jueves, 26 de junio de 2025

Twins 2

Vista de la entrada del parque municipal, Torredonjimeno, al fondo Jabalcuz y la Mella, años 60, fuente: Torredonjimeno en mi memoria (Facebook)

miércoles, 25 de junio de 2025

Miradas 29

Un grupo de armaos de la Macarena con el antiguo senatus llamado popularmente el Pájaro, foto: Nicolás Müller (1951), fuente: Fotos antiguas de la Semana Santa sevillana (Facebook)

CAPÍTULO 35. De los bienes espirituales sabrosos que distintamente pueden caer en la voluntad. Dice de cuántas maneras sean.
 
1. A cuatro géneros (de bienes) podemos reducir todos los que distintamente pueden dar gozo a la voluntad, conviene a saber: motivos, provocativos, directivos y perfectivos; de los cuales iremos diciendo por su orden, y primero, de los motivos, que son: imágenes y retratos (de Santos, oratorios y ceremonias.

2. Y cuanto a lo que toca a las imágenes y retratos), puede haber mucha vanidad y gozo vano, porque, siendo ellas tan importantes para el culto divino y tan necesarias para mover la voluntad a devoción, como la aprobación y uso que tiene de ellas nuestra Madre la Iglesia (muestra), (por lo cual siempre conviene que nos aprovechemos de ellas para despertar nuestra tibieza), hay muchas personas que ponen su gozo más en la pintura y ornato de ellas que no en lo que representan.

3. El uso de las imágenes para dos principales fines le ordenó la Iglesia, es a saber: para reverenciar a los Santos en ellas, y para mover la voluntad y despertar la devoción por ellas a ellos; y cuanto sirven de esto son provechosas y el uso de ellas necesario. Y, por eso, las que más al propio y vivo están sacadas y más mueven la voluntad a devoción, se han de escoger, poniendo los ojos en esto más que en el valor y curiosidad de la hechura y su ornato. Porque hay, como digo, algunas personas que miran más en la curiosidad de la imagen y valor de ella que en lo que representa; y la devoción interior, que espiritualmente han de enderezar al santo invisible, olvidando luego la imagen, que no sirve más que de motivo, la emplean en el ornato y curiosidad exterior, de manera que se agrade y deleite el sentido y se quede el amor y gozo de la voluntad en aquello. Lo cual totalmente impide al verdadero espíritu, que requiere aniquilación del afecto en todas las cosas particulares.

4. Esto se verá bien por el uso abominable que en estos nuestros tiempos usan algunas personas que, no teniendo ellas aborrecido el traje vano del mundo, adornan a las imágenes con el traje que la gente vana por tiempo va inventando para el cumplimiento de sus pasatiempos y vanidades, y del traje que en ellas es reprendido visten las imágenes, cosa que a ellas fue tan aborrecible, y lo es; procurando en esto el demonio y ellos en el canonizar sus vanidades, poniéndolas en los santos, no sin agraviarles mucho. Y de esta manera, la honesta y grave devoción del alma, que de sí echa y arroja toda vanidad y rastro de ella, ya se les queda en poco más que en ornato de muñecas, no sirviéndose algunos de las imágenes más que de unos ídolos en que tienen puesto su gozo. Y así, veréis algunas personas que no se hartan de añadir imagen a imagen, y que no sea sino de tal y tal suerte y (hechura, y que no estén puestas sino de tal o tal manera, de suerte) que deleite al sentido; y la devoción del corazón es muy poca; y tanto asimiento tienen en esto como Micas en sus ídolos o como Labán, que el uno salió de su casa dando voces porque se los llevaban (Jue. 18, 24), y el otro, habiendo ido mucho camino y muy enojado por ellos, trastornó todas las alhajas de Jacob, buscándolos (Gn. 31, 34).

5. La persona devota de veras en lo invisible principalmente pone su devoción, y pocas imágenes ha menester y de pocas usa, y de aquellas que más se conforman con lo divino que con lo humano, conformándolas a ellas y a sí en ellas con el traje del otro siglo y su condición, y no con este, porque no solamente no le mueve el apetito la figura de este siglo, pero aun no se acuerda por ella de él, teniendo delante los ojos cosa que a él se parezca. Ni (en) esas de que usa tiene asido el corazón, porque, si se las quitan, se pena muy poco; porque la viva imagen busca dentro de sí, que es Cristo crucificado, en el cual antes gusta de que todo se lo quiten y que todo le falte. Hasta los motivos y medios que llegan más a Dios, quitándoselos, queda quieto. Porque mayor perfección del alma es estar con tranquilidad y gozo en la privación de estos motivos que en la posesión con apetito y asimiento de ellos. Que, aunque es bueno gustar de tener aquellas imágenes que ayuden al alma a más devoción (por lo cual se ha de escoger la que más mueve), pero no es perfección estar tan asida a ellas que con propiedad las posea, de manera que, si se las quitaren, se entristezca.

6. Tenga por cierto el alma que, cuanto más asida con propiedad estuviere a la imagen o motivo, tanto menos subirá a Dios su devoción y oración; aunque es verdad que, por estar unas más al propio que otras y excitar más la devoción unas que otras, conviene aficionarse más a unas que a otras por esta causa sólo y no con la propiedad y asimiento que tengo dicho, de manera que lo que ha de llevar el espíritu volando por allí a Dios, olvidando luego eso y esotro, se lo coma todo el sentido, estando todo engolfado en el gozo de los instrumentos, que, habiéndome de servir sólo para ayuda de esto, ya por mi imperfección me sirve para estorbo, y no menos que el asimiento y propiedad de otra cualquiera cosa.
 
San Juan de la Cruz, La subida del Monte Carmelo (1579 - 1583), Libro Tercero, Cap. 35 (fragmento), edición online en Documenta Catholica Omnia.

martes, 24 de junio de 2025

Ayer y hoy 40 - Árboles 1

Juan Martínez Montañés, San Cristóbal con el Niño Jesús (1597-98, realizado con madera de pino de Segura según se estableció en su contrato), iglesia del Salvador, Sevilla, fuente: Sevilla, vida y leyenda (blogspot, entrada del 18.12.21)
Pie del pino Galapán (pino salgareño, Pinus nigra salzmannii), cañada de la Fuenfría, Santiago de la Espada, foto: Antonio Erena, 14.06.25
Al bosque me llevó mi fantasía,
y en su fondo erizado de retamas
hallé un gigante pino, cuyas ramas
eclipsaban la luz del mediodía.
 
Su viejo hendido tronco parecía
reptil informe de ásperas escamas,
y su copa volcán de verdes llamas
que sobre tierra y aire se extendía.
 
Bajo su dulce sombra reclinado
en los goces pensé de la existencia,
y en la felicidad que va a su lado:
 
recordé de los años la sentencia,
até al pino un cordón bien ensebado,
¡y no me estrangulé... por indolencia!

Manuel del Palacio, «Maldita pereza», de Cien sonetos políticos, filosóficos, biográficos, amorosos, tristes y alegres, Imprenta de T. Fortanet, Madrid, 1870.

miércoles, 18 de junio de 2025

Brumas 12

La altiplanicie de los Campos de Hernán Pelea (o Perea) desde el puerto de la Losa (carretera de Santiago de la Espada a Huéscar), foto: Antonio Erena, 15.06.25
De difuntos que no se podían enterrar hasta la primavera ha habido muchos casos. Me acuerdo del Tío Marcos, que se murió en un majal que tenía pasando Las Zarzas y allí lo tuvieron hasta el mes de mayo, que, por fin, pudieron sacarlo, terciado sobre un haz de leña, en una mula y darle sepultura en el cementerio de Bujaraiza.
Y lo mismo le pasó al Tío Feligrés, que ahí hasta tuvo que ver el Juzgado. Y esto pasó hace muchos años, lo menos treinta y cinco o cuarenta.
El Tío Feligrés tenía una cortijada que le decían «La Pinarilla», metida en lo hondo de los Campos de Hernán Pelea, que son unas navas muy extensas, sin árboles, todo llano, que forman como una meseta en lo alto de la sierra, y aquello está lo menos a 2.000 metros de altura, de modo que los inviernos son muy fríos y la nieve sube todo lo que quiere y no se quita hasta la primavera.
Ya aquello es un desierto, sólo para las monteses y para las víboras. Pero hasta hace unos cuarenta años se cultivaba todo y había muchos hatos de ganado por todas partes, que eran terrenos mancomunados de la Sociedad de Ganaderos de Santiago de la Espada.
El pasto de los Campos siempre ha sido muy apreciado por los ganaderos, porque son unos pastos muy finos y muy curados; que, por no haber árboles ni monte, nunca están sombreados y son pastos muy alimenticios y que dan unas carnes muy prietas, que daban mucho peso y las pagaban muy bien los marchantes; que, aunque el pasto no es muy abundante, allí más vale onza que libra.
Los campos de Hernán Pelea estaban muy repartidos entonces: casi todo eran propiedades pequeñas, de gentes que vivían en Santiago de la Espada o en la Puebla de don Fadrique, y cuando llegaba el tiempo de la sementera, iban allí a hacer las faenas y se guarecían en chozas o en cuevas, y luego se volvían a los pueblos, hasta que en verano volvían a recoger las cosechas.
Todavía se ven cuevas que tienen un cerramiento de piedras trabadas, pilladas con argamasa, y un ventanuco y una puertecica, y se ve que han sido apañadas, desde muy antiguo, para vivir allí las criaturas. Y se ven también restos de hornos de piedra, medio ahumados todavía, que se usaban para cocer el pan de centeno. También había cortijadas grandes: «La Tamarilla», «El Cortijo de la Mala Pata», «La Pinarilla», «El Cortijo de la Fuen Fría», «El Campo del Espino». Pero todo quiebra en la vida, y de aquello no queda nada.
En el cortijo de «La Pinarilla» vivía de siempre el Tío Feligrés, que era ya un viejo muy viejo, de más de ochenta años, muy trabajado y que había penado mucho para criar a sus hijos. Y vivía allí arriba siempre, en verano y en invierno, como habían vivido su padre y su abuelo antes que él: con su mujer y sus hijos, y sus nueras y sus yernos y sus nietos. Y tenía una ganadería grande de vacas y cabras blancas y ovejas de una casta muy fina, y también tenía yeguas de vientre para criar muletos.
En «La Pinarilla» había unas tinadas o parideras grandes para cobijar al ganado por las noches de invierno. Y las cabras se guardaban del frío de la noche en cuevas, que vivían como las monteses.
Pues una tarde, ya entre dos luces, salió el Tío Feligrés a buscar una yegua que andaba balduenda para llevarla a la tinada, y había mucha nieve y niebla en los campos, y la yegua, que andaba retozona, le dio que hacer para pillarla, y, ya al oscuro, volvió sola.
Al ver que no volvía el Tío Feligrés, la familia salió a buscarle, y le echaron voces, y anduvieron buscándole y buscándole, y ya era de noche cerrada, y la niebla se espesó más y no daban con él. Y entonces armaron una fogata grande para que el viejo la viera y pudiera orientarse si estaba perdido. Y no llegó. Y soltaron los perros para que le buscaran, y los perros volvieron solos. Y lo esperaron toda la noche, y como empezó a nevar más sobre los dos metros de nieve que ya había, todos sabían, sin decirlo, que estaba muerto.
Y muerto lo encontraron por la mañana. Y lo llevaron a la casa y lo lavaron y lo amortajaron con su ropa mejor, y lo pusieron sobre una mesa de pino en la sala y lo estuvieron velando.
Pero afuera no paraba de nevar sobre la nieve que ya había. Y pasaban los días y se fueron acostumbrando a ver al difunto allí puesto en la sala, y ya habían gastado todo el llanto en él y habían dicho mil veces todo lo que se podía decir de él, y no era posible llevarlo a enterrar a Santiago de la Espada: que había veinte kilómetros de llanura con dos metros de nieve y la que caía del cielo.
De manera que los nietos pequeños empezaron a jugar allí, al lado del muerto, y jugaban a entierros y a muertos; y los mayores, al principio, les regañaban, pero luego se fueron acostumbrando y les dejaban hacer.
Pasó una semana y otra, y el Tío Feligrés estaba como si hiciera media hora que se había muerto, pues en la sala, con la ventana entreabierta, aquello era una nevera, y ni olía mal ni dada.
Y como la sala estaba junto a la cocina, todos entraban y salían, y lo veían y echaban un suspiro y se salían. ¿Qué iban a hacer? Todo estaba dicho y llorado.
Un día, uno de los yernos sacó la baraja y se pusieron a jugar al truque. Ningún daño le hacían al muerto con jugar al truque. Y afuera no paraba de nevar. Y pasó la Navidad, y por Reyes uno de los hijos pensó que lo mejor era llevar al difunto a una camareta que había cerca de la casa, a veinte metros de la casa, y ponerlo allí hasta que se pudiera llevar a enterrar.
Y así lo hicieron.
Y los vivos siguieron jugando al truque y metiendo leños de enebro en la candela. Y ya nadie hablaba del muerto, porque todo lo que se podía decir estaba dicho.
Por fin, llegó la primavera y pudieron mandar recado a Santiago de lo que había pasado, y como la muerte no había sido natural, el Juzgado mandó decir que lo dejaran quieto hasta que fueran ellos a levantar el cadáver.
Pasaron más días, hasta que una mañana se presentó el Juzgado y la Iglesia en «La Pinarilla», y los pillaron a todos jugando a las cartas. Fueron a ver el cadáver, y encontraron que los gatos le habían comido la cara. Y, al verlo, el juez torció el hocico y los quería llevar a todos a la cárcel por abandono del cadáver. Pero el cura, finalmente, como los conocía y sabía que eran personas de bien, convenció al juez para que no hubiera castigos. Pero el juez dispuso que se buscara a los gatos que le habían roído la cara, que eran cuatro o cinco gatos medio cimarrones. Y como habían comido del muerto, mandó que los mataran y los llevaran a Santiago para enterrarlos junto al difunto.
Y resultó un entierro muy sonado, que iba el Tío Feligrés en su caja de pino pintada de negro, y detrás, en un cajoncete, los cinco gatos que habían comido de él.

Juan Luis González-Ripoll, “El entierro del Tío Feligrés”, Narraciones de caza mayor en Cazorla, Everest, 1974.

lunes, 16 de junio de 2025

jueves, 12 de junio de 2025

Primavera 10

Tomás Yepes, Florero sobre un pedestal en un fondo de paisaje, pájaros y fruteros con peras y cerezas, Museo de Bellas Artes de Valencia (adquirido en 2025 en Subastas Fernando Durán), fuente: Ars Magazine (página web)

martes, 10 de junio de 2025

Calles 16

Olivo, rotonda en la Avenida de Europa (el Vadillo), Martos, foto: Antonio Erena, 24.05.25

Empiezan a florecer los almendros. La mamá perdiz apeona seguida de sus perdigones, ufana, cruza la carretera y se pierde entre los olivos. El olivo es uno de los objetos de deseo de mis amigos cañizarenses. Cavar olivos, estallar olivos, escamondar, limpiar olivos, varear olivos con varas de brezo, recoger olivos. Se pasan el día entre olivos. No creo que lo que obtengan de ese trajín sea mucho, pero manda el respeto sacramental al árbol sagrado. «Hazme pobre en madera —dice el proverbio marroquí—, te haré rico en aceite. Acaríciame, no me pegues, si quieres otra vez mis frutos. Pódame mucho, abóname bien, si no, deja que otro lo haga». Estamos en el planeta olivo. Para Unamuno el mundo se parte en dos. La línea divisoria pasa por el río Loira. «Al sur de la frontera viven hombres pequeños y morenos que cocinan con aceite de oliva y son dioses. Al norte habitan hombres rubios que cocinan con mantequilla y son esquimales».

El olivo es el árbol mágico de estos y otros campos. Ocho olivos quedan en Getsemaní, que yo los he visto y contado. Son del tiempo de Cristo. ¿Cómo explicar esa sacralidad, esa carnalidad que une al olivarero, al campesino con ese árbol totémico, delicado, modesto y sublime? Llevo años oyendo hablar del olivo como ser vivo. Veo como miman los olivos, los limpian, los podan, los cuidan. Es el símbolo mediterráneo cantado por Sófocles, el árbol de los dioses. Es más una civilización que un árbol. Cuenta el Génesis que la paloma, agotada del largo vuelo, llegó hasta el Arca de Noé con una rama de olivo en su pico. Nos anunció de esta manera que habían descendido las aguas del diluvio universal. Fue el primer árbol que brotó después de la cólera de Dios, el primero que floreció para celebrar la nueva alianza entre el cielo y la tierra, el reino de la paz. «El tiempo de la paz universal se acerca —escribe Shakespeare en Antonio y Cleopatra—. Para probar que ese será un día de prosperidad, todos los rincones del mundo mostrarán la rama de olivo».

No tiene el olivo la grandeza de la haya o la majestad del roble o del arce, sus hojas son vulgares y sus frutos menos espectaculares que los de la higuera o la palmera datilera, pero éste es el árbol del Mediterráneo, de Andalucía o del Oriente Próximo. Es alimento, perfume, ungüento para los más diversos males, para la salud y la belleza, para alimentar el fuego del hogar. El aceite servía para bruñir las estatuas de los dioses, las ramas del olivo para coronar a sus vencedores de las Olimpiadas.

Ha sido el árbol pintado por Van Gogh o Renoir, cantado por Homero, por Sófocles hace veinticinco siglos: «Aquí crece un árbol bendito, un árbol ignorado en Asia, un árbol indomable, un árbol inmortal, alimento de nuestras vidas, el olivo son hojas de plata». Se lee en el libro XXIII de la Odisea por boca de Ulises: «En medio del recinto, un olivo generoso esparcía su follaje, y su tronco era como un grueso pilar: en torno a él levanté los muros de nuestra cámara, y cuando la hube provisto de una puerta de madera maciza y sin grietas, despojé al olivo de sus frondas, cepillé el tronco hasta la raíz y luego, una vez que lo hube encuadrado y pulido, enclavijé el lecho contra él».

Su color era el de los ojos de Atenea. Sus semillas se plantaban en el camino de las conquistas, grácil pero resistente a los siglos y a las inversiones. Se cuenta que volvió a florecer el día siguiente del incendio de Atenas por los persas. El helenista francés Lacarriere ve en el olivo la exigencia de «la paciencia y la imaginación». Es el árbol sapiens, de la sabiduría griega, de los amorosos cuidados, de la lenta maduración, de la longevidad.

Manuel Leguineche, La felicidad de la tierra, Alfaguara, 1999, págs. 313-316.

Entradas del blog con la palabra «olivo»

miércoles, 4 de junio de 2025

Primavera 9

Jazmín azul​ (Plumbago auriculata) llamado embeleso en Cuba, foto: Antonio Erena 02.06.25
Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
 
alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:
 
sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
 
que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
 
Sor Juana Inés de la Cruz, 
«Verde embeleso», en Sor Juana Inés de la Cruz. Verde embeleso. Selección de poemas, Municipalidad de Lima, 2020, p. 8.

martes, 3 de junio de 2025

Venatoria 9

Juan Manuel Varela Simó, Conejo común (Oryctolagus cuniculus, c. 1990-2010), Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid

El primer censo del conejo de monte en la península Ibérica muestra una bajada generalizada del 18% con datos tomados entre 2009 y 2022, pero con importantes fluctuaciones dependiendo de las áreas. En las zonas forestales y en los montes la especie está en caída libre con una disminución del 57,75%, mientras que en las agrícolas esta cifra se reduce al 10%, pero con una tendencia al alza en los últimos años. Los cambios en los usos del suelo, con la desaparición del paisaje tradicional en mosaico, y las enfermedades son los factores que se vinculan al descenso de estas poblaciones. El trabajo, realizado dentro del proyecto europeo Life Iberconejo, incluye un mapa que muestra la densidad de población de estos animales. Una información que es “vital para la toma de decisiones partiendo del estado de la especie, clave en los paisajes mediterráneos", indican los autores del estudio.

Mapa que muestra la abundancia del conejo. Life Iberconejo

El conteo se ha realizado con los datos de capturas cinegéticas, además de con exploraciones de campo en Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Portugal, los territorios participantes en el proyecto.

El mapa muestra esta doble cara del conejo de monte, sus fluctuaciones de un lugar a otro. Su densidad es alta principalmente en cuatro grandes zonas españolas asociadas a medios agrícolas —las mesetas sur y norte, y los valles del Ebro y Guadalquivir—. Allí se concentra el conflicto con la agricultura. “Son áreas en las que hay explosiones de conejos que provocan daños graves porque tienen comida y pocos depredadores, y los cazadores no dan abasto en algunas de ellas”, explica Ramón Pérez de Ayala, director del proyecto Life y miembro de la organización conservacionista WWF.

No ocurre lo mismo en las zonas con predominio del monte mediterráneo, como Sierra Morena, las sierras extremeñas o gran parte de Portugal, donde debería cumplir su papel ecológico como especie presa y donde su caza genera beneficios socioeconómicos. Allí el declive es acusado y evidencia la razón por la que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo ha catalogado en peligro de extinción. El mapa que refleja todos estos datos de abundancia, está elaborado con una resolución de 2 x 2 kilómetros en toda la península Ibérica, “alcanzando un nivel de detalle sin precedentes a escala nacional”, sostienen los autores.

Dieta favorita del lince y el águila imperial

La caída de este animal es muy relevante debido a su importancia ecológica y socioeconómica. Se le considera “un ingeniero de los ecosistemas”, señalan los autores del mapa, por su capacidad para modelar el entorno y ser presa de más de 40 especies de mamíferos y aves en el monte mediterráneo. El lince y el águila imperial dependen por completo de esta especie, y es muy importante para el buitre negro o el águila perdicera. A ellos se unen múltiples depredadores: desde el zorro, hasta serpientes que se comen a los gazapos, pasando por el jabalí que puede acabar con todas las crías de una madriguera en sus primeras semanas de vida.

Para elaborar el mapa de distribución de la especie, investigadores del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC - CSIC, UCLM, JCCM) han desarrollado un modelo matemático que integra diversas fuentes de datos: la situación poblacional a gran escala —las estadísticas cinegéticas de animales cazados—, datos a escala regional y local — conteos de conejos o de indicios de su presencia sobre el terreno, respectivamente —, e información sobre las características del hábitat.

El trabajo ha partido de un acuerdo entre todos los agentes implicados en la gestión de la especie, incluido el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y el Instituto de Conservação da Natureza e das Florestas (ICNF) de Portugal. Esta colaboración, que también incluyó a entidades científicas, conservacionistas, cinegéticas y agrarias, ha permitido estandarizar las metodologías de seguimiento del conejo de monte y coordinar la recogida de datos en el territorio, puntualizan desde el proyecto. Solo de esta forma se pueden obtener “resultados fiables y comparables a escala ibérica”, concretan.

“Los montes españoles pierden el 60% de los conejos”, Esther Sánchez, El País, 02.06.25

lunes, 2 de junio de 2025

Parecidos razonables 39 - Profesiones 4 (fontanera)

Leire Díez, junto a un hombre no identificado, en mayo de 2022, foto: A. Pérez Meca
Joan Cusack como Debbie y Christopher Lloyd como Fétido en La familia Addams. La tradición continúa (Barry Sonnenfeld, 1993)

miércoles, 28 de mayo de 2025

martes, 27 de mayo de 2025

Desolación 24

Paseo de la Constitución, Baeza, el pasado mes de enero, fuente diario Ideal, 17.01.25
En unos minutos y sin demasiado esfuerzo —los dos tenían experiencia en trabajos de construcción— talaron lo que había crecido con extrema lentitud durante dos siglos, al ritmo solemne de los procesos de la naturaleza, con la paciencia gradual con la que crecen y se edifican las obras más valiosas, las naturales y las humanas, los bosques y las catedrales, los arrecifes de coral, las ciudades crecidas orgánicamente sin que nadie las haya planificado, las formas civilizadas de convivencia.

En la bella Baeza, que forma con Úbeda un espejismo doble de clasicismo italiano en medio de los olivares de Jaén, un ayuntamiento regentado por bárbaros decretó hace unos meses la tala de los árboles enormes que daban sombra y vida al paseo de la Constitución. La tala no se hizo de noche ni fue anónima, y, sin embargo, los concejales arboricidas no corren el menor peligro de ser acusados ante un tribunal. Dejan desierto y pelado un paisaje que uno lleva viendo toda la vida y están talando al mismo tiempo este momento presente y el recuerdo.

Antonio Muñoz Molina, «Como el árbol talado» (fragmentos), El País24.05.25

* * *

Al día siguiente quedé con mi amiga para tomar café en el Bombay después de comer. Nos gustaba ese sitio en la calle Real, bajo la imponente torre de las campanas de la catedral, uno de los contados de la capital al que no había alcanzado la moda de los cristales biselados y las cerámicas estridentes. Así aprovechábamos para entrar al templo, sin que en cada ocasión dejara de sorprendernos la atmósfera mágica de sus perfectas proporciones, en especial las de su sacristía y sala capitular, dos de los espacios más elegantes de la arquitectura española. No mucho más restaba que ver en la muy noble y leal ciudad, ignorada por sus vecinos y arrasada con método por los alcaldes de sus últimos cien años. En este periodo se había destruido lo que se tardó dos mil años en moldear: habían caído iglesias, conventos, palacios, teatros, casas populares, calles y plazas enteras; hasta el ambiente era distinto, abandonados los barrios históricos y desplazada la gente del casco antiguo hasta las partes modernas, trazadas al azar, sembradas de bloques de pisos cada uno de una clase, sin orden ni concierto. Cuando algunas voces se alzaban, las de los aguafiestas de siempre, ya era demasiado tarde. Pero lo mismo había sucedido con la mayoría de las ciudades y los pueblos de la provincia, siempre en la cola de las estadísticas. No éramos genios de la conservación. Sólo las pocas que habían sabido proteger su patrimonio empezaban a gozar de los beneficios del turismo y de un prestigio que ya traspasaba las fronteras, después de la reciente declaración de dos de ellas, las más representativas, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Antonio Erena Camacho, El secreto del escultor, Gráficas La Paz, Torredonjimeno, 2012, p. 52. 

domingo, 25 de mayo de 2025

Domingo de Jesús

Jesús Nazareno regresa a su iglesia de San Francisco, Domingo de Jesús, Priego de Córdoba, foto: Antonio Erena, 25.05.25
Almas piadosas, clamad
Con espíritu sereno:
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Los honrados ascendientes
Que su nombre nos legaron,
A Jesús nos enseñaron
A venerar reverentes:
Y a fuer de buenos creyentes
Pedimos con humildad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Por eso le dedicamos
Plegarias, votos, ofrendas,
Que son auténticas prendas
De lo que en Él esperamos:
Por eso todos clamamos
En cualquier necesidad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Si cuando el Padre padece
Se compadecen sus hijos,
Pongamos los ojos fijos
En la imagen que aparece:
¿Quién no pena y aborrece
De sus culpas la maldad...?
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Almas devotas, clamad
Con espíritu sereno;
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Las imágenes sagradas
Del Nazareno divino,
Están mostrando que vino
Tras de ovejas extraviadas:
En la cruz van figuradas
Que agobia a su Majestad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Llevaba de muy buen grado
Jesús en la cruz a cuestas,
Las consecuencias funestas
De nuestro enorme pecado:
Y habiéndolas Él cargado,
Nos perdonó la Deidad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Al que a Jesucristo siga
Con su propia cruz cargado,
Penitente y resignado
El peso se le mitiga:
Para que confíe y diga
(No obstante su indignidad.)
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            El que tierno se mostrara
Con su dolorida Madre,
Muéstrasenos como Padre
Bajo la cruz en la cara:
Es la expresión viva y clara
De su entrañable bondad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            Es tan noble y desprendido,
De entrañas tan generosas,
Que en las mujeres piadosas
Declinará su plañido:
No lloréis por mí afligidas
No: por vosotras llorad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
 
            ¡Quién fuera tan fervoroso
Como la dicha Verónica
De quien refiere la Crónica
Que limpió su rostro hermoso!
Y la imagen... ¡don precioso!
Mereció su caridad.
            Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.

Carlos Valverde López, "Gozos a Nuestro Padre Jesús Nazareno" (de su Novena a Nuestro Padre Jesús Nazareno), en Enrique Alcalá Ortiz, Hablan del Nazareno de Priego (edición digital), Priego de Córdoba, 2005, pp. 163-165.