Ilustración (xilografía) para la cabecera del Capítulo XLVIII de la Primera Parte del Quijote, ed. Montaner y Simón, 1880-83 |
—Yo, a lo menos —replicó el Canónigo—,
he tenido cierta tentación de hacer un libro de caballerías, guardando en él
todos los puntos que he significado; y si he de confesar la verdad, tengo
escritas más de cien hojas. Y para hacer la experiencia de si correspondían a
mi estimación, las he comunicado con hombres apasionados desta leyenda, dotos y
discretos, y con otros ignorantes, que sólo atienden al gusto de oír
disparates, y de todos he hallado una agradable aprobación; pero, con todo
esto, no he proseguido adelante, así por parecerme que hago cosa ajena de mi
profesión, como por ver que es más el número de los simples que de los
prudentes, y que, puesto que es mejor ser loado de los pocos sabios que burlado
de los muchos necios, no quiero sujetarme al confuso juicio del desvanecido
vulgo, a quien por la mayor parte toca leer semejantes libros. Pero lo que más
me le quitó de las manos, y aun del pensamiento de acabarle, fue un argumento
que hice conmigo mesmo, sacado de las comedias que ahora se representan,
diciendo: «Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia,
todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza,
y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por
buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen, y los
actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el
vulgo, y no de otra manera, y que las que llevan traza y siguen la fábula como
el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos
los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está
mejor ganar de comer con los muchos, que no opinión con los pocos, deste modo
vendrá a ser un libro, al cabo de haberme quemado las cejas por guardar los
preceptos referidos, y vendré a ser el sastre del cantillo.
Miguel de Cervantes, Don
Quijote, Primera Parte, Capítulo XLVIII, «Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de
caballerías con otras cosas dignas de su ingenio» (fragmento)
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