lunes, 16 de enero de 2023

Lumbre

La lumbre de San Antón en la plaza de San Juan de Jaén, foto: Antonio Erena, 16.01.20
Fuego, anterior entrada del blog

En todas las huertas, cortijos, caserías y montes donde hay ganado u otros animales domésticos, se encienden fogatas al anochecer en la víspera de San Antón para que los libre de enfermedades y epidemias, y los haga más productivos. En San Antón, la gallina pon, dice el refrán.

Esta costumbre tradicional de las lumbres enlaza las pascuas de Navidad y Reyes con la Candelaria, que hasta San Antón, pascuas son, según el dicho popular.

También, dentro de la ciudad, en las plazuelas y en las encrucijadas de calles, ardían en la noche del 16 de enero, las lumbres de San Antón. Sus altas lenguas de fuego sobresalían por cima de los tejados. Las fachadas refulgían y los cristales de las ventanas, como espejos incandescentes, saltaban hechos añicos al calor de las hogueras. Nubes de chispas, de pavesas y cenizas sobrevolaban la ciudad, invadida de humaredas, de resplandores del fuego y del olor a leña quemada, a chamusquina.

Coincidían las lumbres de San Antón con la corta en el olivar, y los muchachos traían del campo cargas de ramón que al quemarse crepitaban con alegres chasquidos, mezclados con el de los cohetes rateros o buscapiés, y el triquitraque y sobresalto de los petardos que animaban la fiesta.

Lumbres de la Alcantarilla, del Rabalejo y San Juan; de la Magdalena y el Campillejo de Cambil; de la calle de los Romeros y de la plaza del Conde.


A la flor del romero,
romero verde,
el romero se seca,
ya no florece.

Y en torno a las lumbres, que atraían en la fría noche de enero, o cerca de ellas, con los rostros encendidos por las llamaradas, o en los patios de las casas antiguas y labradoras, la gente joven, jugando al corro o a la rueda, se obsequiaban con calabaza batatera, rosetas y mosto.

Los melenchones de Jaén, desenfadados, picantes e ingenuos tenían su tiempo típico desde San Antón a los carnavales. Sus letras eran populares, improvisadas, del día, e iban con la moda. Lola Torres recogió hasta sesenta letras y su música, antes de que se perdiesen por el olvido y el desuso:


Y sal a bailar salero,
salero sal a bailar,
que tiene usted para mí
la gracia de Dios salá…

Rafael Ortega y Sagrista, «Las lumbres de San Antón», en Escenas y costumbres de Jaén, Tomo I, IEG, 1977, pp. 79-80.

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