martes, 30 de mayo de 2017

Lírica

Pedro Roldán, San Fernando, sacristía de la catedral de Sevilla
Foto: CameliaTWU, Flickr
Ya sé que sólo agrada
quien es feliz. Su voz
se escucha con gusto. Es hermoso su rostro.

El árbol deforme del patio
denuncia el terreno malo, pero
la gente que pasa le llama deforme
con razón.

Las barcas verdes y las velas alegres de Sund
no las veo. De todas las cosas,
sólo veo la gigantesca red del pescador.

¿Por qué sólo hablo
de que la campesina de cuarenta años anda encorvada?
Los pechos de las muchachas
son cálidos como antes.

En mi canción, una rima
parecería casi una insolencia.

En mí combaten
el entusiasmo por el manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me impulsa a escribir.

                 Bertolt Brecht, Malos tiempos para la lírica

El azul del mar inunda mis ojos,
el aroma de las flores me envuelve;
contra las rocas se estrellan mis enojos
y así toda esperanza me devuelven.
Malos tiempos para la lírica...

Las ratas corren por la penumbra del callejón,
tu madre baja con el cesto y saluda;
seguro que ha acabado tu jersey de cotton,
puedes esbozar una sonrisa blanca y pura.
Malos tiempos para la lírica...

Seguro que algún día, cansado y aburrido,
encontrarás a alguien de buen parecer,
tu trabajo de banquero bien retribuido
y tu madre con anteojos volverá a tejer.
Malos tiempos para la lírica...

       Teo Cardalda y Germán Coppini, Malos tiempos para la lírica

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