lunes, 15 de julio de 2024

Piña

La Selección Española de Fútbol hace piña antes de comenzar la final de la Eurocopa 2024, fuente: Reuters
Fue un pase inesperado de Dani Carvajal, uno de esos pases al primer toque que desencuaderna a un equipo entero, a un imperio, el que habilitó entre dos rivales a Lamine Yamal, primer sorprendido por la sacudida del lateral. A Carvajal lo venía a encimar Bellingham y recibió de espaldas, pegado a la línea, así que se sacó un pase con el exterior que no fue a donde Yamal la esperaba, la banda, sino a un sitio mucho más juguetón: el carril del 8 y en su pierna buena, con un rival automáticamente a su espalda y otro delante temblando. Para entonces corría Morata arrastrando a su marca, pasando los dos como trenes de mercancías mientras Yamal los veía de reojo y seguía con la conducción. Ya la tenía franca para el disparo, pero también venía como una bala Dani Olmo con un rival atado a los tobillos como las latas de los coches de los recién casados. Y en una décima de segundo, cuando se esperaba el misil, Lamine Yamal soltó el balón, que atravesó dando botecitos a Olmo y al inglés para quedarse solo en el área.

Qué impresión produce una pelota suelta en el área, libre, sin nadie a veinte centímetros y con el portero lejos de su alcance. Qué poco dura ese momento, la víspera de un Big Bang: todo lo que uno quiere en la vida durante 90 minutos, ahí delante para hacerlo estallar. Fue lo que hizo Nico Williams irrumpiendo como un avión sin alas y con fuselaje por fuera, a velocidad infernal. Ni la controló: le pegó un zambombazo por tierra con la zurda y le metió una granada de mano al partido. Era el primer disparo a portería de España en la final, nada más empezar la segunda parte, y al gol le siguieron minutos preciosos, bellos, poco efectivos: chisporroteos que dejaron aire en los pulmones a Inglaterra, e Inglaterra lo hizo pagar caro. Sufrida selección la inglesa, por cierto: desactivó el mejor fútbol de la Eurocopa en la primera parte y se puso a morder vendas y tapar hemorragias hasta empatar el partido Cole Palmer en las narices a España en su única ocasión clara de la segunda parte.

Es divertido el fútbol cuando acaba así. Por eso el fútbol español en competiciones internacionales de clubes y selecciones es tan divertido: porque siempre acaba así. Se llega a una final y se gana. Los bajísimos umbrales de frustración futbolística de las generaciones jóvenes pueden acabar haciendo destrozos en el futuro. Están creciendo millones de chavales creyendo que las semifinales son la verdadera final, y nada les desmiente.

España e Inglaterra se asomaban a la prórroga con la brecha generacional latiendo: unos mirando de reojo por si salía al campo Tasotti o Al Ghandour, otros pidiendo cerveza fría y haciendo apuestas sobre quién marcaría el gol de la victoria. Ganaron los muchachos. Marcó en el último minuto Oyarzabal, que tuvo un mérito terrible en el remate pero aún más, si cabe, en el melonazo que le llegó de rebote y amansó al primer toque para Cucurella, que ejecutó un centro tenso, violento, al lugar al que solo llegan los que más fe tienen: no la tuvo Inglaterra y sí Oyarzabal, con más piernas. Dejó a Pickford despanzurrado en el suelo e hizo estallar plazas y ventanales en España, que jugó su primer partido en Berlín a la sombra de Francia, Alemania e Inglaterra, las tres favoritas del torneo, y la selección de Luis de la Fuente las descosió a las tres, partido a partido, con un juego exquisito ejecutado por una generación imberbe que hace en el campo con las piernas lo que hace con las manos en la Play.

Manuel Jabois, «Ganaron los muchachos», El País, 14.07.24

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