miércoles, 1 de julio de 2020

Pandemia 12

Nicolás de Bussy, El triunfo de la Cruz ("La Diablesa"), Museo Arqueológico de Orihuela
Foto: M. Sola B.
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En las primeras semanas de la pandemia, los españoles nos acostumbramos a ver escenas milenaristas grabadas por particulares en las que se nos mostraba a curas bendiciendo sus pueblos desde el remolque de un camión agrícola (en Deltebre, en Tarragona) o desde el tejado de su parroquia (en Arroyo de la Luz, en Cáceres) o rezando el vía crucis en solitario por las calles desiertas de los suyos (varios) y hasta diciendo misa con un megáfono desde el balcón de un edificio (en León, donde, al finalizar el cura la ceremonia con el habitual “Podéis ir en paz”, se oyó la voz en off de un vecino que le respondía: “¿A dónde?”, recordándole que estaban en pleno confinamiento). Fuera de esas escenas, la Iglesia se limitó a cumplir las órdenes del Gobierno y se quedó, como todo el mundo, encerrada en casa a esperar que pasara la tempestad. Pero, en cuanto esta ha amainado un poco, ha hecho acto de presencia y no precisamente para ayudar a calmar las ya de por sí revueltas aguas políticas del país.
Primero fue un exministro del Interior de Mariano Rajoy, el vallisoletano Jorge Fernández Díaz, el que en una declaración grabada por él mismo, lo que no deja lugar a interpretaciones, nos confió a todos los españoles lo que el Papa emérito (perdón por el adjetivo, pero lo es) le dijo en una entrevista privada en el Vaticano: que el demonio estaba detrás del independentismo catalán, pues quería vengarse de España por los servicios prestados por nuestro país al catolicismo (la evangelización de América o la derrota del comunismo internacional en la guerra civil, entre otros), y ahora son dos voces autorizadas de la Iglesia las que han vuelto a traer a colación al demonio para explicar lo que está pasando en el mundo: una, la del cardenal y arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, quien ha afirmado en una homilía que la vacuna contra el coronavirus será obra del maligno, pues se está investigando con células de fetos abortados, y el otro, un tal José Luis Mendoza, presidente de la Universidad Católica de Murcia y miembro destacado de los autodenominados kikos, quien ha atribuido al Anticristo y a “las fuerzas del mal” la pandemia vírica, al tiempo que nos previene contra la intención de éstas de implantarnos, junto con la vacuna, cuando se consiga, un chip para controlar nuestra libertad. Es decir, que tengamos cuidado con el demonio, que anda suelto.
Creo que he hecho mal dejando el anís, habría dicho un cuñado mío a la vista de estas declaraciones, pero yo, temeroso de Dios y del demonio, no me atrevo a tanto, como seguramente les pasará a más de uno de ustedes, queridos lectores. Eso sí, me asombro de que estas cosas las digan personas normales, o aparentemente normales a tenor de los cargos que ocupan o que ocuparon en un momento: un Papa (emérito o en activo, da lo mismo), un cardenal, el presidente de una Universidad y un exministro del Interior, responsable, entre otros, de los operativos policiales patrióticos desplegados en Cataluña durante su mandato, por ejemplo. ¿En manos de quiénes estamos?, podríamos preguntarnos, si no supiéramos que es el demonio el que está detrás intrigando y urdiendo tretas para confundirnos y para que no veamos que el Anticristo es el que dirige el mundo con apoyo de todas las fuerzas del mal, esas que pugnan por destruir España y a la Iglesia católica. ¡Vade retro, Satanás!

Julio Llamazares, El demonio ha vuelto, El País, 20.06.20

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