miércoles, 26 de octubre de 2022

Fuentes 4

La fuente de Don Sancho en el camino de la Celada, Torredonjimeno
Foto: Antonio Erena (14.10.22)
Casulla del infante don Sancho, exposición «Alfonso X, el legado de un rey precursor»
Museo de Santa Cruz, Toledo. Foto: Antonio Erena (02.06.22)
… pero sucedió otra nueva desgracia. Ésta fue que don Sancho, arzobispo de Toledo, con el triste aviso de esta jornada, juntado que hubo toda la caballería que pudo en Toledo, Madrid, Guadalajara y Talavera, se partió a gran prisa para el Andalucía. Los moros de Granada talaban los campos de Jaén, robaban los ganados, mataban y cautivaban hombres, ponían fuego a los poblados; finalmente, no perdonaban a cosa ninguna que pudiese dañar su furor y saña. A éstos, pues, procuró de acometer el arzobispo con mayor osadía que consejo: hervíale la sangre con la mocedad, deseaba imitar la valentía del rey, su padre, y pretendía quitar a los moros la presa que llevaban. Y dado que los más cuerdos eran de parecer que debían de esperar a don Lope de Haro, que sabían marchaba a toda furia, y que en breve llegaría con buen escuadrón de gente, no era justo ni acertado acometer con tan poca gente todo el ejército enemigo; pero prevaleció el parecer de aquellos que decían, si le esperaban, a juicio de todos sería suya la gloria de la victoria. So color de honra buscaron su daño: trabada la batalla, que se dio cerca de Martos, a los 21 de octubre [de 1275], fácilmente fueron los fieles vencidos, así por ser menos en número como por ser soldados nuevos, y los moros muy ejercitados en el arte militar. La huida fue vergonzosa, los muertos pocos para victoria tan señalada. Prendieron al arzobispo don Sancho, y comoquiera que hubiese diferencia entre los bárbaros sobre de cuál de los reyes sería aquella presa y estuviesen a punto de venir a las manos, Atar, señor de Málaga, con la espada desnuda le pasó de parte a parte, diciendo: «No es justo que sobre la cabeza de este perro haya contienda entre caballeros tan principales». Muerto que fue, le cortaron la cabeza y la mano izquierda, en que tenía el anillo pontifical. Este estrago fue tanto de mayor compasión y lástima, que pudieran los bárbaros ser destruidos en aquella pelea, si los nuestros tuvieran un poco de paciencia y no fueran tan amigos de su honra; porque don Lope de Haro sobrevino poco después, y con su propio escuadrón volvió a la pelea, y con maravillosa osadía forzó a los moros a retirarse, pero no pudo vencerlos a causa de la oscuridad de la noche, que sobrevino. El cuerpo, mano y cabeza del arzobispo don Sancho, todo rescatado a precio de mucho oro, enterraron en la Capilla Real de Toledo, título de Santa Cruz, en que estaban sepultados el emperador don Alonso y su hijo don Sancho el Deseado.

Padre Juan de Mariana, Historia General de España, Libro Decimocuarto, Capítulo Primero (fragmento), en Biblioteca de Autores Españoles, Obras del Padre Juan de Mariana, Tomo I, Rivadeneyra, Madrid, 1854, p. 401 (actualización: Antonio Erena).

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