Nubes sobre Torredonjimeno Foto: Antonio Erena, 8.04.20 |
CV
Son de abril las
aguas mil.
Sopla el viento
achubascado,
y entre nublado y
nublado
hay trozos de cielo
añil.
Agua y sol. El iris
brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella
amarilla.
La lluvia da en la
ventana
y el cristal
repiquetea.
A través de la
neblina
que forma la lluvia
fina,
se divisa un prado
verde,
y un encinar se
esfumina,
y una sierra gris se
pierde.
Los hilos del
aguacero
sesgan las nacientes
frondas,
y agitan las turbias
ondas
en el remanso del
Duero.
Lloviendo está en los
habares
y en las pardas
sementeras;
hay sol en los
encinares,
charcos por las
carreteras.
Lluvia y sol. Ya se
oscurece
el campo, ya se
ilumina;
allí un cerro
desparece,
allá surge una
colina.
Ya son claros, ya
sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos
torreones.
Hacia la sierra
plomiza
van rodando en
pelotones
nubes de guata y
ceniza.
Antonio Machado,
«En abril las aguas mil»,
de Campos de Castilla
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