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José Romero Benítez, San Amador de Martos, catedral de Jaén Foto: Zarateman (Wikipedia) |
Nació Amador en Tucci, de padres cristianos, en el siglo IX de la venida de Cristo (tiempo en que España estaba dominada de los moros). Ignórase como se llamaron sus padres, pero sabemos por el santo historiador de su martirio que tuvo otros hermanos; y como en Córdoba florecían los estudios y letras sagradas entre los cristianos, especialmente en los monasterios, y el santo, joven, se inclinaba a cultivar sus potencias con la instrucción de las ciencias, pasó a la corte siguiéndole sus hermanos y padre. Y aplicado al estudio aprovechó mucho no sólo en la literatura, sino en descubrir grandes fondos de prudencia y honestidad, por lo que inclinándose a vida casta y al servicio de las iglesias fue ordenado en los grados eclesiásticos hasta subir al honor de presbítero.
Vivían al mismo tiempo en Córdoba otros varones ilustres, fervorosos en fe y cristiandad, desprendidos del [175] siglo y enamorados de los bienes eternos; y, como cada ave busca a su semejante, con éstos se acompañaba Amador para volar con su ejemplo a las alturas. Los amigos más íntimos que tuvo fueron un hermano de san Pablo Diácono y pariente de san Eulogio que se llamaba Luis, y un monje cuyo nombre era Pedro. Estos tres, uniéndose como ascuas inflamadas en el amor de Dios, se encendían más y más cada día en el fuego de nuestra sagrada religión contra las sombras del mahometanismo; y, cuando ya el celo de la casa de Dios no los permitía callar ni estar encerrados en las suyas, salieron confederados al público para anunciar las verdades del Evangelio contra la superstición de Mahoma.
Presentáronse voluntariamente al juez de los enemigos de la fe. Y en vista de que Amador era sacerdote y que san Eulogio lo pone en primer lugar, no hay duda que éste fuese el que llevó la mano y voz, haciendo en nombre de sus hermanos la solemne y heroica confesión de la fe que les movía a desengañar a los que iban fuera del camino de la verdad que es Cristo nuestro Señor, publicando sus misterios divinos sin miedo de padecer cuantos tormentos sugiriese el enemigo a sus aliados y manifestando los engaños del Corán y de Mahoma, su perverso compositor. Y que en contestación y defensa de nuestra santa ley y sus verdades estaban prontos a dar la vida por Cristo. Así se cumplió. Porque [176] al oír el tirano juez en nuestros santos la misma confesión que habían hecho poco antes otros a quienes había martirizado, y no pudiendo tolerar manifestasen la inmundicia y abominaciones de su falso profeta Mahoma, mandó que sin detención fuesen degollados. Lo que entendido por los santos con singular júbilo de sus almas y empleando sus labios en divinas alabanzas, se ejecutó con la sentencia en sus sagradas gargantas, recibiendo el golpe del alfanje con constancia invencible. Fue su glorioso triunfo en el día último del mes de abril, corriendo entonces la era de 893, año de 855, y reinando Mahomad, hijo de Abderramán II. Y en el mismo día celebra el Martirologio Romano su memoria y reza de ellos Córdoba, por haber sido ilustrada con la sangre gloriosamente derramada por estos tres campeones.
El obispado de Jaén celebra con rito doble a san Amador, por caer en su recinto la patria de este sacerdote santo, pero eligió para su festividad el día 5 de mayo, por estar introducido antecedentemente otro culto en dicho día último de abril. La villa de Martos, gloriosa madre y patria de san Amador, le tiene elegido por uno de sus patronos. Y como a tal le tiene dedicado templo, que hoy es iglesia parroquial con título de Santa Ana y San Amador. Y en ella se celebran anualmente dos solemnes festividades: la una en el día del martirio, [177] a costa y con asistencia de su muy ilustre ayuntamiento. Y la otra, en el expresado día 5, a devoción de la muy noble cofradía que a su nombre está congregada en su iglesia. Disfrutando esta dichosa villa la protección de este su glorioso hijo con muchos y repetidos beneficios y milagros con que corresponde a la devoción de sus paisanos.
En ninguna parte se sabe haya carne o hueso de este glorioso santo; y, aunque en esta villa se venera un hueso con título y denominación de san Amador, es de aquellos que llamamos bautizados, que se traen de la ciudad de Roma para premiar la devoción cristiana. Su sagrado cuerpo fue arrojado con los de sus compañeros al río Guadalquivir, no habiendo querido Dios dar indicios del sitio en que yacía el cuerpo de su digno ministro, según escribe su historiador san Eulogio. Creyendo persevere en tumba de cristal por no ser digno el mundo de tratarlo; pero desde el profundo del elemento cristalino, no olvida este gigante de la gracia a los que con fe le invocan y desde allí clama mejor y más sonora su voz que aquéllos que refiere Job: Gigantes gemunt sub aquis (Job, 26). Alcanzando a sus devotos la divina piedad como en todas sus tribulaciones lo experimenta esta villa ilustre.
Fray Juan Lendínez, Augusta Gemela Ilustrada, Capítulo 30, «Trata del glorioso martirio de san Amador y del destierro del abad Sansón a Tucci» (fragmento), manuscrito, 1778. Transcripción: Antonio Erena.
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