miércoles, 28 de marzo de 2018

Pasión

Vista de la iglesia de Santo Tomás, Leipzig, tarjeta postal, 1908
Erbarme dich, La Pasión según San Mateo, Bach, canta Julia Hamari, Orquesta Bach de Múnich, dirige Karl Richter

Erbarme dich, mein Gott,
Um meiner Zähren willen;
Schaue hier,
Herz und Auge Weint vor dir
bitterlich.
Erbarme dich!

Ten piedad de mí, Dios mío,
advierte mi llanto.
Mira mi corazón
y mis ojos que lloran
amargamente ante Ti.
¡Ten piedad de mí!

Johann Sebastian Bach,
La Pasión según San Mateo, 47, aria (contralto),
traducción: Jaime Goyena

viernes, 23 de marzo de 2018

Soledad

Gaspar Becerra, Ntra. Sra. de la Soledad, convento de la Victoria de Madrid, modelo de las 'dolorosas' españolas (destruida en la Guerra Civil) Foto: Archivo Moreno

miércoles, 21 de marzo de 2018

jueves, 15 de marzo de 2018

Ayer y hoy 20

Jaén, calle Reventón, al fondo, arriba, la cruz del cerro de Santa Catalina
Foto: Antonio Erena, 23.09.17
Gólgota, anterior entrada del blog

Brillantísima turba de poetas,
los que buscáis de la creación las galas
para escribir cuartetas
más buenas o más malas;
los que llamáis culebra al arroyuelo;
a la nube cañón, al cañón nube;
al cielo mar; a la mujer querube;
al querube mujer; a la mar cielo;
y nos decís que el sol ama a la luna,
y que la luna al sol sigue la pista,
cuando no se conocen ni aun de vista.
Los que al sentir cantar los ruiseñores
pensáis cándidamente
que cantan sus amores,
sin acoger la tremebunda idea
de que pueden hallarse de pelea;
los que decís con armoniosas galas
que todas las mujeres tienen alas
y que son por lo puras
ángeles forasteros
que viven cuartos cuartos o terceros
en lugar de vivir en las alturas;
los que con tono serio
nos contáis que la aurora llora o ríe,
conforme está de humor; que el aura leve
tiene amor con las flores; que la rosa
se aflige cuando llueve,
y que la azul laguna,
que estaba en relaciones
con el arroyo manso y cristalino,
da quejas a los cielos
cuando el infiel galán, por darle celos,
se detiene en la presa del molino.
Los que cantáis... venid... Hay aquí un mundo
de ardiente inspiración; la ciudad mía
es por hados fatales
un cuaderno especial de geografía,
con notas del autor y editoriales;
en sus calles hay golfos y colinas,
peñascos y torrentes,
cascadas y ruinas,
con otros accidentes
que forman por su hechura
un globo de admirable contextura.
Aquí, por privilegio
de que ejemplo no existe, en pleno día,
lucientes y a millones,
las estrellas se ven a tropezones;
aquí, porque Dios quiso,
las flores brotan en los riscos suaves
que pueblan a la par gozando el piso
cabras de buenos pies, y águilas graves;
aquí las calles lóbregas y frías,
para bien de las gentes,
son en lugar de calles, droguerías...
Aquí... mas no prosigo, de mis huellas
marchad en pos, y contemplad serenos
el vasto panorama
que en pos de mis históricas querellas
os voy a demostrar sin más ni menos.
Una calle... miradla... allá a lo lejos
profundos precipicios; son las grutas
del gigantesco Cáucaso; a su planta,
un lago... es el Mar Muerto; muy vecina
a las rocas aquellas
una roca se empina
haciendo tropezar a las estrellas...
Es el pico del Teide; en la pendiente
se dibujan detrás confusamente
hondos desfiladeros;
las Termópilas son; ¡ay del que pisa
sus peñones ingratos,
que aunque vuelva a su casa con camisa,
de seguro no vuelve con zapatos...!
Allá lejos, al pie de oscura loma
se ve un charco asqueroso, triste y feo;
allí estuvo Sodoma;
aquel picacho que al oriente asoma
debe ser el Montblanc o el Pirineo;
y aquellas aguas que por dos pendientes
bajan en las crecientes
hasta la cueva oscura
que con rejón de hierro se asegura,
son los brazos del Nilo,
que de la lluvia en la estación impía
al mar se echa intranquilo
besando la ciudad de Alejandría.
¿Conocéis el lugar así en conjunto?
La calle de Cerón; pues a otro asunto.

………………

Otra calle... ¿Qué veis? Sombras y luto;
apenas en su seno se levanta
de la vida el rumor como tributo;
inmundo el suelo; las paredes brotan
líquidos horrorosos; aquí estuvo
Pentápolis feroz; Dios en su ira
con hirviente betún abrasó el seno
de las cinco ciudades; hoy se mira
el piso ingrato al ingrediente ajeno;
mas en cambio se ven, y muy recientes,
tan viles ingredientes,
que piden con sus lúgubres escorias
bandos, multas, columnas mingitorias,
órdenes de prisión y dependientes.
Allá a los lejos vese una figura
en sucia y académica postura:
sin duda es un judío*
que sin fogar ni grey
abusa de su estúpido albedrío
profanando la sombra de la ley.
¿Conocéis el lugar? Aunque os asombre
su nombre callaré porque es impuro,
y a más de callejón, Sucio de nombre.
Otra calle, en su centro las arenas
raudas se arremolinan; negras nubes
en alas de Simoun
se levantan insanas,
pretendiendo comerse las manzanas.
Reverbera la luz; las aves chillan;
sólo las aguas por su ausencia brillan.
Es el Sahara... huid... los vendavales
levantarán la arena,
y hasta las catedrales
al polvo impuro servirán de cena.
En vano pide el árabe afligido
desde el culto Yemen
agua a los cielos... nada...
las aguas no se ven... años pasados
por la arena abrasada
pasaban los nublados
por un jumento fúnebre arrastrados;
mas, ¡oh negro tormento...!
ya no más pasarán; el tiempo errante
mató a fuerza de siglos al jumento,
y la nube tonel quedó cesante.
¿Conocéis el lugar? Lo arrecifado,
¡la Carrera, la Plaza y el Mercado...!
Allá lejos, por medio de azoteas,
de torres y de cúpulas bravías,
negras nubes de humo
se elevan por las bóvedas vacías.
Allí vive Nerón; es panadero;
él su furor desploma
sobre todos los que hay en su camino,
y anhelando abrasar la nueva Roma,
empieza por la casa del vecino.
No hay compasión... mirad... el humo crece;
la nube se agiganta;
ya una casa perece,
y el nuevo Nerón canta,
y junto al pan ¡la humanidad se cuece...!
Mas lejos... torreones...
casas apuntaladas...
lúgubres murallones...
ruinas abandonadas,
precipicios, escombros y peñones...
Allí están los fragmentos de Herculano
que el Vesubio aplastó, de Babilonia
del vicio criminal fruto liviano;
los escombros de Quito
ciudad que sin conquista
derribó un terremoto socialista;
los arruinados muros
de la gran Jericó, que por inquieta,
domando mundos y parando soles,
arrasó Josué con la trompeta,
a fuerza de becuadros y bemoles
las torres son del Cairo; los pilares
de Eacsos y Baltech; los edificios,
que apenas se sostienen,
y cuando sopla el aire van y vienen,
son residuos de casas galileas
que viven tristemente,
apoyando sus negras chimeneas
en la pared de enfrente;
y los otros solares arruinados,
que al Oriente se hacinan
dominando murallas y tejados,
son los restos de Rodas,
patria de aquel coloso
de instintos tan feroces
y de tan duros brazos,
que derribó su pueblo a puñetazos
una siesta fatal, soñando a voces...

………………….

¡Oh recuerdo de historia y geografía
filosóficamente detallados
en el conjunto de la patria mía...!
¡Oh patria, que en tu histórico recinto
tienes un laberinto
de cosas tan sin par y diferentes
que espantan a las gentes...!
Descansa en paz; y si mañana acaso
algún arrebatado Municipio,
(por exceso de atraso)
osa arreglar tus plazas y tus calles
o levantar del suelo un solo ripio,
dile con voz de bajo muy profundo
estas palabras que alzará la historia...
«No profanéis mi gloria...
yo soy la estatua del antiguo mundo.»

Bernardo López García,
De cómo se puede estudiar geografía histórica
por el piso y otros accidentes de Jaén, Oda

*El callejón Sucio es hoy el ‘callejón de la Mona’,
a cuya popular figura alude López como judío.

lunes, 12 de marzo de 2018

Locus amoenus 10

Paseo de entrada en Las Ermitas, sierra de Córdoba, al fondo la iglesia de Ntra. Sra. de Belén
Foto: Antonio Erena (2.16)
Hay en mi alegre sierra
sobre las lomas,
unas casitas blancas
como palomas.

Le dan dulces esencias
los limoneros,
los verdes naranjales
y los romeros.

Allí, junto a las nubes,
la alondra trina;
allí tiende sus brazos
la cruz divina.

La vista arrebatada
vuela en su anhelo
del llano a las ermitas,
de ellas al cielo.

Allí olvidan las almas
sus desengaños;
allí cantan y rezan
los ermitaños.

El agua que allí se oculta
se precipita,
dicen los cordobeses
que está bendita.

Prestan a aquellos nidos
los querubes,
guirnaldas las estrellas,
mantos las nubes.

¡Muy alta está la cumbre,
la cruz muy alta!
¡Para llegar al cielo
cuán poco falta!

       Antonio Fernández Grilo,
Las Ermitas de la Sierra de Córdoba

martes, 6 de marzo de 2018

Represión

Ramón Casas, La carga, Museu de La Garrotxa
Represión, Juan José Millás
El árbol, Julio Llamazares

Santo silencio profeso:
no quiero, amigos, hablar;
pues vemos que por callar
a nadie se hizo proceso.
Ya es tiempo de tener seso:
bailen los otros al son,

chitón.

Que piquen con buen concierto
al caballo más altivo
picadores, si está vivo;
pasteleros, si está muerto;
que con hojaldre cubierto
nos den un pastel frisón,

chitón.

Que por buscar pareceres
revuelvan muy desvelados
los bártulos los letrados,
los abades sus mujeres.
Si en los estrados las vieres,
que ganan más que el varón,

chitón.

Que trague el otro jumento
por doncella una sirena
más catada que colmena,
más probada que argumento;
que llame estrecho aposento
donde se entró de rondón,

chitón.

Que pretenda el maridillo,
de puro valiente y bravo,
ser en una escuadra cabo,
siendo cabo de cuchillo;
que le vendan el membrillo
que tiralle era razón,

chitón.

Que duelos nunca le falten
al sastre que chupan brujas;
que le salten las agujas,
y a su mujer se las salten;
que sus dedales esmalten
un doblón y otro doblón,

chitón.

Que el letrado venga a ser
rico con su mujer bella,
más por buen parecer della,
que por su buen parecer,
y que por bien parecer
traiga barba de cabrón,

chitón.

Que tonos a sus galanes
cante Juanilla estafando,
porque ya piden cantando
las niñas, como alemanes;
que en tono haciendo ademanes,
pidan sin ton y sin son,

chitón.

Mujer hay en el lugar
que a mil coches, por gozallos,
echará cuatro caballos,
que los sabe bien echar.
Yo sé quien manda salar
su coche como jamón,

chitón.

Que pida una y otra vez,
fingiendo virgen el alma,
la tierna doncella palma,
y es dátil su doncellez;
y que lo apruebe el jüez
por la sangre de un pichón,

chitón.

Quevedo, Santo silencio profeso

jueves, 1 de marzo de 2018

Casas 9

Casona de Tudanca
Foto: Rafael Sánchez Susí (27.08.14)
La Casona de Tudanca en la página web Museos de Cantabria

- VII -
Con dos guías tan complacientes y tan expertos como los míos, pronto conocí las principales sendas, cañadas y desfiladeros, la fauna y la flora de los montes más cercanos del contorno; perdí el miedo que me infundían los «asomos» u orillas descubiertas de los precipicios, siendo de advertir que allí no hay camino chico ni grande que no sea un asomo continuado, y adquirí la soltura y la fortaleza de que mis piernas carecían al principio para soportarme lo mismo en las cuestas arriba que en las cuestas abajo; es decir, siempre que andaba, porque es la pura verdad el dicho corriente en el lugar, de que en aquella fragosa comarca no hay otra llanura que la sala de don Celso. No subí a grandes alturas, porque no me tentaban mucho los espectáculos de esa casta, ni tampoco hicieron mis rudos guías grandes esfuerzos para animarme a vencer las inclinaciones de mi complexión relativamente perezosa; pero no dejé por eso de satisfacer mi escasa curiosidad en la contemplación de hermosísimos panoramas. Por último, conocí también los principales puertos de invierno y de verano, a los cuales envían sus ganados los valles circunvecinos, y admiré la lozanía de aquellas brañas («majadas») de apretada y fina yerba, verdaderas calvas en medio de grandes y tupidos bosques de poderosa vegetación. Cada una de estas calvas tiene, en los puertos de verano, una choza, y en los otros un «invernal»: la choza para albergue de las personas que pastorean el ganado, y el invernal, edificio amplio y sólido, de cal y canto, para establo y pajar de una buena cabaña de reses. Por lo común, cada invernal corresponde a los ganados de ocho o diez condueños de las «hazas» o partes de la braña contigua. Algunos de esos invernales estaban ya ocupados. De noche come el ganado prendido en la pesebrera, de la «ceba» del pajar, segada en las hazas en agosto; de día pasta al aire libre, mientras el tiempo lo consiente, al cuidado de sus dueños, que después de dejarlo recogido al anochecer, bajan a dormir al pueblo; al revés que en verano, durante el cual duermen amontonados en la choza, quedando la cabaña «acurriada», es decir, reunida en la majada circundante. Las yeguadas hacen vida más independiente y libre, y las hallábamos, en estado semisalvaje, donde menos lo pensábamos.

José María de Pereda, Peñas arriba, VII (fragmento), en Obras completas, tomo XV,
Viuda e hijos de Manuel Tello, Madrid, 1895