miércoles, 16 de octubre de 2024

Lecturas 20

Antonio Díaz-Cañabate, Historia de una taberna, Colección Austral, N.º 711, Espasa Calpe, Sexta edición, 1988
Antonio Díaz-Cañabate en Memoria de Madrid (página web)

   Despachar vino no es cosa fácil. Requiere destreza y rapidez singulares, soltura de manos, tiento y pulso, mucha vista, malicia, ingenio para alternar con el cliente y contestar sin enfado, pero con energía, a sus cuchufletas, no siempre del mejor gusto y de buena intención; memoria para las cuentas de las muchas copas que se sirven al mismo tiempo, paciencia a fin de soportar las inconveniencias de los borrachos patosos, y valor personal para imponerse en las bromas. Con mucho menos de estas condiciones se llegaba a ministro allá por los albores del siglo veinte.
    El mostrador de cinc reluce como si fuera de plata. Por el mostrador de cinc resbala el agua que fluye como de un manantial, y en el agua sumidas constantemente tiene las manos el tabernero. En el invierno, la cosa es dura; en el verano da gusto ser tabernero. Sobre la plata del mostrador, los vasos brillan como diamantes. En los frascos esos frascos rotundo acierto de esbeltez, sencillez y elegancia, tan decorativos y agradables el vino tinto y el vino blanco, con su colorido fuerte y bello, esmaltan de pedrería esa especie de trono oriental que es en definitiva el mostrador de una taberna.
 
Historia de una taberna, ed, cit., pág. 16.

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