jueves, 2 de mayo de 2019

Excéntricos 21

Lápida de bronce en la casa en la que murió en Madrid el poeta Bernardo López (11.12.1838 - 15.11.1870),
obra del escultor Jacinto Higueras (1925)
Foto: Carlos Viñas-Valle
Oigo, patria, tu aflicción
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón;
sobre tu invicto pendón
miro flotantes crespones
y oigo alzarse a otras regiones
en estrofas funerarias
de la iglesia las plegarias
y del arte las canciones.

Lloras, porque te insultaron
los que su amor te ofrecieron...
¡A ti, a quien siempre temieron
porque tu gloria admiraron;
a ti, por quien se inclinaron
los mundos de zona a zona;
a ti, soberbia matrona,
que libre de extraño yugo
no has tenido más verdugo
que el peso de tu corona!

Do quiera la mente mía
sus alas rápidas lleva
allí un sepulcro se eleva
cantando tu valentía:
desde la cumbre bravía
que el sol indio tornasola
hasta el África , que inmola
sus hijos en torpe guerra,
¡no hay un puñado de tierra
sin una tumba española!

Tembló el orbe a tus legiones
y de la espantada esfera
sujetaron la carrera
las garras de tus leones;
nadie humilló tus pendones
ni te arrancó la victoria;
pues de tu gigante gloria
no cabe el rayo fecundo
ni en los ámbitos del mundo
ni en el libro de la historia.

Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial;
en tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros
porque indómitos y fieros
saben hacer tus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

Y aun hubo en la tierra un hombre
que osó profanar tu manto...
¡Espacio falta a mi canto
para maldecir su nombre!
Sin que el recuerdo me asombre
con ansia abriré la historia:
presta luz a mi memoria
y el mundo y la patria a coro
oirán el himno sonoro
de tus recuerdos de gloria.

Aquel genio de ambición
que, en su delirio profundo
captando guerra, hizo al mundo
sepulcro de su nación,
hirió al ibero león
ansiando a España regir
y no llegó a percibir,
ebrio de orgullo y poder,
que no puede esclavo ser
pueblo que sabe morir.

¡Guerra!, clamó ante el altar
el sacerdote con ira;
¡guerra!, repitió la lira
con indómito cantar;
¡guerra!, gritó al despertar
el pueblo que al mundo aterra;
y cuando en hispana tierra
pasos extraños se oyeron
hasta las tumbas se abrieron
gritando: ¡venganza y guerra!

La virgen, con patrio ardor,
ansiosa salta del lecho,
el niño bebe en su pecho
odio a muerte al invasor;
la madre mata su amor
y cuando calmado está
grita al hijo que se va:
"¡Pues, que la patria lo quiere,
lánzate al combate y muere,
tu madre te vengará!"

¡Y suenan patrias canciones
cantando santos deberes,
y van roncas las mujeres
empujando los cañones;
al pie de libres pendones
el grito de patria zumba
y el rudo cañón retumba
y el vil invasor se aterra
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba!

* * *
Mártires de la lealtad
que, del honor al arrullo,
fuisteis de la patria orgullo
y honra de la humanidad
en la tumba descansad;
que el valiente pueblo ibero
jura con rostro altanero
que, hasta que España sucumba,
no pisará vuestra tumba
la planta del extranjero.

                                                      Bernardo López, Oda al Dos de Mayo

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