domingo, 23 de abril de 2017

Aniversarios 16

José Jiménez Aranda, Don Quijote y Sancho vuelven al pueblo, colección privada
Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo,
quisiera despachar a la estafeta
mi alma, o por los aires, y ponella
sobre las cumbres del nombrado Oeta.
Pues descubriendo desde allí la bella
corriente de Aganipe, en un saltico
pudiera el labio remojar en ella,
y quedar del licor süave y rico
el pancho lleno, y ser de allí adelante
poeta ilustre, o al menos magnifico.
Mas mil inconvenientes al instante
se me ofrecieron, y quedó el deseo
en cierne, desvalido e ignorante.
Porque la piedra que en mis hombros veo,
que la Fortuna me cargó pesada,
mis mal logradas esperanzas leo.
Las muchas leguas de la gran jornada
se me representaron, que pudieran
torcer la voluntad aficionada,
si en aquel mesmo istante no acudieran
los humos de la fama a socorrerme,
y corto y fácil el camino hicieran.
Dije entre mí: «si yo viniese a verme
en la difícil cumbre deste monte,
y una guirnalda de laurel ponerme,
no envidiaría el bien decir de Aponte,
ni del muerto Galarza la agudeza,
en manos blando, en lengua Rodomonte».
Mas, como de un error otro se empieza,
creyendo a mi deseo, di al camino
los pies, porque di al viento la cabeza.
En fin, sobre las ancas del Destino,
llevando a la elección puesta en la silla,
hacer el gran vïaje determino.
Si esta cabalgadura maravilla,
sepa el que no lo sabe que se usa
por todo el mundo, no sólo en Castilla.
Ninguno tiene o puede dar excusa
de no oprimir desta gran bestia el lomo,
ni mortal caminante lo rehúsa.
Suele tal vez ser tan ligera como
va por el aire el águila o saeta,
y tal vez anda con los pies de plomo.
Pero, para la carga de un poeta,
siempre ligera, cualquier bestia puede
llevarla, pues carece de maleta;
que es caso ya infalible que, aunque herede
riquezas un poeta, en poder suyo
no aumentarlas, perderlas le sucede.
Desta verdad ser la ocasión arguyo
que tú, ¡oh gran padre Apolo!, les infundes
en sus intentos el intento tuyo.
Y, como no le mezclas ni confundes
en cosas de agibílibus rateras,
ni en el mar de ganancia vil le hundes,
ellos, o traten burlas, o sean veras,
sin aspirar a la ganancia en cosa,
sobre el convexo van de las esferas,
pintando en la palestra rigurosa
las acciones de Marte, o entre las flores
las de Venus, más blanda y amorosa.
Llorando guerras o cantando amores,
la vida como en sueño se les pasa,
o como suele el tiempo a jugadores.
Son hechos los poetas de una masa
dulce, süave, correosa y tierna,
y amiga del hogar de ajena casa.
El poeta más cuerdo se gobierna
por su antojo baldío y regalado,
de trazas lleno y de ignorancia eterna.
Absorto en sus quimeras, y admirado
de sus mismas acciones, no procura
llegar a rico como a honroso estado.
Vayan, pues, los leyentes con letura,
cual dice el vulgo mal limado y bronco,
que yo soy un poeta desta hechura:
cisne en las canas, y en la voz un ronco
y negro cuervo, sin que el tiempo pueda
desbastar de mi ingenio el duro tronco;
y que en la cumbre de la varia rueda
jamás me pude ver sólo un momento,
pues cuando subir quiero, se está queda.

Miguel de Cervantes, Viaje del Parnaso
Capítulo Primero (fragmento)

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