La Virgen de los Dolores en su camarín, iglesia de Santa María, Torredonjimeno Foto: Alberto Ortega |
viernes, 31 de marzo de 2023
miércoles, 29 de marzo de 2023
Alegoría
Godfried Schalcken, Alegoría de la virtud y la riqueza (Allegory of Virtue and Riches), 1667, National Gallery, Londres |
lunes, 27 de marzo de 2023
Osio
Lorenzo Coullaut Valera, Monumento al obispo Osio (1926), Córdoba Foto: Antonio Erena, 9.03.23 |
Con más
individuación trató Zósimo el punto de la conversión de Constantino en su Libro
2, Capítulo 685, donde dice que, no hallando Constantino modo entre los
sacerdotes gentiles para purificar sus manchas por las muertes dadas a su hijo
el césar Crispo y a su mujer Fausta, había venido a Roma un egipcio español
(esto es, sabio o mago) quien le informó de que la (p. m. 111) ley y religión
de los cristianos tenía virtud para borrar cuantos delitos se hubiesen
cometido; y, aceptando el emperador la propuesta del egipcio, mudó de religión
haciéndose cristiano: egiptius quidam ex
Hispania Roman veniens, etc. Habla
aquí Zósimo, como pagano, que sintió mal de la conversión de Constantino; pero
la noticia que nos da de que fue español el que le instruyó en nuestros
misterios y dogmas, junto con lo que queda referido de la familiaridad y aprecio
de Constantino a Osio, son manifiesto testimonio de que Osio fue el catequista
y maestro del gran Constantino en los misterios y enseñanza de nuestra santa
fe; y que, si de este principio se siguió su conversión y los singulares bienes
que hizo a la religión cristiana con la paz y acrecentamiento de la Iglesia , todo fue y es debido
a Dios, origen y fontal de todo bien, como lo confesamos; pero es inmortal
gloria de nuestra España y en especial de nuestra Andalucía el que diese a la Iglesia un héroe tan grande,
capaz de desempeñar las divinas disposiciones.
Fr. Juan
Lendínez, Augusta Gemela Ilustrada, cap.
20 (fragmento), transcripción: Antonio Erena
domingo, 26 de marzo de 2023
El músico de la semana 62
Antoni Ros Marbà (Barcelona, 2.04.1937) Fuente: Centre Documentació Orfeó Català (página web) |
sábado, 25 de marzo de 2023
Fotogramas 167
La strada, Federico Fellini, 1954 |
viernes, 24 de marzo de 2023
Música popular 162
Joe Cocker (Sheffield, Inglaterra, 20.05.1944 - Crawford, Colorado, 22.12.2014) en el festival de Woodstock, fuente: AlohaCriticón (página web) |
miércoles, 22 de marzo de 2023
Lecturas 15
Ángel Palomino, Madrid, Costa Fleming, Planeta, 1975 |
Una vez le preguntaron a Raúl del Pozo en qué costa de España veraneaba, y
él respondió que en la costa Fleming. Doctor Fleming es una calle del barrio de
Chamartín de Madrid a la que fueron a parar en los años 50 muchos marines estadounidenses dándole un nuevo aire: alcohol, horarios laxos, bares, prostíbulos. Una década
después, era la zona de moda del faranduleo artístico; calles de “costumbres
relajadas”, en eufemismo maravilloso de la época. La zona generó hasta un
sonido propio, el sonido Costa Fleming, que hace unos años homenajeó en un
disco uno de los músicos más originales y auténticos de la escena española,
Fran Nixon. Nixon dijo una vez: “Cantar es una de esas cosas que merece la pena
hacer aunque se haga mal”. Y este martes a primera hora, cuando se levantó de
la cama el último vecino de la Costa Fleming, Ramón Tamames, debió de
recordar aquella tarde en una marisquería
de Madrid, cuando Sánchez Dragó, vinos mediante, propuso
a Vox su nombre para ser presidente del
Gobierno. “Ser presidente es una de esas cosas que merece la pena hacer aunque
se haga mal”, tuvo que decirse cuando escuchó la oferta el profesor, de 89
años. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que era una gran idea. Tamames dijo
entonces una frase brillante: “Si no lidero la moción, puedo arrepentirme el
resto de la vida”.
Entró en el hemiciclo con una sonrisa, apoyándose en un bastón y en un
ujier del Congreso y escoltado por el líder de la extrema derecha, Santiago Abascal. Nada más llegar, lleno de
solemnidad, se dirigió a la bancada del Gobierno a saludar ceremoniosamente a
los ministros. Subió las escaleras acompañado del ujier y se sentó en un escaño
junto a Abascal, que le avisaba de cuando salía a la tribuna para que el viejo
profesor echase su silla hacia delante. Ya en los discursos, tanto de su padrino como
de Pedro Sánchez, dio un recital de gestualidad. Hundido a ratos en el sillón,
con el mentón en el pecho y sacándose y poniéndose las gafas. Sin consultar
compulsivamente el teléfono móvil como el resto de los diputados, ejerciendo
con habilidad la superioridad moral del que no tiene redes sociales. Sin mover
una ceja cuando Abascal dijo que los diarios y sus voceros tenían ya las
crónicas y los titulares escritos, como cuando su eurodiputado Hermann Tertsch
dejó grabada la crónica de una huelga antes de que empezase.
A veces con la boca entreabierta en señal de estupefacción, otras
frunciendo el ceño (cuando Sánchez lo definió como “señuelo”), muchas veces con
gesto de cansancio (no tuvo el turno hasta más de dos horas de iniciada la
sesión, su labor hasta entonces consistió en apartar la silla cuando pasaba por
detrás Abascal) y no aplaudió a nadie, ni a los que lo metieron en el Congreso
ni a los que el miércoles lo van a sacar. Hizo algo más: mirar el reloj,
también cuando hablaba el líder de Vox. Y llamar la atención, muy incómodo, a
Sánchez y Díaz por la duración de sus discursos (llegó a interrumpir a Sánchez
aludiendo al tocho de 20 folios que llevaba el presidente —¿eran 20?, ¿los
contó desde allí?—). Cuando llegó su turno, volvió la mirada al reloj, pero
para sacárselo; se fajó con él durante segundos eternos mientras Abascal se
desesperaba: “Cuando quiera, don Ramón”. Pero estaba don Ramón en ese momento
como para dar las campanadas. Cuando acabó su primer discurso, dio las gracias
a todos como cuando uno sale en televisión —y él estaba en todas—, en especial
a su mujer Carmen. Como cuando uno publica un libro que sospecha será el
primero y el último, y se lo dedica a todo el mundo que pueda. De hecho, su
presencia allí era por un libro: el que ha anunciado que escribirá con su
experiencia en la moción de censura. Costumbres relajadas.
Cinco horas antes, Ramón Tamames había cruzado el portal de su casa vestido
para la ocasión en su día más importante; el día en que fue candidato a la
presidencia del Gobierno, sin saber que el disco con el que Francisco Nixon
homenajeó el sonido de la Costa Fleming se llama Lo malo que nos pasa en
referencia a la frase de Pascal: “Todo lo malo que me ha pasado en la vida ha
sido por salir de casa”.
Manuel Jabois, «Tamames en la Costa
Fleming», El País, 21.03.23
martes, 21 de marzo de 2023
Primavera 4
Pierre-Antoine Quillard, Las cuatro estaciones: primavera (1725-1729), Colección Carmen Thyssen, Museo Thyssen, Madrid, foto: Antonio Erena, 22.02.23 |
Elly Ameling canta Frühlingsglaube, D. 686 de Schubert
Die linden
Lüfte sind erwacht,
Sie säuseln und wehen Tag und Nacht,
Sie schaffen an allen Enden.frischer Duft, o neuer Klang!
Nun, armes Herze, sei nicht bang!
Nun muß sich alles, alles wenden.
Die Welt wird schöner mit jedem Tag,
Man weiß nicht, was noch werden mag,
Das Blühen will nicht enden;
Es blüht das fernste, tiefste Tal:
Nun, armes Herz, vergiß der Qual!
Nun muß sich alles, alles wenden.
-----------------------------------------------
Las suaves brisas se han despertado,
murmuran y se acunan noche y día,
van y vienen por todas partes.
¡Oh fresco aroma, oh virgen sonido!
Ahora, pobre corazón, ¡no seas miedoso!
Ahora, todo, todo cambiará,
El mundo será más bello cada día,
no sabemos qué ha de pasar,
la primavera no tendrá fin;
florece el valle más lejano y profundo:
ahora, pobre corazón, ¡olvida el dolor!
Ahora, todo, todo cambiará.
Frühlingsglaube (Fe primaveral), Johann Ludwig Uhland (1787-1862), fuente Kareol (página web)
Sie säuseln und wehen Tag und Nacht,
Sie schaffen an allen Enden.frischer Duft, o neuer Klang!
Nun, armes Herze, sei nicht bang!
Nun muß sich alles, alles wenden.
Die Welt wird schöner mit jedem Tag,
Man weiß nicht, was noch werden mag,
Das Blühen will nicht enden;
Es blüht das fernste, tiefste Tal:
Nun, armes Herz, vergiß der Qual!
Nun muß sich alles, alles wenden.
-----------------------------------------------
Las suaves brisas se han despertado,
murmuran y se acunan noche y día,
van y vienen por todas partes.
¡Oh fresco aroma, oh virgen sonido!
Ahora, pobre corazón, ¡no seas miedoso!
Ahora, todo, todo cambiará,
El mundo será más bello cada día,
no sabemos qué ha de pasar,
la primavera no tendrá fin;
florece el valle más lejano y profundo:
ahora, pobre corazón, ¡olvida el dolor!
Ahora, todo, todo cambiará.
Frühlingsglaube (Fe primaveral), Johann Ludwig Uhland (1787-1862), fuente Kareol (página web)
lunes, 20 de marzo de 2023
Ríos 4
El río Guadalquivir en Córdoba, al fondo el puente romano, foto: Antonio Erena, 9.03.23 |
Pasas
y estás como una pisada antigua sobre el mármol,
y hay en tu fondo un velo de argenterías fenicias,
y en la noche de la Albolafia
y hay en tu fondo un velo de argenterías fenicias,
y en la noche de la Albolafia
surgen de oscuro labio enamorado
las suras como negras palomas implorantes.
Eres el rey, turbio césar que se desangra
sobre su propia púrpura de barros,
carne deshecha las rojizas gredas,
y flotas sobre tu huyente melancolía,
y fugaz permaneces
con tus manos de plateado exvoto acariciando
el toro, la columna, el santuario
y los pétreos plegados de la estatua.
Tu cuerpo generoso se queda entre los juncos
como en un verde acetre de vegetales oros,
herido entre las zarzas por la voz y la noche
que la guitarra vierte sombría y encelada,
mientras los que se aman, de una orilla a otra orilla,
con las tendidas manos sollozantes hundidas en tu agua,
escuchan silenciosos tu bronco latido solitario
de astro centelleante entre los naranjales.
Brizas la inocente madera de las barcas
y abres un surco de congelado asombro
ante la esteva sacra que guía la bogante rueda de los molinos,
donde descansa erguida
la dorada y bermeja palmera de los Mártires:
el cielo ya en los ojos torcaces de Victoria
y Acisclo como un bello ostensorio labrado.
Tal audaz caminante
que un punto se detiene en la suave colina
y fija la mirada en la ciudad que adora y aleja para siempre,
así tú te remansas por los jardines tristes,
por las torres guardianas, por humildes tejares;
y tu rumor real, que baja victorioso
como guerrero esbelto de laureles
desde la áspera cueva de las sierras natales,
anida dulcemente en la cárdena adelfa
que tu mano instrumenta como roja viola apasionada.
Cuando sube la noche a su ajimez de luna
y el licuor de tus ópalos se agita intensamente,
los jóvenes ahogados del estío
levantan en silencio sus lívidas cabezas
que rojos ungüentarios perfuman de estoraques,
y sus miradas líquidas,
donde engastan los sábalos alhajas cinerarias,
contemplan el ciprés, la celosía, el patio,
los muros con la lepra verde de la alcaparra;
y suspiran y tejen coronas de amaranto,
de granadilla y mirto de hojas chorreantes
que van frescas, intactas, por tus crines undosas
hasta la sien vencida del amante que vive,
a tu orilla, la noche mortal del paraíso.
Pablo García Baena, «Río de Córdoba», en Un navío cargado de palomas y especias, Antología, ed. Guillermo Carnero, Junta de Andalucía, 2018
las suras como negras palomas implorantes.
Eres el rey, turbio césar que se desangra
sobre su propia púrpura de barros,
carne deshecha las rojizas gredas,
y flotas sobre tu huyente melancolía,
y fugaz permaneces
con tus manos de plateado exvoto acariciando
el toro, la columna, el santuario
y los pétreos plegados de la estatua.
Tu cuerpo generoso se queda entre los juncos
como en un verde acetre de vegetales oros,
herido entre las zarzas por la voz y la noche
que la guitarra vierte sombría y encelada,
mientras los que se aman, de una orilla a otra orilla,
con las tendidas manos sollozantes hundidas en tu agua,
escuchan silenciosos tu bronco latido solitario
de astro centelleante entre los naranjales.
Brizas la inocente madera de las barcas
y abres un surco de congelado asombro
ante la esteva sacra que guía la bogante rueda de los molinos,
donde descansa erguida
la dorada y bermeja palmera de los Mártires:
el cielo ya en los ojos torcaces de Victoria
y Acisclo como un bello ostensorio labrado.
Tal audaz caminante
que un punto se detiene en la suave colina
y fija la mirada en la ciudad que adora y aleja para siempre,
así tú te remansas por los jardines tristes,
por las torres guardianas, por humildes tejares;
y tu rumor real, que baja victorioso
como guerrero esbelto de laureles
desde la áspera cueva de las sierras natales,
anida dulcemente en la cárdena adelfa
que tu mano instrumenta como roja viola apasionada.
Cuando sube la noche a su ajimez de luna
y el licuor de tus ópalos se agita intensamente,
los jóvenes ahogados del estío
levantan en silencio sus lívidas cabezas
que rojos ungüentarios perfuman de estoraques,
y sus miradas líquidas,
donde engastan los sábalos alhajas cinerarias,
contemplan el ciprés, la celosía, el patio,
los muros con la lepra verde de la alcaparra;
y suspiran y tejen coronas de amaranto,
de granadilla y mirto de hojas chorreantes
que van frescas, intactas, por tus crines undosas
hasta la sien vencida del amante que vive,
a tu orilla, la noche mortal del paraíso.
Pablo García Baena, «Río de Córdoba», en Un navío cargado de palomas y especias, Antología, ed. Guillermo Carnero, Junta de Andalucía, 2018
domingo, 19 de marzo de 2023
El músico de la semana 61
Wilhelm Kempff (Jüterbog, 25.11.1895 - Positano, 23.05.1991) fuente: last.fm (página web) |
viernes, 17 de marzo de 2023
Música popular 161
Woody Guthrie (Okemah, 14.07.1912 - Nueva York, 3.10.1967), fuente: The New York Times, Hulton Archive/Getty Images |
This land is your land ’n this land is my land,
From California to the New York island,
From the redwood forest, to the gulf stream waters:
This land was made for you and me.
As I went walking that ribbon of highway
And I saw above me that endless skyway,
I saw below me that golden valley:
This land was made for you and me.
I roamed and rambled and I followed my footsteps
To the sparkling sands of her diamond deserts,
All around me a voice was sounding:
This land was made for you and me.
There was a big high wall there that tried to stop me
A sign was painted, said: Private Property,
But on the back side it didn’t say nothing: This land was made for you and me.
When the sun come shining then I was strolling
In the wheat fields waving and the dust clouds rolling;
A voice was chanting and the fog was lifting:
This land was made for you and me.
This land is your land ’n this land is my land,
From California to the New York island,
From the redwood forest, to the gulf stream waters:
This land was made for you and me.
From California to the New York island,
From the redwood forest, to the gulf stream waters:
This land was made for you and me.
And I saw above me that endless skyway,
I saw below me that golden valley:
This land was made for you and me.
To the sparkling sands of her diamond deserts,
All around me a voice was sounding:
This land was made for you and me.
A sign was painted, said: Private Property,
But on the back side it didn’t say nothing: This land was made for you and me.
In the wheat fields waving and the dust clouds rolling;
A voice was chanting and the fog was lifting:
This land was made for you and me.
From California to the New York island,
From the redwood forest, to the gulf stream waters:
This land was made for you and me.
------------------------------------------------------------
Esta tierra es tu tierra y esta tierra es mi tierra,
desde California hasta la isla de Nueva York,
desde el bosque de secuoyas, hasta las aguas de la corriente del golfo:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
Mientras caminaba por aquella recta de la carretera
vi por encima de mí ese cielo infinito,
vi por debajo de mí ese valle dorado:
esta tierra fue hecha para ti y para mí.
Vagué y divagué y seguí mis pasos
hacia las arenas centelleantes de sus brillantes desiertos,
a mi alrededor sonaba una voz:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
Había allí un gran y alto muro que intentaba detenerme,
había un letrero pintado, que decía: «Propiedad Privada»,
desde California hasta la isla de Nueva York,
desde el bosque de secuoyas, hasta las aguas de la corriente del golfo:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
vi por encima de mí ese cielo infinito,
vi por debajo de mí ese valle dorado:
esta tierra fue hecha para ti y para mí.
hacia las arenas centelleantes de sus brillantes desiertos,
a mi alrededor sonaba una voz:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
había un letrero pintado, que decía: «Propiedad Privada»,
pero en la parte de atrás no decía nada:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
Cuando el sol salía radiante, entonces yo iba paseando
entre los ondeantes campos de trigo y las rodantes nubes de polvo;
una voz cantaba y la niebla se disipaba:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
Esta tierra es tu tierra y esta tierra es mi tierra,
desde California hasta la isla de Nueva York,
desde el bosque de secuoyas, hasta las aguas de la corriente del golfo:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
esta tierra se hizo para ti y para mí.
entre los ondeantes campos de trigo y las rodantes nubes de polvo;
una voz cantaba y la niebla se disipaba:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
desde California hasta la isla de Nueva York,
desde el bosque de secuoyas, hasta las aguas de la corriente del golfo:
esta tierra se hizo para ti y para mí.
Woody Guthrie, This Land Is Your Land, trad.: Antonio Erena
jueves, 16 de marzo de 2023
Miradas 24
Anónimo, Diego Hurtado de Mendoza (¿?), 1560-1600, Museo del Prado |
Amable
soledad, muda alegría,
que
ni escarmiento ves, ni ofensas lloras,
segunda
habitación de las auroras;
de
la verdad primera compañía.
Tarde
buscada paz del alma mía,
que
la vana inquietud del mundo ignoras,
donde
no la ambición hurta las horas,
y
entero nace para el hombre el día.
¡Dichosa
tú, que nunca das venganza,
ni
del palacio ves, con propio daño,
la
ofendida verdad de la mudanza,
la
sabrosa mentira del engaño,
la
dulce enfermedad de la esperanza,
la
pesada salud del desengaño!
Diego
Hurtado de Mendoza, Sonetos, I , «La soledad»
miércoles, 15 de marzo de 2023
martes, 14 de marzo de 2023
Alarmados
Estantería del supermercado DIA, Torredonjimeno, foto: Antonio Erena, 11.03.23 |
lunes, 13 de marzo de 2023
Montaña
Vista de la Peña Oroel desde la avenida de su mismo nombre de Jaca, foto: Concha Jiménez, 9.03.23 |
Ligero
crepúsculo. ¡Nada de tempestad de nieve! La pared rocosa del otro lado con su
espalda erizada de pinos, era visible plenamente y reposaba en paz. La sombra
subía hasta media altura y la otra mitad se hallaba delicadamente iluminada de
rosa. ¿Qué pasaba, cómo se comportaba, pues, el mundo? ¿Era por la mañana?
¿Había pasado Hans Castorp la noche en la nieve, sin morir de frío, como
ocurría siempre, según podía leerse en los libros? Ninguno de sus miembros
estaba muerto, ninguno se rompía con un ruido seco, mientras él se debatía, se
movía y se esforzaba en reflexionar sobre su situación. Sus orejas, las puntas
de sus dedos, los dedos de sus pies estaban entumecidos sin duda, pero nada
más, cosa que ya le había ocurrido con frecuencia cuando permanecía tendido en
el balcón.
Consiguió sacar el reloj. Andaba. No se había detenido como acostumbraba hacer cuando se olvidaba de darle cuerda. No marcaba todavía las cinco, ni mucho menos. Faltaban aún doce o trece minutos. ¡Sorprendente! ¿Era, pues, posible que no hubiese permanecido aquí, tendido en la nieve, más que diez minutos o un poco más, y que hubiese inventado tantas imágenes alegres y espantosas y tantos pensamientos temerarios, mientras el tumulto hexagonal se disipaba con la misma rapidez con que había llegado? Además, había tenido una gran suerte para hacer posible su regreso, pues por dos veces sus sueños y sus fábulas habían adquirido tal aspecto que le habían sobresaltado, reanimado el cuerpo, primero de espanto, luego de alegría. Parecía que la vida había tenido buenas intenciones para con su hijo mimado y extraviado…
Sea lo que sea, y aunque fuese por la mañana o por la tarde —sin duda alguna era el principio del crepúsculo vespertino— no había nada en las circunstancias ni en el estado personal que pudiese impedir a Hans Castorp regresar al Sanatorio, y esto es lo que hizo.
Con un empuje magnífico, con una especie de vuelo de pájaro, descendió hacia el valle, donde ya brillaban las luces cuando llegó, a pesar de que los restos de una claridad conservada por la nieve hubiese bastado plenamente. Descendió por el Brehmenbühl, a lo largo del Mattenwald, y llegó a las cinco y media a Dorf, dejando los esquíes en la tienda y descansando en la celda del desván de Settembrini, al que dio cuenta de la tempestad de nieve por la que se había dejado sorprender.
El humanista se mostró muy alarmado. Movió la mano por encima de su cabeza, riñó enérgicamente al imprudente que había corrido tal peligro y encendió la lámpara de alcohol, que dejaba oír pequeñas explosiones, para preparar café al joven agotado, un café cuya fuerza no impidió a Hans Castorp el dormirse sobre la silla.
La atmósfera civilizada del Berghof le rodeaba, una hora más tarde, con su aliento acariciador. En la comida mostró un gran apetito. Lo que había soñado empezó a palidecerse. Aquella misma noche ya no comprendía muy bien lo que había pasado.
Consiguió sacar el reloj. Andaba. No se había detenido como acostumbraba hacer cuando se olvidaba de darle cuerda. No marcaba todavía las cinco, ni mucho menos. Faltaban aún doce o trece minutos. ¡Sorprendente! ¿Era, pues, posible que no hubiese permanecido aquí, tendido en la nieve, más que diez minutos o un poco más, y que hubiese inventado tantas imágenes alegres y espantosas y tantos pensamientos temerarios, mientras el tumulto hexagonal se disipaba con la misma rapidez con que había llegado? Además, había tenido una gran suerte para hacer posible su regreso, pues por dos veces sus sueños y sus fábulas habían adquirido tal aspecto que le habían sobresaltado, reanimado el cuerpo, primero de espanto, luego de alegría. Parecía que la vida había tenido buenas intenciones para con su hijo mimado y extraviado…
Sea lo que sea, y aunque fuese por la mañana o por la tarde —sin duda alguna era el principio del crepúsculo vespertino— no había nada en las circunstancias ni en el estado personal que pudiese impedir a Hans Castorp regresar al Sanatorio, y esto es lo que hizo.
Con un empuje magnífico, con una especie de vuelo de pájaro, descendió hacia el valle, donde ya brillaban las luces cuando llegó, a pesar de que los restos de una claridad conservada por la nieve hubiese bastado plenamente. Descendió por el Brehmenbühl, a lo largo del Mattenwald, y llegó a las cinco y media a Dorf, dejando los esquíes en la tienda y descansando en la celda del desván de Settembrini, al que dio cuenta de la tempestad de nieve por la que se había dejado sorprender.
El humanista se mostró muy alarmado. Movió la mano por encima de su cabeza, riñó enérgicamente al imprudente que había corrido tal peligro y encendió la lámpara de alcohol, que dejaba oír pequeñas explosiones, para preparar café al joven agotado, un café cuya fuerza no impidió a Hans Castorp el dormirse sobre la silla.
La atmósfera civilizada del Berghof le rodeaba, una hora más tarde, con su aliento acariciador. En la comida mostró un gran apetito. Lo que había soñado empezó a palidecerse. Aquella misma noche ya no comprendía muy bien lo que había pasado.
Thomas Mann, La montaña mágica, Capítulo VI, Nieve (fragmento), trad. Mario
Verdaguer
domingo, 12 de marzo de 2023
El músico de la semana 60
Sergiu Comissiona (Bucarest, 16.06. 1928 - Oklahoma City, 5.03.2005), fuente: ENHARMONIACPMT (wordpress) |
sábado, 11 de marzo de 2023
Fotogramas 166
Nomadland, Chloé Zhao, 2020 |
viernes, 10 de marzo de 2023
Música popular 160
Lola Cabello (Málaga, 1905 - Castellón de la Plana, 1942), fuente: El arte de vivir el flamenco (página web) |
Fue mi madre una gitana,
y mi padre un caballero
de los que esquilan borricos
en la puerta el mataero;
entre mimbres y canastos
vine al mundo una mañana,
al compás de una guitarra,
al compás de una guitarra
bajo el puente de Triana.
Me piré a correr el mundo
cuando era mayorcita,
y por eso tos me llaman
la gitana señorita.
Dale, que dale, que dale,
dale, que dale al pandero;
dale, que dale, que dale,
yo no camelo el dinero.
Pues tengo un novio
que va a ser rico
y que conmigo se quie casar,
en cuanto tenga lo que le falta:
vergüenza, mare, y valor pa currelar.
Yo no entiendo de borricos,
de canastos ni calderos,
ni de trajes de volantes,
ni de zambras ni toreros;
no me gusta la guitarra,
ni el flamenco canturreo,
para mí no hay diversiones,
para mí no hay diversiones
como el fútbol y el boxeo.
Por mis gustos refinados
y mi cara tan bonita,
hoy me llaman tos los payos
la gitana señorita.
Dale, que dale, que dale…
Ulecia y Montes, La gitana señorita, farruca
y mi padre un caballero
de los que esquilan borricos
en la puerta el mataero;
entre mimbres y canastos
vine al mundo una mañana,
al compás de una guitarra,
al compás de una guitarra
bajo el puente de Triana.
cuando era mayorcita,
y por eso tos me llaman
la gitana señorita.
dale, que dale al pandero;
dale, que dale, que dale,
yo no camelo el dinero.
que va a ser rico
y que conmigo se quie casar,
en cuanto tenga lo que le falta:
vergüenza, mare, y valor pa currelar.
de canastos ni calderos,
ni de trajes de volantes,
ni de zambras ni toreros;
no me gusta la guitarra,
ni el flamenco canturreo,
para mí no hay diversiones,
para mí no hay diversiones
como el fútbol y el boxeo.
y mi cara tan bonita,
hoy me llaman tos los payos
la gitana señorita.
jueves, 9 de marzo de 2023
Establecimientos 21
miércoles, 8 de marzo de 2023
Excéntricos 29
martes, 7 de marzo de 2023
Pasajes 7
lunes, 6 de marzo de 2023
Calles 9
Javier Aguilar y Clemente Rivas, azulejo para el Pasaje Julio Cámara Romero de Puente Genil, foto: Antonio Erena, 4.03.23 |
viernes, 3 de marzo de 2023
Rescatado
Capilla de Jesús Nazareno Rescatado, convento de la Trinidad, Valdepeñas, foto: Antonio Erena, 10.02.23 |
jueves, 2 de marzo de 2023
Miradas 23
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