miércoles, 30 de noviembre de 2016

Aniversarios 12

La última fotografía de Fernando Pessoa (13.06.1888-30.11.1935)
hecha por su amigo Augusto Ferreira Gomes, 1935
Aniversarios 6 (anterior entrada del blog)
Exposición Pessoa / Lisboa en el Círculo de Bellas Artes

O meu olhar é nítido como um girassol.
Tenho o costume de andar pelas estradas
Olhando para a direita e para a esquerda,
E de vez em quando olhando para trás...
E o que vejo a cada momento
É aquilo que nunca antes eu tinha visto,
E eu sei dar por isso muito bem...
Sei ter o pasmo essencial
Que tem uma criança se, ao nascer,
Reparasse que nascera deveras...
Sinto-me nascido a cada momento
Para a eterna novidade do Mundo...

Creio no Mundo como num malmequer,
Porque o vejo. Mas não penso nele
Porque pensar é não compreender...
O Mundo não se fez para pensarmos nele
(Pensar é estar doente dos olhos)
Mas para olharmos para ele e estarmos de acordo…

Eu não tenho filosofia: tenho sentidos...
Se falo na Natureza não é porque saiba o que ela é,
Mas porque a amo, e amo-a por isso,
Porque quem ama nunca sabe o que ama

Nem sabe porque ama, nem o que é amar...

Amar é a eterna inocência,
E a única inocência é não pensar...

* * *

Mi mirar es nítido como un girasol.
Tengo la costumbre de andar por las carreteras
mirando a la derecha y a la izquierda,
y de vez en cuando mirando hacia atrás...
Y lo que veo a cada momento
es aquello que nunca antes había visto,
y sé dar por eso mucho bien…
Sé tener el pasmo esencial
que tiene un niño, si, al nacer,
se diera cuenta que, en efecto, nació...
Me siento nacido a cada momento
para la eterna novedad del Mundo...

Creo en el Mundo como en una margarita,
porque lo veo. Pero no pienso en él
porque pensar es no comprender...
El Mundo no se hizo para que pensáramos en él
(pensar es estar enfermo de los ojos)
sino para mirarnos en él y estar de acuerdo...

Yo no tengo filosofía: tengo sentidos...
Si hablo de la Naturaleza no es porque sepa lo que ella es,
sino porque la amo, y la amo por eso,
porque quien ama nunca sabe lo que ama

ni sabe por qué ama, ni lo que es amar...

 Amar es la eterna inocencia,
y la única inocencia es no pensar...

Fernando Pessoa, Poemas de Alberto Caeiro, II (trad. Antonio Erena)

Traslación

Pedro de Ávila, Traslación de San Pedro Regalado, iglesia del Salvador, Valladolid
Deportado a Paraguay un joven de 19 años que llevaba 14 en España pero no encontró trabajo, El País

lunes, 28 de noviembre de 2016

Año Cervantes 16 - Gastromanía 10

José Moreno Carbonero, El festín de Sancho Panza en la ínsula Barataria
Mesa y mantel para don Quijote y Sancho en el siglo XXI, El País
¡Viva el despelote!, Pepe Nevado

Detrás de los tristes músicos comenzaron a entrar por el jardín adelante hasta cantidad de doce dueñas, repartidas en dos hileras, todas vestidas de unos monjiles anchos, al parecer de anascote batanado, con unas tocas blancas de delgado canequí, tan luengas, que solo el ribete del monjil descubrían. Tras ellas venía la condesa Trifaldi, a quien traía de la mano el escudero Trifaldín de la Blanca Barba, vestida de finísima y negra bayeta por frisar, que a venir frisada descubriera cada grano del grandor de un garbanzo de los buenos de Martos.

Don Quijote, Segunda Parte, Cap. XXXVIII, "Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la dueña Dolorida" (fragmento)

viernes, 25 de noviembre de 2016

Rifirrafe 2

El usurero, grabado en cobre del libro Danza de la muerte de la ciudad de Basilea
(Todten-Tanz Stadt Basel), editado por Matthaus Merian, 1649
La verdad sobre Roberto Bolaño, Carolina López
Por el maldito dinero (fandangos), Juanito Valderrama

¡Ay, dinero!
¡Quieres dominarme a mí
por el maldito dinero!
Si la muerte ha de venir
pa’l rico y pa’l pordiosero,
pa qué tanto discutir.

                              Juanito Valderrama

Música popular 22

Manolo Caracol (9.07.1909-24.02.1973), Lola Flores y guitarrista no identificado
Foto: Martín Santos Yubero
Fandango y granaína, de la película Un caballero famoso, José Buchs, 1943

Compañera y soberana (zambra)

En el firmamento de los ojos tuyos
me perdí una noche tras de tu querer,
y junto a tu boca se rindió mi orgullo
bajo las estrellas del amanecer.

Desde aquel entonces yo vivo encerrao'
en el laberinto de esta sinrazón,
porque tú cerraste con llave y candao'
los cuatro postigos de mi corazón.

Compañera y soberana,
con los ojos de tormento
y la boquita de grana.

Dices que te llamas Rosa,
y eres rosa de los vientos

que cambia por cualquier cosa.

Que digan los jerezanos:
una rosa había en Jerez
¡y se la lleva un gitano!

                                                        Antonio Quintero y Rafael de León

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Ayer y hoy 7

Pedro de Ribera, Fuente de la Fama, Plazuela de Antón Martín
Foto A. Bagué, 1864, Museo Municipal, Madrid
Plazuela de Antón Martín, hoy
Foto: Antonio Erena

miércoles, 9 de noviembre de 2016

¡Que viene el Coco!

Donald Trump (de espaldas) después de su discurso de triunfo ayer martes
Foto: Damon Winter (The New York Times)
La rebelión de las masas, Iñaki Gabilondo
"La Bruja", Fernando Sánchez Dragó
¿Por qué es peligroso Trump?, Rubén Amón

Me voy solo de caza por los montes lejanos y solitarios,
camino asombrado de mi ligereza y mi alegría…
Al caer la tarde busco un sitio seguro donde pasar la noche,
enciendo una hoguera,
aso la pieza que acabo de cobrar
y me duermo sobre un montón de hojas secas, con el perro y la escopeta a mi lado.

El clíper yanqui con su altivo tajamar corta la espuma y se desliza rápido por el agua.
Mis ojos buscan la tierra:
me inclino sobre la proa
o grito gozosamente desde la cubierta.

Los pescadores de almejas se levantaron al alba y esperaron a que yo llegase.
Me recogí los pantalones sobre los tobillos y me fui con ellos.
¡Fue un gran día!
Si hubieses venido conmigo, habrías comido sancocho de almejas.

He estado en la boda de un armador de trampas.
Fue en el lejano oeste y al aire libre.
La novia era india piel roja.
Su padre y sus amigos estaban allí cerca, con las piernas cruzadas y fumando en silencio.
Llevaban mocasines y mantas amplias y gruesas sobre los hombros.
A la orilla del río esperaban los novios.
El armador estaba vestido casi todo de pieles,
la barba y las guedejas exuberantes
le protegían el pescuezo.
Tenía cogida por la mano a la novia.
Era una moza de pestañas muy largas,
de cabeza desnuda
y de trenzas ásperas y rectas que descendían por las caderas voluptuosas hasta los pies.

El esclavo furtivo se paró frente a mi casa.
Oí crujir las ramas secas bajo sus pies;
por la puerta entreabierta de la cocina lo vi cojear y, casi desmayado, sentarse sobre un tronco.
Traje agua, lavé su cuerpo sudoroso y sus pies ensangrentados;
le ofrecí un cuarto junto al mío,
le di ropas limpias y gruesas
(aún recuerdo sus ojos espantados y su azoramiento)
y le puse compresas en las rozaduras del cuello y los tobillos.
Estuvo conmigo una semana hasta que se repuso y pudo caminar hacia el norte.
Cuando comía, sentado a la mesa junto a mí,
el fusil cargado descansaba en un rincón.

Walt Whitman, Hojas de hierba, Canto a mí mismo, 10, trad. León Felipe

miércoles, 2 de noviembre de 2016