Lorenzo Coullaut Valera, Placa commemorativa de la 1ª edición de El Quijote en el lugar de la imprenta de Juan de la Cuesta (actual Sociedad Cervantina), calle Atocha, 87, Madrid |
Sucedió, pues, lector amantísimo,
que, viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil
causas famoso, una por sus ilustres linajes y otra por sus ilustrísimos vinos,
sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno que, al parecer,
traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces que no picásemos
tanto. Esperámosle, y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo
venía vestido de pardo, antiparas, zapato redondo y espada con contera, valona
bruñida y con trenzas iguales; verdad es, no traía más de dos, porque se le
venía a un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de
enderezarla.
-¡Vuesas mercedes
van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allá está su
Ilustrísima de Toledo y su Majestad, ni más ni menos, según la priesa con que
caminan?; que en verdad que a mi burra se le ha cantado el víctor de caminante
más de una vez.
Apenas hubo oído
el estudiante el nombre de Cervantes, cuando, apeándose de su cabalgadura,
cayéndosele aquí el cojín y allí el portamanteo, que con toda esta autoridad
caminaba, arremetió a mí, y, acudiendo asirme de la mano izquierda, dijo:
-¡Sí, sí; éste es
el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo
de las musas!
Yo, que en tan
poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía
no corresponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello, donde le eché a
perder de todo punto la valona, le dije:
-Ese es un error
donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero
no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho
vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena
conversación lo poco que nos falta del camino.
Hízolo así el
comedido estudiante, tuvimos algún tanto más las
riendas, y con paso asentado seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi
enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento, diciendo:
-Esta enfermedad
es de hidropesía, que no la sanará toda el agua del mar Océano que dulcemente
se bebiese. Vuesa merced, señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose
de comer, que con esto sanará sin otra medicina alguna.
-Eso me han dicho
muchos -respondí yo-, pero así puedo dejar de beber a todo mi beneplácito, como
si para sólo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y, al paso de las
efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo,
acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto ha llegado vuesa merced a conocerme,
pues no me queda espacio para mostrarme agradecido a la voluntad que vuesa
merced me ha mostrado.
En esto, llegamos
a la puente de Toledo, y yo entré por ella, y él se apartó a entrar por la de
Segovia.
Lo que se dirá de
mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decilla, y yo mayor gana
de escuchalla.
Tornéle a abrazar,
volvióseme ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba
caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma para escribir
donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando
este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.
¡Adiós, gracias;
adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando
veros presto contentos en la otra vida!
Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Prólogo
Miguel de Cervantes, Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Prólogo