Gustavo Doré (dib.) y Héliodore Pisan (grab.), Don Quijote, II-46, París, 1863 |
Y volviéndose a los gatos que
andaban por el aposento les tiró muchas cuchilladas. Ellos acudieron a la reja
y por allí se salieron, aunque uno, viéndose tan acosado de las cuchilladas de
don Quijote, le saltó al rostro y le asió de las narices con las uñas y los
dientes, por cuyo dolor don Quijote comenzó a dar los mayores gritos que pudo.
Oyendo lo cual el duque y la duquesa, y considerando lo que podía ser, con
mucha presteza acudieron a su estancia y, abriendo con llave maestra, vieron al
pobre caballero pugnando con todas sus fuerzas por arrancar el gato de su
rostro. Entraron con luces y vieron la desigual pelea; acudió el duque a
despartirla, y don Quijote dijo a voces:
—¡No me le quite nadie! ¡Déjenme
mano a mano con este demonio, con este hechicero, con este encantador, que yo
le daré a entender de mí a él quién es don Quijote de la Mancha !
Pero el gato, no curándose destas
amenazas, gruñía y apretaba; mas en fin el duque se le desarraigó y le echó por
la reja.
Quedó don Quijote acribado el
rostro y no muy sanas las narices, aunque muy despechado porque no le
habían dejado fenecer la batalla que tan trabada tenía con aquel malandrín
encantador. Hicieron traer aceite de Aparicio, y la misma Altisidora con sus
blanquísimas manos le puso unas vendas por todo lo herido y, al
ponérselas, con voz baja le dijo:
—Todas estas malandanzas te
suceden, empedernido caballero, por el pecado de tu dureza y pertinacia; y
plega a Dios que se le olvide a Sancho tu escudero el azotarse, porque nunca
salga de su encanto esta tan amada tuya Dulcinea, ni tú lo goces, ni llegues a
tálamo con ella, a lo menos viviendo yo, que te adoro.
Don Quijote, II-XLVI, Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora (fragmento)
Don Quijote, II-XLVI, Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora (fragmento)
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