martes, 27 de septiembre de 2016

Desolación 2

Aldea y castillo de El Berrueco, Torredelcampo (Jaén)
Fuente: Panoramio
Hablar de Jaén en los albores del siglo XXI es tratar de la frustración y el aislamiento; por más esfuerzos que hagamos por recuperar la autoestima y para promover el despegue de nuestra tierra que, en justicia lo merece, no en vano posee numeroso motivos para la ilusión: la riqueza de sus parques naturales, su bosque olivarero, sus ciudades, pequeñas o medianas, incluso las patrimoniales de Úbeda y Baeza; pero la cruda realidad son las cifras de paro, la estacionalidad, el placebo subsidiado y las estadísticas que siempre la colocan como furgón de cola de Andalucía y de España.

Si en la etimología de su toponimia es "lugar de paso de caravanas" en los albores de la historia, la propia pujanza de la cultura Ibérica en nuestra tierra, evidencia que lo que hoy llamamos Jaén, fue lugar de notables asentamientos; la atravesaban dos importantes calzadas romanas y desde siempre el paso de la meseta al valle del Guadalquivir –hasta que en mal día un político sevillano decidió hacerlo por Brazatortas- fue Despeñaperros.

Por la posesión de ese eje vertical, se libraron dos batallas con medio milenio de diferencia que deberían ser motivo de mayores enorgullecimientos, si tuviéramos menos complejos: las Navas de Tolosa en 1212 y Bailén en 1808. ¿Esa recurrencia en el tiempo no nos hace pensar que estamos en un terreno valioso? Parece que no y es difícil entenderlo. Los viejos y tradicionales caminos, veredas y mestas -que esa es otra historia que está por escribir por estos pagos- se completaron en el siglo XIX con el ferrocarril entre Andalucía y el resto de España por Despeñaperros. Nada más pasar el Guadalquivir, el empresario constructor, Marqués de Casa Loring, no sabremos nunca, si por acortar la ruta seguida en la reconquista por el Rey Santo, pasando por Baeza y Jaén, o por complacer a su amigo Prado y Palacio y que el tren llegara al Rincón de San Ildefonso, plantó sus traviesas en las mismas vegas del río dejando tres cuartas partes de la provincia a la luna de Valencia.

A finales del siglo XIX, por el auge de la burguesía del aceite, nacida de las desamortizaciones, se construyó el ramal a Granada y Almería por la zona más despoblada de la provincia y el tren de Linares a Puente Genil que, por casualidad tropezó en su camino con la capital. Hoy la vía de Almería esta amenazada de muerte y el tren del aceite, cerrado hace treinta años, se convirtió en vía verde, "sic transit gloria mundi".

Quede como moraleja del pasado que la vieja calzada romana que unía la Bética con Cartagonova, tenía -y tiene hoy- mejor pavimento que cualquiera de nuestras carreteras, no hay más que ver los restos que quedan cerca de Porcuna y los puentes de Andújar y el Piélago, hacia el condado.

Las comunicaciones de Jaén -ferrocarril y carreteras- son lamentables; tras el declinar de Espeluy -¿qué diría hoy Prado y Palacio?- el ferrocarril se desmorona a ojos vista pese a las buenas intenciones en forma de limosneras presupuestarias: en los dieciséis años de este siglo no se ha abierto ni un kilómetro de vías y la mejora del supuesto VA (velocidad alta, no alta velocidad, que el orden de los factores sí altera el producto) a Madrid va por Grañena, solo faltan trescientos y pico kilómetros. Que nadie se sienta especialmente culpable, son muchos los gobiernos en Madrid y en Sevilla, culpables somos todos.

En carreteras, la peor de las radiales y la menos conservada es la A-4 a su paso por la provincia; de la A-44 mejor no hablar, la hicieron tarde y mal y la abandonaron a su suerte; sorprendentemente mejora al pasar Noalejo. La conexión con Levante, dejó de estar operativa con la caída del imperio romano de Occidente; el último buen pretexto para su demora fue la crisis, que en Jaén ha venido para quedarse. ¿La autovía del olivar? Ha tenido sus años de oro, tras muchas fatigas, con la llegada a Úbeda, con numerosos fastos celebrativos, ¡como si hubiera algo que celebrar! De Jaén a Martos está hecha unos zorros y siguen irredentos Alcaudete y Alcalá que añoran realidades como soñaron su Parador en la Mota. Quedan endemias históricas: Badajoz-Granada a su paso por la provincia, cenicienta de alto riesgo entre periferias que sería inadmisible de Madrid para arriba; y Torredonjimeno-El Carpio que, estoy convencido que no la inician siquiera para que los políticos de uno u otro bando puedan tener munición gorda para atacarse entre sí, con el consiguiente regocijo en Sevilla; sobran más comentarios.

Quisiera ser optimista, pero aún no he perdido la capacidad de reflexionar y por más que los busco, no hallo motivos; este breve apunte sin más fuente que la memoria y el conocimiento del medio, constituye la cruda realidad, pido disculpas si hay alguna imprecisión; garantizo que no hay ninguna mentira. Jaén en comunicaciones lo precisa todo y a estas alturas no le bastan los anuncios, ni planes ni proyectos: quiere realidades, plasmadas en el BOE o en el BOJA; que acaben de una vez las milongas y alguien nos ponga en el mapa de la alta velocidad y que acaben lo iniciado o prometido, que tampoco es tanto. La causa de estos males es una clase política, de todos los partidos, mande quien mande, que no se ocupa más que en discutir quién tiene la paja y quién tiene la viga; pierden la fuerza por la boca y prefieren obedecer a sus jefes de filas de Sevilla o Madrid antes que incomodarlos pidiendo simplemente, lo que otros tienen.

Sería injusto no constatar una excepción honrosa, aunque insuficiente: si transitan por un camino más o menos pavimentado, si ven una carretera en obras en Jaén, pueden estar casi seguros que es competencia de la Diputación; si esta llegara a faltar, la echaríamos de menos. En materia de infraestructuras, si me apuran, tiene un nombre, José Castro, diputado provincial, “rara avis” en la política, ¡hace mucho y habla poco!, de lo que no hay.

Los males de Jaén son los mismos del XIX: decisiones de complacencia y un granero de votos dóciles con votantes de escasa memoria, caciquismo clientelar y adhesiones inquebrantables. Si en vez de buscar lo fácil, el valle del río, los creadores de infraestructuras hubieran seguido a los viajeros románticos, la ruta de Granada, Jaén seguiría siendo lugar de paso de caravanas; hoy los viajeros, hartos de malos caminos cumplen el refrán con el rito de llorar al llegar y al salir. Entretanto los jienenses deberíamos llorar como Boabdil, por perder lo que tuvimos.

Jaén. De caravanas, batallas y caminos de hierro o aislamiento
José Calabrús Lara
(Publicado en extracto en el diario Jaén, pulsar aquí)

2 comentarios:

  1. Durante una prospección ornitológica, a finales del otoño de 1986, observé durante mucho rato un ejemplar del raro Ratonero Moro sobrevolar el castillo de El Berrueco.

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    1. El Berrueco es un lugar que produce siempre una singular tristeza...

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