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La Sagra desde el puerto de la Losa (carretera de Santiago de la Espada a Huéscar), foto: Antonio Erena, 15.06.25 |
jueves, 19 de junio de 2025
Sin palabras 10
miércoles, 18 de junio de 2025
Brumas 12
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La altiplanicie de los Campos de Hernán Pelea (o Perea) desde el puerto de la Losa (carretera de Santiago de la Espada a Huéscar), foto: Antonio Erena, 15.06.25 |
martes, 17 de junio de 2025
Excéntricos 37 - Aniversarios 79
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Luis Berges Roldán (Jaén, 17.06.25), fuente: La Contra de Jaén (diario online), 31.05.20 |
lunes, 16 de junio de 2025
Casas 29
viernes, 13 de junio de 2025
13 de junio
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Juan Pascual de Mena, San Antonio de Padua, iglesia de las Calatravas, Madrid, foto: Antonio Erena, 11.10.24 |
jueves, 12 de junio de 2025
Primavera 10
miércoles, 11 de junio de 2025
Bailando 14
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Ramón Bayeu, Un baile junto a un puente del canal del Manzanares (1784), Museo del Prado |
martes, 10 de junio de 2025
Calles 16
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Olivo, rotonda en la Avenida de Europa (el Vadillo), Martos, foto: Antonio Erena, 24.05.25 |
Empiezan
a florecer los almendros. La mamá perdiz apeona seguida de sus perdigones,
ufana, cruza la carretera y se pierde entre los olivos. El olivo es uno de los
objetos de deseo de mis amigos cañizarenses. Cavar olivos, estallar olivos,
escamondar, limpiar olivos, varear olivos con varas de brezo, recoger olivos. Se
pasan el día entre olivos. No creo que lo que obtengan de ese trajín sea mucho,
pero manda el respeto sacramental al árbol sagrado. «Hazme pobre en madera —dice el proverbio marroquí—, te haré rico en aceite. Acaríciame, no me pegues, si
quieres otra vez mis frutos. Pódame mucho, abóname bien, si no, deja que otro
lo haga». Estamos en el planeta olivo. Para Unamuno el mundo se parte en dos.
La línea divisoria pasa por el río Loira. «Al sur de la frontera viven hombres
pequeños y morenos que cocinan con aceite de oliva y son dioses. Al norte
habitan hombres rubios que cocinan con mantequilla y son esquimales».
El
olivo es el árbol mágico de estos y otros campos. Ocho olivos quedan en Getsemaní,
que yo los he visto y contado. Son del tiempo de Cristo. ¿Cómo explicar esa
sacralidad, esa carnalidad que une al olivarero, al campesino con ese árbol
totémico, delicado, modesto y sublime? Llevo años oyendo hablar del olivo como
ser vivo. Veo como miman los olivos, los limpian, los podan, los cuidan. Es el
símbolo mediterráneo cantado por Sófocles, el árbol de los dioses. Es más una
civilización que un árbol. Cuenta el Génesis que la paloma, agotada del largo
vuelo, llegó hasta el Arca de Noé con una rama de olivo en su pico. Nos anunció
de esta manera que habían descendido las aguas del diluvio universal. Fue el
primer árbol que brotó después de la cólera de Dios, el primero que floreció
para celebrar la nueva alianza entre el cielo y la tierra, el reino de la paz. «El
tiempo de la paz universal se acerca —escribe
Shakespeare en Antonio y Cleopatra—. Para probar que ese será un día de prosperidad,
todos los rincones del mundo mostrarán la rama de olivo».
No
tiene el olivo la grandeza de la haya o la majestad del roble o del arce, sus
hojas son vulgares y sus frutos menos espectaculares que los de la higuera o la
palmera datilera, pero éste es el árbol del Mediterráneo, de Andalucía o del
Oriente Próximo. Es alimento, perfume, ungüento para los más diversos males,
para la salud y la belleza, para alimentar el fuego del hogar. El aceite servía
para bruñir las estatuas de los dioses, las ramas del olivo para coronar a sus
vencedores de las Olimpiadas.
Ha
sido el árbol pintado por Van Gogh o Renoir, cantado por Homero, por Sófocles
hace veinticinco siglos: «Aquí crece un árbol bendito, un árbol ignorado en
Asia, un árbol indomable, un árbol inmortal, alimento de nuestras vidas, el
olivo son hojas de plata». Se lee en el libro XXIII de la Odisea por boca de Ulises: «En medio del recinto, un olivo generoso
esparcía su follaje, y su tronco era como un grueso pilar: en torno a él
levanté los muros de nuestra cámara, y cuando la hube provisto de una puerta de
madera maciza y sin grietas, despojé al olivo de sus frondas, cepillé el tronco
hasta la raíz y luego, una vez que lo hube encuadrado y pulido, enclavijé el
lecho contra él».
Su color era el de los ojos de Atenea. Sus semillas se plantaban en el camino de las conquistas, grácil pero resistente a los siglos y a las inversiones. Se cuenta que volvió a florecer el día siguiente del incendio de Atenas por los persas. El helenista francés Lacarriere ve en el olivo la exigencia de «la paciencia y la imaginación». Es el árbol sapiens, de la sabiduría griega, de los amorosos cuidados, de la lenta maduración, de la longevidad.
Manuel
Leguineche, La felicidad de la tierra, Alfaguara, 1999, págs. 313-316.
sábado, 7 de junio de 2025
Fotogramas 221
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Uno de los nuestros (Goodfellas), Martin Scorsese, 1990 |
viernes, 6 de junio de 2025
Música popular 201
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Antonio Molina (Huelin, 09.03.1928 - Madrid, 18.03.1992), fuente: Jungle Key |
jueves, 5 de junio de 2025
Aniversarios 78
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Diego Velázquez, Las lanzas o La rendición de Breda (c. 1635), Museo del Prado |
miércoles, 4 de junio de 2025
Primavera 9
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Jazmín azul (Plumbago auriculata) llamado embeleso en Cuba, foto: Antonio Erena 02.06.25 |
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.
martes, 3 de junio de 2025
Venatoria 9
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Juan Manuel Varela Simó, Conejo común (Oryctolagus cuniculus, c. 1990-2010), Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, Madrid |
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Mapa que muestra la abundancia del conejo. Life Iberconejo |
lunes, 2 de junio de 2025
Parecidos razonables 39 - Profesiones 4 (fontanera)
sábado, 31 de mayo de 2025
Fotogramas 220
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Patrimonio nacional, Luis García Berlanga, 1981 |
viernes, 30 de mayo de 2025
Música popular 200 - Aniversarios 77
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Antonio Flores (Madrid, 14.11.1961 - Alcobendas, 30.05.1995), foto: Pepe Franco |
miércoles, 28 de mayo de 2025
Barros
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Luisa Roldán, la Roldana, San Juan Bautista Niño (1689–1706), Meadows Museum, Dallas |
José Risueño, El Buen Pastor (1712-1732), iglesia de San Francisco, Priego de Córdoba, fuente: Hermandad de la Columna |
martes, 27 de mayo de 2025
Desolación 24
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Paseo de la Constitución, Baeza, el pasado mes de enero, fuente diario Ideal, 17.01.25 |
domingo, 25 de mayo de 2025
Domingo de Jesús
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Jesús Nazareno regresa a su iglesia de San Francisco, Domingo de Jesús, Priego de Córdoba, foto: Antonio Erena, 25.05.25 |
Con espíritu sereno:
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Los honrados ascendientes
Que su nombre nos legaron,
A Jesús nos enseñaron
A venerar reverentes:
Y a fuer de buenos creyentes
Pedimos con humildad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Por eso le dedicamos
Plegarias, votos, ofrendas,
Que son auténticas prendas
De lo que en Él esperamos:
Por eso todos clamamos
En cualquier necesidad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Si cuando el Padre padece
Se compadecen sus hijos,
Pongamos los ojos fijos
En la imagen que aparece:
¿Quién no pena y aborrece
De sus culpas la maldad...?
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Almas devotas, clamad
Con espíritu sereno;
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Las imágenes sagradas
Del Nazareno divino,
Están mostrando que vino
Tras de ovejas extraviadas:
En la cruz van figuradas
Que agobia a su Majestad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Llevaba de muy buen grado
Jesús en la cruz a cuestas,
Las consecuencias funestas
De nuestro enorme pecado:
Y habiéndolas Él cargado,
Nos perdonó la Deidad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Al que a Jesucristo siga
Con su propia cruz cargado,
Penitente y resignado
El peso se le mitiga:
Para que confíe y diga
(No obstante su indignidad.)
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
El que tierno se mostrara
Con su dolorida Madre,
Muéstrasenos como Padre
Bajo la cruz en la cara:
Es la expresión viva y clara
De su entrañable bondad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
Es tan noble y desprendido,
De entrañas tan generosas,
Que en las mujeres piadosas
Declinará su plañido:
No lloréis por mí afligidas
No: por vosotras llorad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
¡Quién fuera tan fervoroso
Como la dicha Verónica
De quien refiere la Crónica
Que limpió su rostro hermoso!
Y la imagen... ¡don precioso!
Mereció su caridad.
Padre Jesús Nazareno,
Perdón, clemencia, piedad.
sábado, 24 de mayo de 2025
jueves, 22 de mayo de 2025
miércoles, 21 de mayo de 2025
Triples 36
lunes, 19 de mayo de 2025
miércoles, 14 de mayo de 2025
Primavera 8
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Carmelo Palomino, Cuádruple cuenco de fresas, 1991, Exposición "Carmelo Palomino en el Barrio Arco del Consuelo", Palacio de la Diputación, Jaén, foto: Antonio Erena, 07.05.25 |
lunes, 12 de mayo de 2025
Francisco y León
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El Greco, La visión de san Francisco (c. 1601), Hospital de Mujeres, Cádiz, foto: Antonio Erena, 10.04.25 |
sábado, 10 de mayo de 2025
viernes, 9 de mayo de 2025
Habemus papam
jueves, 8 de mayo de 2025
Parecidos razonables 38
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El Greco, La Anunciación (c. 1576), Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid |
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Carmelo Palomino, Cristóbal en la fuente de Gangas (1986), Catálogo de la exposición "Carmelo Palomino en el Barrio Arco del Consuelo", Palacio de la Diputación, Jaén, 2025 |
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Pavimento de la calle Pescadería, Jaén, foto: Antonio Erena, 07.05.25 |
miércoles, 7 de mayo de 2025
Argollas
martes, 6 de mayo de 2025
Lecturas 24
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Vista de Jabalcuz desde el sur, foto: Antonio Erena, 26.04.25 |
A fines de mes había, en todas partes, una espesa capa de nieve, pero luego vino el foehn[1] previsto, presentido por los pensionistas más sensibles. La señora Stoehr, lo mismo que la señorita Levy, la de color de marfil, y no menos que la viuda Hessenfeld, lo presintieron al mismo tiempo, antes de que apareciese la más pequeña nube por encima de la cúspide de la montaña de granito hacia el sur. La señora Hessenfeld se sintió también propensa a las lágrimas, la Levy se metió en la cama, y la señora Stoehr, mostrando con testarudez sus dientes de liebre, expresaba de hora en hora el temor supersticioso de un síncope, pues decía que el foehn los favorecía y provocaba.
Reinaba un calor increíble, la calefacción central fue apagada; durante la noche se dejaba abierta la puerta del balcón y, a pesar de todo esto, por la mañana el termómetro marcaba once grados en la habitación. La nieve se iba fundiendo como por encanto, se hizo traslúcida, porosa, se agujereó; los montones se iban derrumbando y parecían hundirse bajo tierra. Todo rezumaba, todo goteaba, todo se caía en la selva y en los terraplenes de los caminos; y en los campos, los pálidos tapices fueron desapareciendo. Durante los paseos por el valle se produjeron fenómenos extraños, sorpresas primaverales y espectáculos encantadores. Después de una extensión de prados se eleva el cono del Schwarzhorn, todavía cubierto de nieve, con el glaciar de la Scaletta, igualmente lleno de una nieve espesa. Los paseantes pudieron contemplar, por todas partes, una capa de nieve de diferente espesor. A lo lejos, hacia las vertientes cubiertas de bosques, era más espesa, pero en las cercanías, la hierba invernal seca y sin color, estaba tan sólo florecida con ella. Al contemplarla de más cerca se inclinaron, sorprendidos. No era nieve, eran flores, de nieve, una nieve de flores, pequeños cálices, cortos tallos blancos, de un blanco azulado; eran azafranes que habían crecido a millones en el prado donde se infiltraba el agua, y en tal cantidad que se les confundía con la nieve, en la cual se perdían, en efecto, a lo lejos, sin transición.
Se mofaron de su equivocación, rieron de alegría ante aquel milagro que se había realizado ante sus ojos, de aquella adaptación graciosa, tímida, de la vida orgánica, que se atrevía de nuevo a surgir. Cogieron flores, examinaron y consideraron las formas delicadas de los cálices, las prendieron del ojal, se las llevaron a casa, y las pusieron formando ramos en los búcaros de sus habitaciones, pues la rigidez inorgánica del valle había durado mucho tiempo, a pesar de que había parecido corto.
Pero la nieve de flores fue cubierta por la verdadera nieve, y pasó lo mismo con las soldanelas azules y las prímulas amarillas y rojas que siguieron. La primavera se abría camino con mucho trabajo, para triunfar del invierno. Diez veces había sido rechazada antes de que pudiese apoderarse de esas alturas hasta la próxima irrupción del invierno, con sus tempestades blancas, el viento helado y la calefacción central.
A principios de mayo —pues mientras nosotros vamos desarrollando la narración ha llegado ya el mes de mayo— era una verdadera tortura escribir en el balcón aunque no fuese más que una tarjeta postal, pues una verdadera humedad de noviembre envaraba los dedos, y los pocos árboles de la región que no eran de hoja perenne estaban desnudos como los árboles de las llanuras en enero. Durante días enteros cayó la lluvia, persistió durante una semana, y, sin las virtudes sedantes de la chaiselongue[2], hubiera sido extraordinariamente duro pasarse horas enteras al aire libre, envueltos en un vapor de nubes, con la cara húmeda y la piel rígida. Pero en realidad, se trataba de una lluvia de primavera, y cuanto más duraba más se revelaba como tal. Casi toda la nieve se fundía bajo esa lluvia. Ya no se veía blanco, todo lo más un gris helado y sucio, y los prados comenzaban a reverdecer.
¡Qué cosa más dulce para la mirada aquel verde de los pastos después del blanco infinito! Había, además, otro verde que sobrepasaba en delicadeza y en graciosa blandura al verde de la hierba nueva. Eran los haces de agujas de los alerces. Hans Castorp, en sus paseos reglamentarios, no dejaba de acariciarlos con la mano y de rozar contra ellos su mejilla, pues eran irresistiblemente acariciadores con su frescura y su delicadeza.
—Dan ganas de hacerse botánico —dijo el joven a su compañero—; uno se siente tentado por esa ciencia solamente por el placer que se experimenta en ese despertar de la naturaleza, después del invierno pasado en estas regiones. Eso que ves al final de la vertiente es genciana y eso es una familia de las ranunculáceas, según creo bisexuales. Mira, aquí hay un grupo de estambres y algunos ovarios, un androceo y un gineceo, según creo recordar. Me parece que acabaré comprándome libros de botánica para instruirme un poco mejor en esa región de la vida y de la ciencia. ¡Qué policroma se vuelve de pronto la vida!
—Será mucho más bello en junio —anunció Joachim—. La flora de esos prados es célebre. Pero me parece que no esperaré. ¿Es debido a la influencia de Krokovski ese deseo tuyo de estudiar botánica?
Thomas Mann, La montaña mágica, Capítulo VI, Cambios (fragmento), Fundación Carlos Slim, México, págs. 358-360.