuato, 30.11.1911 - Los Ángeles, 5.12.1953) Fuente: México desconocido (página web) |
jueves, 3 de noviembre de 2022
Gastromanía 36
Alfonso Romero Mesa, azulejo en Bodegas Rosell, C/ General Lacy, 14, Madrid Foto: Antonio Erena (2.11.22) |
que vale más que pesa y que es muy ilustrao;
y, bailando, me dice unas cosas
que a Dios le vuelven loco, porque es muy resalao.
Por el schotis se vuelve mochales,
y se lo marca a izquierdas, muy chulo y muy barbián;
y, bailando, tie el chico más labia
que pueda tener la sabia de la Pardo Bazán.
Es un truhán.
Pero a veces se propasa, el muy ladrón,
y he tenido que llamarle la atención.
Cipriano, no bajes más la mano,
no seas exagerao.
Si no bailas con más comedimiento,
al primer movimiento
te las ganao.
por mor del valdepeñas, se puso muy pesao;
y, por menos del canto de un duro,
con él armaron bronca el Meli y el Pelao.
Tie el defecto de tener un pronto
que si no le sujetas es una tempestad;
pero el genio se le fue calmando,
y seguimos bailando, y allí no pasó na.
Es la verdá.
Pero a veces se propasa, el muy ladrón,
y he tenido que llamarle la atención.
Cipriano, ya vuelves con la mano,
mia tú que estás pesao.
Si no bailas con más comedimiento,
al primer movimiento
y te he plantao.
miércoles, 2 de noviembre de 2022
Excéntricos 28
Joseph Roth (Brody, 2.09.1894 - París, 27.05.1939) Fuente: Cuarta Prosa (página web) |
Por qué queremos tanto a Joseph Roth
No se puede decir que no gozase de cierta fama y reconocimiento en vida —La marcha Radetzky fue un novelón con
muchos devotos y Marlene Dietrich puso de moda su nombre al confesar que
su libro favorito del mundo era Job—, pero cuando Joseph Roth murió
de cirrosis en un hospital de París en mayo de 1939, ni los judíos de la ciudad
le cantaron un kadish, pues lo tenían por un converso, ni los curas
católicos consintieron echarle una misa, pues nadie sabía si estaba bautizado.
Hasta su lápida parece una afrenta: figura en ella como “poeta
austriaco”, cuando en realidad murió apátrida y sin reconocer a la república que
sucedió al imperio austrohúngaro. Dejó un manuscrito inédito que
publicaría meses después un editor alemán en el exilio de Ámsterdam, en una
edición casi secreta que estuvo a punto de perderse en la albada de la nueva
guerra. Nada apuntaba a la posteridad. El olvido ya se había hecho fuerte
incluso entre sus amigos, apátridas como él y algunos pronto suicidas, como
Stefan Zweig. No había ningún indicio de que más de 80 años después sería uno
de los autores de moda, uno de los más venerados, citados y homenajeados a
comienzos del siglo XXI.
El interés por Roth crece y parece inagotable. A las constantes reediciones
de sus libros en español se suman este otoño ensayos sobre su figura, como el
magnífico de Berta Ares Yáñez, ‘La leyenda del santo bebedor’, legado y testamento de Joseph Roth,
que detalla las claves bíblicas y judías imprescindibles para entender sus
libros. Acaba de salir también una nueva biografía en inglés, a cargo de Keiron
Pim, que actualiza el mito y profundiza en él, aunque pocas pruebas más
contundentes de la vitalidad de Roth que su inclusión como personaje en Nocturno
berlinés, la última entrega de Corto Maltés.
Son misteriosas e inefables las razones que llevan a una legión de lectores
a interesarse por la obra y vida de un pobre judío apátrida y alcoholizado, pero
voy a aventurar media docena de rasgos que apuntalan la contemporaneidad de
Roth y pueden explicar por qué tantos fieles lo sentimos uno de los nuestros.
1. Es un profeta. Joseph
Roth fue uno de los primeros intelectuales que predijo el Holocausto, aunque no
vivió lo suficiente para ver sus profecías cumplidas. Comprendió con hondura la transformación xenófoba y violenta de la
sociedad alemana y señaló a los nazis como los destructores de la civilización,
antes incluso de que alcanzasen el poder, y mucho antes de que la amenaza fuera
tomada en serio por nadie. En Judíos errantes narra el mundo
del shetel, la cultura judía de Polonia y Ucrania en la que nació y
que consideraba ya perdida (¡En 1927, ocho años antes de las leyes de
Núremberg!), y La filial del infierno en la tierra o El
Anticristo son alegatos dolorosos de puro lúcidos. Leídos hoy, asombra
cuánta razón tenía y cuán solo estaba gritándola.
2. Es un nómada que nunca tuvo casa. La juventud del siglo XXI, angustiada por una vida a salto de mata,
sin hipoteca ni jardín, se parece un poco a la vida de Roth, que vivió siempre
en hoteles, no tuvo hijos y mantuvo relaciones amorosas que hoy llamaríamos
fluidas, abiertas y libres (una de ellas, trágica: casi todo su dinero se iba
en pagar las clínicas donde trataban a su esposa esquizofrénica). Su primera
obra importante fue Hotel Savoy y desde entonces sus libros
estuvieron llenos de vagabundos, viajantes y buscavidas. No hay Ulises ni
Ítacas en sus páginas: todos asumen que la vida es frágil y mutable, y hay que
adaptarse al movimiento perpetuo, porque el capitalismo (aquí viene la conexión
Roth-15M) ha destruido las certezas y el sentido de comunidad.
3. Añora lo sagrado. Como
todo desarraigado, siente una enorme nostalgia por un mundo donde otra vida era
posible. Una vida con lazos comunitarios, donde las cosas tenían un sentido y
la trascendencia era un milagro cotidiano que ningún cínico negaba. Seguramente
hoy le caería el sambenito de neorrancio, y La marcha Radetzky puede
pasar por un monumento reaccionario digno de un discurso de Santiago Abascal,
si este supiera hacer discursos buenos. Pero no le faltarían defensores
posmodernos —como no le faltan, de hecho— que interpretarían su querencia
nostálgica como una respuesta sutil a la banalidad del presente. En los libros
de Roth ya viene anticipado todo el debate feroz sobre los usos de
la memoria y la historia que marca tantas discusiones de hoy.
4. Es un narrador legible que trasciende las modas. La voz de Roth es única. No se adscribe a
movimiento alguno, no se parece a casi nada y por eso no necesita explicación
ni exégesis. Aunque le caben muchos análisis, como ha demostrado Ares Yáñez. Se
entiende mejor con unas pinceladas de conocimientos de judaísmo, pues toda su
narrativa bebe de esa tradición, pero no hace falta estar al tanto de las
disputas teológicas entre jasídicos e ilustrados en la Polonia del siglo XVII
para entender Tarabás o El peso falso, pues Roth
fabula como un contador de historias oral, con una sencillez que encandila y
trasciende cualquier barrera cultural o histórica. Puede ponerse de moda en
cualquier momento, su literatura es atemporal, como la Biblia.
5. Como polemista, no hacía prisioneros. Aterra imaginar a un Joseph Roth tuitero. Hubo pocas polémicas de su
tiempo en las que no intervino. Sus colecciones de artículos y sus epistolarios
revelan a un discutidor temperamental, ingenioso y muy difícil de
contraargumentar, un contertulio temible en cualquier disputa. Ni la amistad ni
las deudas personales suavizaban su juicio: si tenía que discutir con
vehemencia y llamar idiota a su interlocutor, lo hacía sin dudar. El pobre
Stefan Zweig lo sufrió a menudo. En no pocas cartas, después de
reprocharle con mucho acíbar sus posiciones políticas, Roth le pedía dinero. Lo
cortés y lo valiente.
6. Su tragedia personal conmueve al mundo hipersentimental de hoy. Si los libros de Roth no bastasen por sí solos, la vida del escritor (o más bien su muerte) le colocaría en el parnaso del siglo XXI: solitario, desahuciado, enfermo y víctima preventiva de los victimarios más horribles de Europa. Cuando la dueña del hotel de París donde vivía en los últimos meses le negaba el alcohol, diciendo que ya había bebido bastante, se iba a escondidas a otro café y pedía allí un pernod clandestino. No era un borracho petulante, tan solo triste, un pobre hombre resignado y consumido. Alguien a quien querer.
Sergio del Molino, El País, 1.11.22