Malcom McDowell (13.06.1943) |
Jon Voight (29.12.1938) |
Terence Stamp (22.07.1938) |
Jack Palance (18.02.1919) |
Philippe Herreweghe (2.05.1947) Fuente: agenda.brussels (página web) |
Autor desconocido, Virgen de la Antigua (final s. XIV), catedral de Jaén Foto: Rafael Alarcón Sierra |
Rafael Zabaleta, Maternidad (1952), colección particular Fuente: Fundación Zabaleta (página web) |
Ouka Leele (29.06.1957 - 24.05.2022) Autorretrato con peineta (1978) Fuente: Flecha (galerías de arte, página web) |
Don Juan de Borbón se inclina ante el rey Juan Carlos tras renunciar a sus derechos dinásticos (La Zarzuela, 14.05.1977). Fuente: Don Diario |
El rey Juan Carlos deja el palacio de la Zarzuela Foto: Alberto Ortega (23.05.22) |
Vangelis (29.03.1943 - 17.05.2022) en su estudio de Londres (Nemo Studios) durante la grabación de la banda sonora de Blade Runner en 1982 Fuente: Nemo (página web) |
Lámina botánica del olivo (Olea europaea) Köhler’s Medizinal Pflanzen, Vol. 2, 1890 |
Nos lleva el coche velozmente por la carretera y, entonces, aquí, en Jaén,
a derecha e izquierda, olivos. Pero eso es nada más verlos. Y creo que vienen
ocasiones en que hay que estar con ellos; es decir, intimar con ellos y
conocerlos. ¿Por qué? ¿Para qué? El olivo es nuestro árbol, ejemplo vivo para
todos los hombres de Jaén. De él podemos aprender mil cosas estupendas. Primera,
a no ser espectaculares. ¿Conocen ustedes un árbol menos sensacional? Se achaparra
y parece que hace todo lo posible por disimular su eficacia e incluso su
belleza. El álamo —narciso junto al río— está muy ufano de su vertical empaque. Todas las acacias predican
primaveras presentes o ausentes. Naranjos, melocotoneros, limoneros, están
contentos —se les ve el júbilo vegetal, porque hay también júbilos vegetales— de su perfume y de su fruto. Y están satisfechos con razón. Pero yo advierto
en el olivo algo único que me encanta. Miro y admiro en él no se qué abnegación.
Diría que es un árbol ascético. Por supuesto, exige poquísimo. Hay olivos de
secano, en la altura de las lomas, lejos de todo regato, que viven al amparo
exclusivo de «lo que Dios quiere»,
del agua de la lluvia. Estos olivos predican ese «sea lo que Dios quiera», frase que, para mí, no
implica ningún conformismo, sino que más bien me parece la expresión de una
firme elegancia estética del ánimo. Porque, en el fondo, la elegancia es
escepticismo. Escepticismo del bueno, porque conduce directamente a la
esperanza. Lo contrario del optimismo, obtuso, de quienes creen que todo sucederá
a la medida de nuestros deseos. Ese optimismo bobo conduce, al final, o a la
necedad (si por casualidad vienen bien unas cuantas cosas), o al nihilismo (si
luego las cosas no nos dan la razón).
[…]
Y
pienso que caminar entre olivos da una fortaleza de ánimo. Árbol que reduce sus
necesidades, que no pide seguridades, que no condiciona su fruto, su eficacia o
su belleza a ningún paraje. Es decir, árbol generoso que otorga mucho y apenas
reclama nada. Crece igual en la eminencia que en el llano; escala las
laderas, se acerca a la vereda y al camino; se uniforma en ringleras cuya
monotonía no empece su belleza. (A mí los olivares me recuerdan las estrofas de
Berceo, de la «quaderna vía»,
que tan gratas le eran a Antonio Machado). Porque la belleza no siempre es bonita
o pinturera. El olivo no es pinturero y, sin embargo, conforta contemplar el
olivar. Infunde serenidad, paz…
No me deja contento pasar de largo ante el olivar. Quiero entrar en él, caminar pisando los terrones removidos, estar un rato descansando a la leve sombra del árbol…
Juan Pasquau, «De la imitación del olivo», Diario Jaén (31.01.1973)
José Moreno Carbonero, El encuentro del rucio, Museo del Prado |
Mientras
esto pasaba, vieron venir por el camino donde ellos iban a un hombre caballero
sobre un jumento, y cuando llegó cerca les pareció que era gitano; pero
Sancho Panza, que doquiera que vía asnos se le iban los ojos y el alma, apenas
hubo visto al hombre cuando conoció que era Ginés de Pasamonte, y por el hilo
del gitano sacó el ovillo de su asno, como era la verdad, pues era el rucio
sobre que Pasamonte venía; el cual, por no ser conocido y por vender el asno,
se había puesto en traje de gitano, cuya lengua y otras muchas sabía hablar como
si fueran naturales suyas. Viole Sancho y conociole, y apenas le hubo visto y
conocido, cuando a grandes voces le dijo:
—¡Ah,
ladrón Ginesillo! ¡Deja mi prenda, suelta mi vida, no te empaches con mi
descanso, deja mi asno, deja mi regalo! ¡Huye, puto; auséntate, ladrón, y
desampara lo que no es tuyo!
No
fueran menester tantas palabras ni baldones, porque a la primera saltó
Ginés y, tomando un trote que parecía carrera, en un punto se ausentó y alejó
de todos. Sancho llegó a su rucio y, abrazándole, le dijo:
—¿Cómo
has estado, bien mío, rucio de mis ojos, compañero mío?
Y con esto le besaba y acariciaba como si fuera persona. El asno callaba y se dejaba besar y acariciar de Sancho sin responderle palabra alguna. Llegaron todos y diéronle el parabién del hallazgo del rucio, especialmente don Quijote, el cual le dijo que no por eso anulaba la póliza de los tres pollinos. Sancho se lo agradeció.
Cervantes, Don Quijote, Primera Parte, Cap. XXX (fragmento, según la edición revisada de Madrid, 1605)
P. G. Wodehouse, Fiebre primaveral (Spring Fever), Plaza & Janés, 1981 |
Gerald Moore (30.07.1899 - 13.03.1987) Fuente: IMS Vintage Photos |
David Copperfield, George Cukor, 1935 |
Teresa Berganza (16.03.1933 - 13.05.2022) Fuente: todocoleccion |
Stevie Wonder (13.05.1950) en 1972 Fuente: SamuelSounds (wordpress, entrada del 18.11.19 ) |
Francisco Umbral (11.05.32 - 28.08.07) Fuente: el mercuriodigital.es (05.02.15) |
Marisol Galdón (3.08.1962) Fuente: Wikipedia |
Marisol Galdón: “Muchos están
jodidos como yo y solo muestran su cara ideal”
La comunicadora y actriz, que publicó un vídeo pidiendo empleo, denuncia la perversidad de un mercado que excluye a las mayores y confiesa la dureza de vivir en la precariedad y la pobreza cuando se ha tenido casi todo
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Charlando ambas sentadas en el salón de su bonito
adosado con vistas al bellísimo campo alcarreño, cuesta creer que Marisol
Galdón esté tan mal económicamente como para haber publicado hace unos meses un
vídeo pidiendo trabajo y confesar, hoy, que sigue pasándolas canutas y no le
llegan ofertas. Primer prejuicio a revisar. La casa, llena de lozanísimas
plantas y estantes atestados de libros viejos, es alquilada; su casero,
comprensivo, le ha aplazado y rebajado la renta, y la inquilina completa sus
escuetos ingresos con ayudas de amigos. Galdón, amable y locuacísima, luce primorosamente vestida,
teñida y maquillada. Segundo prejuicio: se tiñe y se maquilla ella sola, y el
modelito que ha elegido para las fotos, divino, es de hace décadas. Prejuicios
fuera: la pobreza y la precariedad no implican siempre pasar hambre ni llevar
harapos. Y ella es la primera en saberlo.
¿Cuándo
empezó a torcérsele el carro, laboralmente hablando?
En realidad,
muy pronto. Después del boom de los programas Plastic y Peligrosamente juntas, en los noventa, me
llamaron como opinadora en Telecinco, como jurado en programas de
entretenimiento y cosas así. No me llenaba profesionalmente, pero pagaban bien,
aunque jamás me hice rica. La ruina llegó con la crisis de 2008, en la que
bajaron brutalmente las tarifas, y, sobre todo, con la pandemia. Se paró todo.
No me salía nada. Tuve que vender mi casa, pagar deudas. Llegó un momento en
que no vi otra salida que grabar y subir el vídeo.
¿Cuánto le
costó publicarlo?
Muchísimo.
Es durísimo salir del armario de la pobreza, y más en una época y una profesión
en las que mandan el postureo y la impostura. Alucinarías con la cantidad de
colegas que están tan jodidos como yo y solo muestran su cara ideal.
También hay
gente que lo pasa bastante peor que usted.
Claro, yo no
estoy en guerra encerrada en un sótano en Ucrania ni me han mutilado el
clítoris ni paso hambre. Pero necesito trabajar y nadie me contrata. Y luego
está la dictadura esa de la autoayuda y el autoempleo. “Emprende, emprende”, te
dicen. Reinvéntate. Yo escribo libros, tengo un blog, acabo de rodar un corto,
me invento mil cosas, pero de eso no vivo. Estoy harta de ese discurso. A la
mierda la resiliencia. Al final, te culpan a ti de no darte trabajo.
¿Cómo es ser
pobre cuando se ha vivido confortablemente?
Muy duro.
Yo, modestamente, lo he tenido todo. Te vas empobreciendo, vas teniendo que
dejar de hacer cosas. Parecerá frívolo, pero es una derrota íntima, por
ejemplo, tener que dejar de usar cremas buenas por una del súper, y
racionándola. Y lo de mendigar a los amigos... Es todo no, no, no.
¿Qué es
ahora un lujo para usted?
Un libro.
Hace siglos que no me compro uno, es de lo que peor llevo.
Un libro
cuesta unos 20 euros.
Sí, pero son
20 euros que quito a la compra y las facturas. Mi único lujo es Spotify. Nueve
euros al mes, incluso en los peores tiempos. Habrá quien no lo entienda, pero
sin música me muero.
En el vídeo
se ofrece de periodista, DJ, presentadora de eventos, guionista. ¿Está al día
en todos esos frentes?
Soy muy
buena haciendo todo eso. Ya lo he hecho y ahora, a mi edad, lo haría muchísimo
mejor. Tengo experiencia, poso, aplomo. Pero no me quieren. Ese es el drama.
¿No se le
caen los anillos por nada?
Nunca.
Porque, además, estoy sola. No tengo padres ni hijos ni pareja. No tengo a
nadie. Por eso me endeudé como una loca antes de pedir ayuda a los amigos. El
tiempo pasa, la gente te dice que cómo puede ser, si eres muy potente. Y tú
dices, seré potente, pero en un mundo impotente. Y te metes en un pozo muy
negro. El año pasado por estas fechas casi termino como Verónica Forqué.
¿De verdad
pensó en suicidarse?
Sí, sin
dramas, además, porque siempre he pensado que la vida le pertenece a uno y a
nadie le importa lo que hagas. De niña te enseñan cosas maravillosas como la
bondad y luego sales al mundo y ves que son patrañas, que todo es mentira. Y si
eres buena persona, lo pasas mal. Cuando te vas estrellando contra una valla y
otra, y no lo logras, te desesperas. Yo me valoro mucho a mí misma. Demasiadas
cosas he hecho ya por debajo de mis posibilidades. Entonces, si este mundo no
está interesado en mí, dices, como Fernán Gómez: “Idos todos a la mierda”.
¿Por qué no
lo hizo?
Porque me
concedieron una ayuda de 400 euros de AISGE (Sociedad de Gestión de Derechos de
Imagen de Intérpretes), de la que soy socia. Y me salieron de puta chamba unas
secuencias en la serie Sentimos las molestias. Del Estado no he
recibido nada. Esas ayudas a mí me salvaron la vida. Con eso voy tirando.
Ha dicho que
no tiene a nadie. ¿Cómo lleva la soledad?
En mi
fórmula de la felicidad, y cada uno tiene la suya, entra la soledad. Es
maravillosa si una está a gusto consigo misma. Desconozco el aburrimiento.
Estoy todo el día haciendo cosas. He vivido en pareja ocho años con el primero,
cuatro con el segundo, y con el tercero no llegó ni a dos, y cada uno en su
casa. Ahora hace 20 años que no tengo novio. Necesito mi mundo, mi espacio, mi
rollo.
¿Ha
renunciado al amor?
El amor ha
renunciado a mí, lastimosamente, y eso sí me sabe mal. Cuando hice el
monólogo Me río por no follar, que hablaba del sexo y las mujeres maduras, decía que me
había hartado de follar y lo que quería era hacer el amor. Pero no es así: se
puede hacer el amor con alguien de quien no estás enamorado. Y follar, también.
Eso sigue operativo y lubricado. Las menopáusicas no somos mujeres de segunda
clase como quieren hacernos creer. Al revés, para mí fue una liberación.
¿Y las
arrugas?
Pero, ¿cómo
me preguntas eso?
Bueno, yo
las llevo regular.
Porque el
puto patriarcado nos ha vendido que un hombre maduro da igual que tenga
arrugas, tripa, canas. Lo importante es su sabiduría y su experiencia. Y que
las mujeres podemos ser sabias, pero qué mal se nos ve pasada una edad. Ese es
el problema en que nos han metido y caemos como idiotas. ¿Cómo permitimos que
nos mangoneen así? Aunque reconozco que el código de barras me tiene frita.
Será por la crema del súper [bromea].
¿Se siente
una culpable de no encontrar trabajo?
La culpa lo
único que hace es meternos veneno y tenernos controlados. Pero sí. Cuando eres
autocrítica, lo primero que haces es culpabilizarte. Siempre pienso qué habré
hecho mal, en qué la habré cagado. Pero eso es perverso. Este mundo no me
merece. Tienen a una tía como yo, superválida, que puede hacer mil cosas en un
montón de frentes, y no les interesa. Esa es la realidad.
Hace ya ocho
meses que publicó su videocurrículo. ¿Ha merecido la pena?
Aquello se
hizo viral, me puso en el mapa y me salieron bolillos, entrevistas, alguna
cosilla, sí, pero es todo tan precario y tan puntual que no acabo de salir del
hoyo. Lo digo otra vez desde aquí: necesito trabajar ya. Tuve que darme de baja
en la Seguridad Social por no poder pagarla y necesito cotizar para cobrar
pensión. Hace poco me ofrecieron ir [al reality] Supervivientes. Les agradecí la atención,
pero debí de mostrar tan poco entusiasmo que no me volvieron a llamar. Soy una
mujer madura y talentosa a la que no le dan trabajo. De petarda me habría ido
mejor.
'MARISOL AL
DESNUDO'
Así se titula el cortometraje que ha rodado Marisol Galdón (Barcelona, 59 años) sobre su vida actual y las razones que la llevaron, en septiembre de 2021, a colgar un vídeo en Twitter relatando su abultado currículo y pidiendo trabajo. En él, no se le ve un centímetro de más de piel, pero Galdón se desnuda confesando sus más íntimos sentimientos: los de una mujer en plenitud obligada al ostracismo y la precariedad por un mercado de trabajo que la ignora. Marisol, rostro popularísimo en la televisión de los noventa y los primeros dos mil, estudió Periodismo, aunque su auténtica vocación hubiera sido ser directora de cine para narrar historias. Acaba de publicar su tercer libro, un trepidante thriller titulado Cumbres tenebrosas, y de aparecer como actriz en la serie Sentimos las molestias, junto a Antonio Resines, Miguel Rellán y Fiorella Faltoyano. Sigue buscando trabajo.
Luz Sánchez-Mellado, Gente con Luz, EL PAÍS (08.05.22)