jueves, 16 de mayo de 2024

Relación

Francisco de Goya, «Los moros establecidos en España, prescindiendo de las supersticiones de su Alcorán, adoptaron esta caza y arte, y lancean un toro en el campo», Tauromaquia, 3, 1814-16, Calcografía Nacional, Real Academia de San Fernando
Estas fiestas son hermosas, interesantes y magníficas; estos espectáculos, extremadamente nobles, cuestan mucho dinero. Difícil sería hacer de ellos una referencia exacta, y es preciso verlos para comprender su valor; pero confieso que todas estas cosas no acaban de gustarme cuando pienso que un hombre, cuya vida nos interesa, comete la temeridad de ir a exponerla contra un toro furioso, y que por su amor solamente (el amor es de ordinario el principal motivo) cae maltrecho, ensangrentado y moribundo. ¿Pueden aprobarse tales costumbres? Y aun suponiendo que no se sienta por nadie un interés particular, ¿puede desearse la celebración de una fiesta en la que pierden la vida varias personas? Por mi parte sorpréndeme que en un Estado cuyos Reyes llevan el sobrenombre de católicos se tolere una diversión tan bárbara. Bien sé que es muy antigua y de los moros heredada, pero creo que debiera de ser abolida, como otras muchas costumbres que se conservan aún desde aquellos tiempos en que los infieles habitaron este país.

Relación que hizo de su viaje por España la señora condesa D’Aulnoy en 1679, Tipografía Franco-Española, Madrid, 1892, p. 155.

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